Valentín Fuster: «Más importante que entender la enfermedad es comprender qué es la salud»
El prestigioso cardiólogo e investigador ingresó el pasado jueves como nuevo académico de Honor de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla
Sevilla
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Iniciar sesión«Es el médico español más importante del mundo», espetaba un miembro de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla minutos antes de la recepción de Valentín Fuster como académico de Honor de la docta casa. Su nombre ya figura en los documentos ... de la centenaria institución junto a los de Fleming, Jiménez Díaz o Gregorio Marañón. A caballo entre Madrid y Nueva York, este prestigioso cardiólogo, premio Príncipe de Asturias de Investigación en 1996, dirige al mismo tiempo el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares Carlos III de Madrid, el Instituto Cardiovascular del Mount Sinai Fuster Medical Center de Nueva York (lo rebautizaron hace un año con su apellido) y es editor del Journal of the American College of Cardiology (JACC), la principal fuente de información clínica en el área de la medicina cardiovascular. Como científico ha sido nombrado Doctor Honoris Causa de más de 34 universidades de prestigio, ha publicado más de 1.000 artículos científicos y ha sido citado 238.436 veces en la literatura científica. Su fugaz visita para ingresar en la academia sevillana revolucionó, con razón, al escalafón médico de la ciudad.
–En su discurso de acceso como miembro de honor de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla resaltó la necesidad de unir el progreso tecnológico y humano en la sociedad contemporánea.
–Es uno de los retos más importantes porque la tecnología está avanzando con demasiada rapidez, especialmente en el campo médico y cardiovascular, pero la mortalidad sigue aumentando. Es una gran paradoja: pese a la mejoría tecnológica, el mundo consumista está ganando la batalla. Esto nos dice que necesitamos un sistema educativo importante porque la tecnología está usurpando o cancelando la creatividad de la gente joven. En Google tienen todo lo que quieren y eso está afectando al aspecto cognitivo de la creatividad y al aspecto humano. Un ejemplo está en los estudiantes de Medicina, para quienes la exploración del paciente ya no es tan importante como el análisis de los datos. Esto nos ha hecho perder la empatía. Aunque todo el mundo habla fantásticamente bien de la tecnología, a mí me da miedo.
–Entiendo que ese temor a las nuevas tecnologías y el problema de la «cancelación de la creatividad» se verán agravados con la irrupción de la Inteligencia Artificial.
–El protagonismo de la Inteligencia Artificial ya es una realidad. Aunque desde el punto de vista técnico es fantástico, puede negar los aspectos humanísticos y creativos que he mencionado. Su verdadero peligro estará en una falta de control más sofisticada.
–Se une al distinguido grupo de académicos de Honor, que incluye a Fleming, Jiménez Díaz, Gregorio Marañón, Teófilo Hernando y Ramón Castroviejo.
–Los reconocimientos son importantes, pero en nuestra vida lo que cuentan son los hechos. Un acto como éste, con los nombres que usted ha mencionado, tiene atractivo, pero no quiere decir que vaya a estar viviendo constantemente de él.
–Sus investigaciones sobre el origen de los accidentes cardiovasculares, que han contribuido a mejorar la prevención y el tratamiento de los infartos, le valieron en 1996 el Premio Príncipe de Asturias de Investigación. Desde entonces, ¿cuáles son los últimos avances?
–Hice un cambio bastante importante hace diez años. Me di cuenta que más importante que entender la enfermedad es comprender la salud. Con tecnologías muy modernas he trabajado en comprender qué es lo que mantiene a una persona saludable. Entendiendo esto es muy probable que podamos prevenir la enfermedad. Ahora estoy en un terreno mucho más precoz, trabajando con niños y en la educación.
–Para poder llevar a cabo esos controles precoces es fundamental que en la sociedad haya una cultura de la salud.
–Sí, exactamente: tenemos que crear una cultura de la salud. Y esto debe partir desde abajo, porque siempre queremos pensar que es responsabilidad de los gobiernos cuando es una gran equivocación. La experiencia de los últimos diez años nos dice que hay que empezar en las escuelas, ir a las familias, buscar a los trabajadores. Es la única forma de que esto funcione. Y cuando eso ocurra podremos ir más arriba, hacia los gobiernos. No sería descabellado pensar que dentro de unos años exista una asignatura llamada ciencias de la salud. Es un proceso lento, pero en la vida todos contribuimos.
–¿La sociedad conoce bien los hábitos saludables?
–La gente sabe cuáles son los factores de riesgo. Saben del peligro de la falta de ejercicio, de la obesidad, de la presión arterial alta, del colesterol, de la diabetes, del tabaquismo... El problema es que la gente no se pregunta a sí misma si quieren tener salud y calidad de vida. No se lo preguntan porque tienen a su alrededor un mundo consumista que puede más que la decisión personal. Estamos viendo que los factores de riesgo que he mencionado a temprana edad pueden producir demencia senil e incluso progresar la enfermedad de Alzheimer. Todo es un problema cultural.
