Sevillano y figura esencial de Unicef: «Tenía una vida en mi tierra y, de repente, me vi en otro mundo»
Joaquín González-Alemán es Jefe de Planificación Estratégica de la agencia de la Organización de las Naciones Unidas
SEVILLA
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Iniciar sesiónAma a Sevilla: «Es mi casa; aquí nací y tengo familia y amigos». Pero mira hacia fuera. Estudió en el Colegio Alemán. Pero pronto aprendió también otros idiomas. Es cordura, pero habla con el corazón. Es perseverancia. Lo dice despacio: «perseverancia». Parece repetirlo en forma ... de escudo cuando Joaquín González-Alemán escucha halagos y se le pregunta qué pasos ha dado hasta convertirse en el jefe de Planificación Estratégica de la división de Recaudación de Fondos y Partenariados con el Sector Privado de Unicef en Ginebra. «Recuerdo perfectamente cuando mi madre, siendo yo un niño, me decía que tenía que conocer otras cosas, aprender otras coas, ver mundo».
-Pues le hizo caso, ¿no?
-A los 17 años ya me fui a estudiar a Estados Unidos, cerca de Detroit. Me becaron. Fue una experiencia que me marcó mucho. No era como ahora, que puedes tener conexión por videollamadas. Entonces hacía dos llamadas al año, y me comunicaba con cartas.
-¿Qué vio?
-Otro mundo. Yo acababa de salir de Sevilla, y de repente, estaba rodeado de personas de otras nacionalidades, con otras culturas, con otras religiones. No sabía que existía ese mundo. Mi vida en Sevilla era estudiar, estar con la familia y los amigos, jugar también al rugby. Pero fui abriendo otros horizontes, aprendiendo de otras formas de vivir.
-¿Hizo la carrera universitaria en Estados Unidos?
-No, no. Seguí viajando. La carrera la hice en Bélgica. Seguí mezclando culturas.
-¿Cuándo empezó su interés por ayudar a los demás?
-Me había llamado la atención el proceder de Naciones Unidas, con Acnur. Hice la prestación social en la oficina de Acnur en España y luego me fui a Bosnia, justo al terminar la guerra, para apoyar el retorno de refugiados y desplazados a sus hogares.
-¿Cuándo entró en Unicef?
-El 9 de septiembre de 2001.
-Pues sí que se acuerda.
-Como para olvidarme. Dos días después fue el atentado contra las Torres Gemelas y lo vi en directo en la televisión de mi habitación del hotel.
-¿Dónde estaba usted?
-En la República Democrática del Congo.
-¿Estaba de paso?
-No, ¡qué va! Yo vivía en Bruselas, pero ese 9 de septiembre que llegué a África era para quedarme.
-¿Cuánto tiempo estuvo?
-Un año y medio.
-¿En qué otros países ha vivido trabajando para Unicef?
-En muchos, muchos. En Vietnam, en Panamá, en Ecuador, en la India...
-¿Y cuál le ha impresionado más?
-Todos te marcan, pero sí es cierto que la India reúne una serie de particularidades que la hacen única. Con una población de unos mil trescientos millones de habitantes, la diversidad de los retos que enfrentan y la magnitud es muy alta. Piense que hay unos 450 millones de personas que defecan al aire libre. Puede imaginarse la situación en la que viven muchas personas allí, la presión demográfica…. Por otro lado, también le digo que las familias de la India no son muy distintas a las de España. Tienen sus aspiraciones, que pasan por buscar las formas de tener las necesidades cubiertas de sus familiares, de darles la mejor educación a sus hijos para despuntar sobre los miles de millones de personas y prosperar; también defienden y disfrutan de sus aspiraciones, pero…
-¿Qué se puede hacer?
-Es una cuestión de justicia social, de ofrecer oportunidades a la infancia para que prospere el país.
-Un amigo médico me dijo una vez que medio mundo muere de hambre, y el otro, de colesterol.
-Su amigo, sin duda, se refería a la desigualdad existente.
-¿Y?
-No es un acto de caridad. Los gobiernos deberían tener políticas fiscales más justas, hacer cumplir los derechos de las personas, de la infancia; no es un favor, ni un servicio, es hacer cumplir derechos económicos, políticos y sociales. Pero lo mismo pasa en nuestros países, los que componemos Europa. Hay muchos países ricos, pero también pobreza y exclusión.
-¿Sufre mucho?
-También tengo mi corazón, claro. Pero hay que tener la cabeza fría.
-Se lo digo porque usted está observando, y sobre todo viviendo, las desigualdades que hay en el mundo, mientras buena parte de la sociedad mira a otro lado.
-Es como un médico que tiene que abrir en canal a un paciente para operarlo de un problema importante. Puede salir bien, o no. ¿Le afecta al médico? Es parecido. No puedo, no debo, mirar para otro lado. Hay muchísimas personas que nos necesitan.
-Comenzando por los niños.
-Eso es. Hay mucho trabajo ahí, empezando por darle oportunidades a los niños, haciéndole ver a los gobiernos que invirtiendo en ellos es el camino del desarrollo de un país.
-¿No le da la sensación de que los niños vienen más preparados a la vida, y que los adultos, en algunos casos, son capaces de estropearlo?
-Hay una frase de una bióloga que dice que los niños son como el departamento de investigación y desarrollo de una empresa, y que los adultos somos el departamento de ventas. Y sí, los niños son empáticos, los niños son creativos, los niños no tienen prejuicios.
-Un mundo de niños.
-Protegidos y con oportunidades para desarrollar todo su potencial como individuos y aportar al máximo dentro de sus comunidades, de la sociedad en que viven.
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