Una historia de Sevilla... en verano
Tiene Sevilla una fiesta por Santiago y Santa Ana
Llegaron los días señalaítos al arrabal de la orilla derecha del Guadalquivir y con ellos Triana vuelve, como cada año, a revivir y celebrar la que es la fiesta en activo más antigua de Sevilla y posiblemente de toda Andalucía
Todos los capítulos del serial 'Una historia de Sevilla'
Ambiente en las casetas de la calle Betis de la Velá de Santa Ana
La Velá de Santa Ana es una celebración que lleva más de siete siglos enraizada en el arrabal desde época de Alfonso X, el rey Sabio. La historia de la madre de la Virgen, su parroquia y su Velá es también la historia de la ... ciudad y de su arrabal, guarda y collación de Sevilla.
Santa Ana, la madre de María y abuela de Cristo
Santa Ana fue la madre de la Virgen María y, por tanto, la abuela de Jesús. Su historia no aparece en los evangelios canónicos, pero sí en antiguos textos como el Protoevangelio de Santiago, escrito en el siglo II, que narra con detalle su vida junto a San Joaquín.
Vivían en Jerusalén y llevaban años deseando un hijo. Eran piadosos, generosos, pero estériles, lo que en aquel tiempo era visto como una señal de deshonra. Un día, Joaquín fue rechazado en el templo por no tener descendencia. Humillado, se retiró al desierto durante cuarenta días, ayunando y rezando. Ana, sola, lloraba su tristeza en un jardín, cuando se le apareció el arcángel Gabriel y le anunció que concebiría una hija bendita entre todas las mujeres. Al mismo tiempo, otro ángel comunicaba la noticia a Joaquín en el desierto.
Santa Ana en silencio. Pintura mural del siglo VIII procedente de la catedral de Faras, en la antigua Nubia. Una de las iconografías más antiguas de la abuela de Cristo
Ambos regresaron a Jerusalén y se encontraron en la Puerta Dorada. Allí se abrazaron, y de ese encuentro, dice la tradición, nació la Virgen María. Cuando la niña cumplió tres años, cumplieron su promesa: la llevaron al templo y la entregaron a los sacerdotes para que fuera consagrada a Dios.
Este mismo relato aparece también en el Corán, donde Ana —llamada Ḥannah— hace voto de entregar a su hija al servicio divino antes incluso de nacer. María fue acogida en el templo bajo la protección del profeta Zacarías.
Hasta ahí lo que sabemos de la abuela de Jesús.
Sevilla, el regalo de cumpleaños de Fernando III a su hijo Alfonso
El asedio a Sevilla comenzó en el verano de 1247. Fernando III, tras tomar Córdoba y Jaén, dirigió su atención a la gran ciudad del sur. Sevilla era un objetivo clave: capital política y espiritual del Al-Ándalus occidental. El cerco fue largo, duro y meticulosamente planificado. El ejército cristiano se desplegó por tierra en torno a la muralla y por el río con la ayuda de la flota de Ramón de Bonifaz, que bloqueó el Guadalquivir y acabó por romper el puente de barcas que unía Sevilla con Triana el 3 de mayo de 1248.
En medio de la campaña, llegó al campamento el infante Alfonso, primogénito del rey, quien más tarde sería conocido como Alfonso X el Sabio. Tenía 26 años. Aquel joven infante, testigo directo del cerco, asedio, conquista y posterior cronista de los hechos, sería quien años después quien levantaría la gran iglesia de Santa Ana en la orilla derecha del Guadalquivir, la Catedral de Triana.
Entrega de las llaves de Sevilla por el caudillo Axataf al rey Fernando III en 1248. Detalle del lienzo de Juan de Espinal (s. XVIII), conservado en el Ayuntamiento de Sevilla
La ciudad capituló el 23 de noviembre de 1248. Esa fecha, además de tener un fuerte simbolismo religioso —día de San Clemente, papa romano y mártir arrojado al Mar Negro—, coincidía con el cumpleaños del infante Alfonso. Se intuye que Sevilla fue, en cierto modo, un regalo de Fernando III a su vástago y heredero: la entrega de la ciudad más importante del sur al joven que habría de reinar. Con la entrada triunfante solemne el 22 de diciembre, la ciudad pasaba a formar parte de la Corona de Castilla y al dominio cristiano.