–¿Y cuál es la principal recomendación?
–Decidir. Usted toma la decisión de si se quiere cuidar o no. No me pregunte por su obesidad o por la presión arterial, el problema está en la decisión personal de cuidarse. Gran parte de la gente no tiene tiempo de pensar. Yo dedico quince minutos de mi día a pensar; no hago nada, sólo pienso qué es lo que funciona o no funciona, qué debo hacer... Si no hay tiempo para pensar, ¿cómo se toma una decisión sobre si me voy a cuidar cuando eso requiere mucho esfuerzo? Usted ha de decidir si se va a cuidar o no.
–Si cambiamos ese mundo consumista del que usted me habla, ¿dejaría la enfermedad cardiovascular de ser la más letal del mundo?
–Seguro, pero en estos momentos sigue siendo la más letal. La gente debe darse cuenta. Y eso sólo lo podemos implantar en gente muy joven y a edades muy tempranas. Lo que llamamos sostenibilidad: de los tres a los seis años, a los diez, a los quince… Que todo aumente de manera exponencial. Cuando eres mayor todo es muy distinto. Piense que estamos trabajando con 50.000 niños en diversos lugares del mundo y en nuestros estudios a la mitad se les trata de manera agresiva para ver cómo evoluciona el cuerpo al ejercicio físico, cómo controlan las emociones, la llegada del alcohol… Los estudios nos dicen que el ambiente es fundamental.
–Usted es un cardiólogo que predica con el ejemplo: me dicen que ha subido cinco veces el Tourmalet en bicicleta y que quiere hacerlo una sexta vez.
–El deporte, la naturaleza, la naturalidad… todo aporta.
–Tuvo el mejor expediente de su promoción en 1967, lo que demuestra que el éxito conjuga talento y esfuerzo.
–El esfuerzo es más importante que el talento. La resiliencia es un asunto fundamental que se debe enseñar y ha de empezar desde muy pronto. Si no lo hacen desde niños, no ancla en la persona adulta.
–Los investigadores españoles están en pie de guerra contra el Gobierno por la regulación de la cotización de su etapa como «becario».
–No conozco suficientemente este asunto. Vivo en Estados Unidos y es difícil opinar, aunque hace falta de manera urgente que haya médicos investigadores que puedan trabajar al cincuenta por ciento clínicamente y en la investigación. Es absolutamente crítico en España y es una de las necesidades más importantes que tiene este país que los hospitales acepten tener individuos que trabajan a tiempo parcial para que al mismo tiempo puedan tener una carrera de investigación. Así ha sido mi vida desde el principio.
–Cuando en su discurso de recepción en la Real Academia de Medicina mencionó los valores éticos y el respeto a la dignidad humana, ¿a qué se quería referir exactamente?
–La tecnología ciega y uno puede perder la empatía. Hoy venía en un tren y he visto que de las treinta personas que viajaban en mi vagón, veinte estaban con el teléfono y no hablaban entre ellas. Es un hecho obvio. Espero que la sociedad se dé cuenta y cambie porque estamos perdiendo la empatía.
–Actualmente es director del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares en Madrid, del Hospital Cardiovascular Mount Sinai Fuster en Nueva York y de la revista líder en el campo de la cardiología. ¿Cómo lo hace?
–Hay que saber organizarse. Tengo ideas muy simples, pero soy una persona muy enfocada. Creo que no vamos a cambiar el mundo, pero sí podemos contribuir con pequeñas cosas. La cuestión es qué es esa pequeña cosa. Hay que estar bien organizado y tener objetivos muy concretos y estar muy enfocado.
–Usted que vive y trabaja a caballo entre España y Estados Unidos, ¿qué sistema sanitario reivindica?
–Estados Unidos es un país joven que desde Obama está cambiando. De aquí a quince años puedo predecir que estará cambiado radicalmente. Piense que es un país de supervivientes y que ese aspecto individualista ha permanecido. La sanidad en Estados Unidos en absoluto es lo que uno desea pero sí que está en proceso de cambio.
–Es preferible saber qué quieren ser antes de quién quieren ser.
–Estoy muy de acuerdo. La gente, cuando llega a un momento relativamente alto, piensa que ya no puede tener tutores o mentores. Yo tengo dos que me siguen diciendo hacia dónde debo ir.
–El Servicio Andaluz de Salud acaba de alzar en armas a los médicos tras hacer públicos unos datos bastante cuestionables sobre los sueldos de los médicos de familia. ¿Cree usted que está bien pagada la labor de los galenos?
–Es que no conozco bien y no quiero hablar con superficialidad. En general, depende de donde uno trabaje, pero el médico trabaja mucho y hay mucho 'burnout' [agotamiento por estrés laboral].
–¿Cuál ha sido su mayor satisfacción profesional?
–Formar a gente joven.
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