literatura
Álvaro Romero Bernal: «Los personajes evangélicos que aparecen en mi libro son profundamente humanos»
El escritor acaba de publicar 'El pan de Emaús', donde da voz a personajes secundarios de los Evangelios
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Álvaro Romero Bernal (Los Palacios y Villafranca, 1979) acaba de publicar 'El pan de Emaús' (LaBaja Andalucía), un libro imprescindible para leer en este tiempo de reflexión, ya que se trata de un acercamiento hasta ahora inédito a algunos personajes que han ... pasado desapercibidos dentro de los Evangelios. Además, la obra cuenta con un prólogo de Antonio García Barbeito. Tras haber realizado numerosas presentaciones en la Cuaresma, la buena acogida de este texta ha hecho que salga una segunda edición.
—¿Por qué dedicarle un libro a figuras secundarias de la Pasión?
—Creo que hace mucho que la literatura, y especialmente en nuestra lengua, tiene predilección por los secundarios, los últimos, los antihéroes. El mismo Jesús de Nazaret dijo que los últimos serán los primeros. Y siempre creí que los Evangelios, especialmente los de Lucas y Juan, son el primer antecedente del realismo mágico. Las posibilidades de fabulación literaria a partir de unos personajes que pasan de puntillas por las sagradas escrituras son muy tentadoras. No todos son personajes de la Pasión, algunos –como Isabel, que era tía de Jesús-, Marta –la hermana de su amigo- o su propio padre terrenal, José, siempre me entusiasmaron por el drama humano que encierran. Creo que el cristianismo es la religión más intensamente humana que existe. En ninguna otra se transforma un Dios, por amor, en un ser mortal.
—Antonio García Barbeito ha escrito un prólogo muy generoso en el que resalta que a Romero Murube, otro palaciego, le hubiera encantado acogerle a usted en el Alcázar por el estilo de literatura que hace.
—Se lo agradezco. Joaquín Romero Murube, que no me toca nada, murió en mi mismo pueblo diez años antes de que yo naciera, y yo le dediqué mi tesis doctoral, que fue premiada en 2010 por el Ayuntamiento de Sevilla como la mejor de aquel curso. No sé si nuestras literaturas se parecen, pero sí tengo el orgullo de haberlo rescatado, desde la Universidad de Sevilla, donde se había olvidado por completo, para el periodismo a través de su condición de articulista, que fue el ejercicio más constante y trascendente de toda su carrera.
—También Barbeito lo ha calificado como un quinto Evangelio.
—A García Barbeito, al que he tenido el gusto de conocer prácticamente por este libro que me prologa, lo ha hechizado la obra, y ahora somos amigos. Me fascina hasta qué punto me nacen amistades gracias a lo que escribo. Después de diez libros en mi humilde carrera, es una íntima alegría. No sé si Barbeito exagera, pero nos hemos llevado unas semanas de gira por toda la Cuaresma andaluza porque el libro está gustando en muchos foros: en el religioso, por supuesto, pero también en el puramente literario. Puede que este libro tenga algo de quinto Evangelio contado por los últimos y dos milenios después.
—Recuerdo haber leído hace muchos años otro libro similar al suyo, 'Figuras de la Pasión del Señor', de Gabriel Miró. No sé si lo ha leído. Si es así, ¿cómo le ha podido influir a la hora de escribir estos testimonios?
—Precisamente Romero Murube era un enamorado de la prosa de Miró, y hasta le dedicó alguna obra. Yo tengo que confesar que lo conozco muy de pasada, y ha sido después de publicar 'El pan de Emaús' cuando un paisano poeta me ha prestado esa obra de Miró. Por lo tanto no me ha influido. Mi libro, en cualquier caso, tiene un gancho distinto, que es el de la primera persona del singular de personajes a los que por primera vez se les da voz porque jamás la tuvieron.
—¿Cómo se llega desde la palabra de Jesús de Nazaret a estos personajes aparentemente periféricos?
—Yo me crie escuchando la palabra de Jesús, y no lo digo solo en sentido religioso, sino incluso literario, porque siempre me fascinó la magia de un personaje que era Dios y sin embargo actuaba tan periféricamente: en la periferia de un imperio, en la periferia de un territorio y criado en un pueblo tan de las afueras, en una familia tan humilde que precisamente por eso tuvo tan difícil que creyeran en él. Escuché tan repetidamente los Evangelios en mi época de monaguillo que toda aquella literatura se me fue clavando en lo más hondo desde mucho antes de convertirme en escritor y en profesor de Literatura.
—En 'El pan de Emaús' vemos, sin lugar a dudas, los rasgos más humanos de personajes evangélicos como Santa Isabel, Judas, Malco, San José o Simón de Cirene. ¿Qué destacaría de todos estos retratos literarios que ha realizado?
—Me llama la atención que tantos lectores reconozcan la densidad de todos esos retratos y que muchos necesiten volver a leerlos. Son personajes profundamente humanos, con sus grandezas y sus miserias, y muy distintos: ancianas como Isabel o la suegra de Pedro, muchachos como Judas, Malco o Dimas, mujeres en la cumbre de su autoconciencia como Marta o aquella mujer adúltera, o padrazos como Simón o el propio José, al que todos llaman Pepe, e incluso algún personaje especialmente culto, como Nicodemo… Me quedo con el torrente de cada monólogo sobre el antes y el después de conocer a Jesús. En ese ejercicio de empatía que supone haberme metido en la piel de cada cual, con sus circunstancias mundanas y creando una voz propia, es donde se demuestra el verdadero alcance literario del libro.
—Cada capítulo tiene una cita evangélica que sitúa al lector en el contexto de lo que va a leer.
—Sí, cada una de esas citas es justamente lo único que conocemos de cada personaje. Esos personajes son conocidos solo por esa frase que se cita. Y su eternidad, desde entonces hasta hoy, se basa en esa frase que forma parte de la cultura general: «No soy digno de que entres en mi casa», que dice el centurión romano sin que mucha gente de Iglesia sepa por qué. O «acuérdate de mí cuando llegues a tu reino», que dice el Buen Ladrón… A partir de esa frase se infiere todo un mundo, todo un pasado e incluso un futuro fabuloso que nos va envolviendo hasta la sorpresa final.
—El libro acaba con el testimonio de uno de los doce, Tomás, al que por primera vez escuchamos por su propia voz y que nos hace una revelación muy importante.
—Sí, es un poco el juego del manuscrito encontrado, como otra sorpresa muy literaria e incluso añadida a la sorpresa que ya supone el último personaje. Sinceramente, creo que esa revelación de Tomás convierte el libro en trascendente en muchos sentidos.
—Tras leer este libro, ¿cree que las personas tendrán una visión completamente distinta de los evangelios canónicos?
—Completamente distinta no. Porque el libro no va en contra de los Evangelios. Dijo Jesús que el que no está contra nosotros, está a nuestro favor. El libro enriquece la visión de los Evangelios porque la pupila del lector se ensancha inevitablemente. A partir de ahora, cuando el creyente oiga en la lectura del Evangelio de Juan hablar de Malco, que es donde únicamente se cita, ya no va a ser lo mismo. Eso pasa con el resto de personajes, que ahora son como de nuestra familia. Y el lector no creyente creo que puede encontrar una puerta menos estrecha para entrar en un mundo fascinante desde el punto de vista humano y cultural, que es lo mismo que decir literario.
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