Tras la muerte de su padre en el Alcázar en 1252 —«el postrimero día de mayo»—, Alfonso X fue elevado como rey de Castilla el 1 de junio en la mezquita-catedral de Sevilla. A partir de entonces inició un ambicioso programa de transformación: repobló la ciudad, organizó el arrabal y la Puebla de Triana, construyó las Reales Atarazanas, otorgó Fuero Real a Sevilla y ordenó levantar el Palacio Gótico del Alcázar, además de levantar una nueva iglesia con entidad catedralicia en la orilla derecha del Guadalquivir.
Una nueva Sevilla acababa de comenzar.
La Real Parroquia de Santa Ana, erigida por Alfonso X
La Real Parroquia de Santa Ana, levantada en Triana por Alfonso X El Sabio en honor a la abuela de Cristo en torno a 1270 por una dolencia de los ojos
En torno a 1270, levantaría Alfonso X la Real Parroquia de Santa Ana en una recién nacida Triana. Cuenta la tradición y el cronicón que la mandó construir por una promesa a la Virgen María, tras haber sanado de una grave dolencia en los ojos. Como muestra de gratitud, ordenó edificar un templo en honor a su madre, Santa Ana. Un arrabal que acabaría integrando su culto con fuerza, y que la bautizaría con el apodo que aún hoy perdura: Señá Santa Ana.
Poco antes, al otro lado de los Pirineos, el rey Luis IX de Francia —San Luis—, tío de Alfonso X y primo hermano de Fernando III, promovía también la devoción a Santa Ana. En la catedral de Chartres, uno de los grandes santuarios marianos del mundo, se veneraba desde el siglo XIII una de las reliquias más preciadas de la cristiandad: la cabeza de Santa Ana, traída desde Tierra Santa por los cruzados. La herencia de aquella devoción atravesó los reinos, pasando de Francia a Castilla por la vía dinástica. En 1269, el propio hijo de Alfonso X, el infante Fernando de la Cerda, se casó en Burgos con Blanche de France, hija de San Luis. Aquel matrimonio selló no solo una alianza entre coronas, sino también la transmisión de una devoción común: la de la abuela de Cristo, la veneración a Santa Ana.
La Velá de Santa Ana: la fiesta más antigua de Sevilla
Santa Ana, la Virgen y el Niño. Grupo escultórico de del siglo XIII, de estilo gótico, de tiempos de Alfonso X el Sabio. Se veneran en la parroquia de Santa Ana y fueron objeto de velación desde la Edad Media. En ellas está el origen de la fiesta
Desde el siglo XIII, Triana viene celebrando la fiesta de Santa Ana. En origen, las imágenes góticas de Santa Ana y la Virgen se velaban en la noche del 25 al 26 de julio. He ahí el origen de la fiesta.
Poco a poco, aquella vigilia religiosa fue convirtiéndose en celebración popular. Triana, un barrio con identidad territorial muy marcada, orientado a poniente y en la orilla del río, trasladó la devoción desde el interior del templo a las calles, a los corrales de vecinos y a la ribera del Guadalquivir. La fiesta de Santa Ana pasó a ser también fiesta de reunión, de comida, de cantes y de convivencia para el pueblo.
La comunidad gitana, presente en el arrabal desde el siglo XVI, aportó su forma de vivir la fiesta: el ritmo, la música, la estética, el calor de los patios y, en definitiva, una forma de ser y de estar. Cantarían Gracia de Triana y Antonio Mairena esta bella letra por bulerías:
Tiene Sevilla una fiesta
en Santiago y Santa Ana,
que se celebra con rumbo
en el barrio de Triana.
A la orilla del río Guadalquivir
mantones de Manila lucen allí,
gitanas y señoras que se pasean,
y la más pura gracia se saborea.
La cucaña, de origen italiano, encontró en el Guadalquivir su mejor escenario y se convirtió en símbolo inconfundible de la Velá. Ya en el siglo XX, el Ayuntamiento reguló la fiesta de manera oficial, incorporando las casetas en la calle Betis, alumbrado, actuaciones y títulos honoríficos. Pero el alma de la Velá sigue siendo la misma: celebrar a la Señá Santa Ana como se lleva haciendo desde hace más de siete siglos. La Velá de Santa Ana es la fiesta en activo más antigua de Sevilla y, posiblemente, de toda Andalucía. Herencia directa de Alfonso X el Sabio.
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