bienal
«En Japón se valora más el flamenco que en España»
La bailaora japonesa Aiko Aoki, cuyo espectáculo girará por varios países, destaca la gran afición al arte jondo en el país nipón
Aiko Aoki (Tokio, 1980) aprendió a bailar flamenco a los 18 años en la academia de Yoko Komatsubar, muy conocida en la capital de Japón, y poco después subió por primera vez a un escenario.
En 1991, formó parte de la compañía de Yoko y participó en varias giras internacionales con numerosas actuaciones en España. Profesora de baile en Tokio durante más de veinte años, en 1999 participó en un conocido y prestigioso programa cultural de la televisión pública japonesa sobre el arte jondo. Diez años después fundó su propia compañía, Azul, con la que girará durante los próximos meses por todo Japón con un espectáculo en el que participan varios españoles.
-¿Desde qué edad empezó a interesarle el flamenco?
-Con 18 años vi a Joaquín Grilo en un espectáculo en Tokio que se me quedó grabado en la cabeza. Luego vi otro de Antonio Gades. Imagínese cómo me quedé.
-Usted empezó en eso ya mayorcita...
-Sí. Y eso me dio mucha vergüenza. La mayoría de los artistas en España empiezan a los 5 ó 6 años y yo hasta los 18 no sabía nada de flamenco.
-¿Qué es lo que más le llamó la atención esa primera vez que vio un espectáculo flamenco?
-Los trajes.
-¿Y después?
-El ritmo y el compás. El movimiento de los brazos y de las manos. Todo. Aunque para un japonés es muy difícil coger ese compás tan bien como los gitanos y los andaluces.
-¿Qué tiene que ver el flamenco con la cultura popular japonesa?
-Es un arte que sale del corazón, como la música folklórica japonesa. Hay un cante tradicional japonés que tiene bastante parecido con el flamenco.
-En Tokio hay más academias de flamenco que en toda España. ¿Cómo se lo explica?
-Hay mucha afición al flamenco en Japón. Y no es una moda, lleva ya muchos existiendo. Es un arte muy importante para los japoneses
-¿En España no está lo suficientemente valorado?
-Sinceramente creo que no. Cuando vivía en Madrid a finales de los 90 la familia con la que me quedaba me preguntaba qué hacía yo en España para aprender flamenco en vez de dedicarme a ganar dinero con otra cosa. Lo consideraban una pérdida de tiempo.
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