El pasado Domingo de Resurrección, una escena robó sonrisas al vuelo: Juan Oliveira, el dueño del bar, vaso en mano —en realidad, muchos vasos— se abrió paso entre la gente con una tranquilidad digna de admirar. Con la ayuda de algunos clientes y el aplauso de otros tantos, recogió los vasos de cerveza a la sevillana: haciendo una torre imposible, con equilibrio digno de costalero veterano y, cómo no, el cigarrillo en la comisura de los labios.
«Así se recogen los vasos en Sevilla, ahí está, con arte y con ayuda del pueblo», decía una de las clientas, autora del vídeo viral. Mientras, Juan decía: «Esto se está acabando ya...», y observaba cómo la pila de vasos desafiaba las leyes de la física.
Los comentarios en redes no se hicieron esperar, «Anda que no, más ligero y cómodo imposible«,«y con el cigarrillo en la boca, claro», «lo que se están acabando son esos vasos, compañero. Hazlo con los vasos finos de sidra de Cruzcampo a ver si te atreves«, eran algunos de los mensajes que se podían leer en el vídeo.
Y es que Azahar no necesita carta gourmet ni decoración de revista. Su encanto está en los detalles: en el aroma de sus guisos, en el sentir de todo aquel que cruza su puerta... o en la torrecita de vasos que camina entre el gentío desprendiendo tradición y cercanía.
Porque en Sevilla, el arte no se enseña. Se hereda. Y en este rincón cofrade, hasta los vasos saben rezar.
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