literatura
Alfonso Guerra: «Miguel Hernández se diferencia de sus coetáneos en que se aboca a la vida sin guardas ni andén de retirada»
Finaliza el ciclo que la Real Academia Sevillana de Buenas Letras y Cajasol le han dedicado al autor de 'El rayo que no cesa'
José Luis Ferris: «Miguel Hernández subió al último vagón del tren de la modernidad y acabó siendo el maquinista»
Sevilla
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Iniciar sesiónAlfonso Guerra ha finalizado este jueves el ciclo 'Homenaje a Miguel Hernández' que le han dedicado la Real Academia Sevillana de Buenas Letras y la Fundación Cajasol y en el que han intervenido cuatro expertos en la figura de uno de los ... más grandes poetas españoles de todos los tiempos.
Con una intervención que ha llevado por título 'La inocencia y el compromiso. Miguel Hernández', Guerra ha comenzado diciendo que «me causa emoción hacerle un ciclo de homenaje a Miguel Hernández. El siglo XX dio a un gran número de poetas de calidad excelsa. Miguel posee unos caracteres propios que le distinguen de los poetas coetáneos: se aboca a la vida sin guardas ni andén de retirada. Su vida está llamada al oficio de poeta, al amor romántico y carnal, al compromiso ético y político, al sacrificio humano final. La vida, el amor y la muerte, las tres heridas que llagarán al poeta del pueblo en la lucha por la verdad. Es el poeta en el que más estrechamente van unidas la obra y su vida».
Igualmente, este académico ha señalado que «es un poeta singular y único en el panorama de la literatura española. Nació como poeta en la naturaleza. Fue capaz de escribir como el poeta que acababa de leer: San Juan de la Cruz, Lope de Vega, Góngora, Garcilaso, Quevedo, Neruda, Vicente Aleixandre o Villamediana. Es el poeta de la sinceridad autobiográfica. No quiere ocultar nada de lo que le ocurre o siente, aunque un cierto pudor le lleve a usar un conceptismo intrincado para velar algunas intimidades».
Al famoso verso «Con tres heridas yo: / la de la vida, / la de la muerte, / la del amor.», ha añadido que «al menos, no añadamos una herida más: la del olvido. Al cumplirse ochenta años de su muerte, debemos leer a Miguel Hernández, uno de los grandes de la poesía española. Un poeta pastoril en sus primeros versos, neogongorino ('Perito en lunas'), religioso, amoroso ('El rayo que no cesa), social y político ('Viento del pueblo', 'El hombre acecha' y 'Cancionero y romancero de ausencias')».
Por otra parte, el exvicepresidente del Gobierno ha señalado que este poeta «fue víctima propiciatoria de tres ideas vividas con convicción. La primera, el oficio de poeta. No era de la burguesía, de donde surgirán los intelectuales de su época. Para estos, escribir poesía es una necesidad expresiva, pero también un juego en el que no está exenta la vanidad por el éxito intelectual. Pero Miguel concibe su trabajo como un oficio, de ahí que entienda mal que no se ha sido remunerado por su obra». Una segunda idea en Hernández se refiere al «fuerte impulso erótico-amoroso. La soledad de su adolescencia en los campos y la pusilánime cultura y las costumbres del pueblo donde vive va acrecentando su pasión erótica, que desahoga en los versos con una sinceridad en la intimidad desconocida hasta entonces la literatura de nuestro país». En tercer lugar, está el «fervoroso deseo de fundirse en sentimientos e ideas con el pueblo, lo que le lleva a un compromiso sin precedentes entre poetas y escritores».
Más adelante, Alfonso Guerra ha dicho que «no puedo olvidar el crimen contra la humanidad que se cometió asesinando a Federico García Lorca, dejando morir sin asistencia a Miguel Hernández y empujando al exilio, la tristeza y la muerte a Antonio Machado. Cuánta creación genial nos han robado. Cuánta poesía despilfarrada, cuánto sentimiento, cuánta irrupción de belleza interrumpida, segada por la hoz de la barbarie».
Reconocimiento de Juan Ramón Jiménez
También este académico ha denunciado la precariedad intelectual que vivía un pueblo como Orihuela, donde sólo sabía leer un 21 por ciento de la población de un total de 21.000 habitantes que había en la época del poeta. «En sus primeros puede ya apreciarse su sinceridad. Cada día se retira al campo con sus cabras, un diccionario, la gramática y los clásicos. Su amistad con Ramón Sijé lo llevó a los clásicos. Pero pronto abandonó ese nacional catolicismo. Miguel tenía un gran deseo de abandonar Orihuela y de ir a Madrid. En vísperas de ir a Madrid le escribe a Juan Ramón Jiménez pidiéndole que le reciba y que le lea. Juan Ramón no lo recibió, pero cinco años después quedó deslumbrado por 'El rayo que no cesa'».
Tras publicar 'Perito en lunas' y abrazar el estilo gongorino de los poetas de la Generación del 27, «el libro se acogió con indiferencia y eso produjo un impacto profundo en el poeta. Era un libro complejo. Hernández comprendió que el universo poético lo trataba con altivez por su rusticidad y él quiere demostrar que es capaz de escribir citando los versos de Góngora. Miguel se refugia en Lorca, pero el poeta consagrado no aceptaba al poeta rústico. Para Hernández la escritura de poesía es un trance salvífico».
'El rayo que no cesa' marcará, según Guerra «una ruptura en la vida y la obra de Miguel Hernández. Se expresa la pena de amor insatisfecha. Las dudas han permanecido aún. Al concepto del pecado de la carne se enfrenta el ansia de gozo. En Madrid ya siente Miguel la influencia de la poesía sin pureza de Neruda. Este y Aleixandre representan el gozo de la vida. El poeta sufre de amor e intenta retirar esa pasión de su novia encontrando el amor platónico en María Cegarra y el amor físico en Maruja Mayo».
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Una nueva mirada gráfica a Walt Whitman y Federico García Lorca
Andrés González-Barba
Después de publicar, la 'Elegía a Ramón Sijé', que era «lo más hondo y mejor que he hecho», según expresaba el poeta en una carta, el estallido de la guerra señalará el compromiso de Miguel. Marchará al frente como zapador. No estuvo en el palacio Heredia Spínola, donde estaban sus amigos poetas celebrando fiestas en la retaguardia. Él creará una nueva poética y dedicará sus versos a los soldados que defienden los valores republicanos. Publicará 'Viento del pueblo'. Narra lo que siente. Un ejercicio poético en primera persona. Nunca renunció al compromiso de poeta mientras estaba en el frente. Usó un romance subjetivo en primera persona, como en el poema 'Sentado sobre los muertos'. Él representaba como ningún otro la causa republicana. Conducirá su lucha por la dignificación del oficio de poeta. 'Cancionero y romancero de ausencias' es la cima del poeta».
Ha finalizado Alfonso Guerra hablando de las 316 cartas que Miguel Hernández envió a Josefina Manresa desde la cárcel. «A pesar de todo su sufrimiento, en las cartas animaba a Josefina con su pronta liberación. Se sabe prisionero pero no abdica de su libertad. Se puede apresar a un hombre, pero no su pensamiento. Es un poeta de sangriento destino. La derrota de los republicanos y la muerte de su hijo acrecentaron su tristeza. Para despedirnos de Miguel, hagamos lo que en vida nos pidió y esperemos lo que nos prometió. Su petición y sus promesas se cumplen cada día cuando leemos sus versos. Él nos dijo: 'Aunque bajo la tierra / mi amante cuerpo esté, / escríbeme a la tierra, / que yo te escribiré'».
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