«Vivimos en una época rítmica, no melódica»
Luis Sagi-Vela _ Cantante de zarzuela
-Hijo de barítono y soprano, ¿en su casa siempre cantaban en la ducha?
-No, no crea, yo inicié la carrera de ingeniero y también estudiaba inglés. Me compraba discos americanos y los cantaba para sacarles la letra. Mi padre me oyó y me ... dijo que tenía voz...
-Y dejó la carrera de ingeniero...
-Mis padres me dijeron que me lo pensara durante tres meses, pero les contesté en diez días, y ellos me ayudaron en todo.
-Su madre casi le parió sobre las tablas...
-Mis padres estrenaron «Las golondrinas», y mi madre la estuvo cantando hasta cinco días antes del parto. Así que digo que estuve en aquel estreno (Risas). Antes las cosas se hacían de forma más heroica, ahora las cantantes son más delicadas.
-O sea, que estaba predestinado.
-No crea, ninguno de mis hermanos ha sido cantante. Eso son misterios que no tienen explicación. Mi voz es mezcla de la de mi padre y de la de mi madre.
-También se vio abocado a ser el empresario de espectáculos más joven de su época...
-Tuve doce años mi propia compañía y la manía de contratar a los mejores actores y los mejores cantantes, Conchita Panadés, Antonio Martelo, Teresita Silva y Marco Redondo...
-¿Afectó la actividad de empresario en su carrera artística?
-Sí, la responsabilidad de tener a tu cargo a 65 personas. Traté de buscar una solución a la crisis de la zarzuela, busqué alternativa y estrené varias comedias musicales... Ahora ya no se produce ni estrena zarzuela, salvo en el Teatro de la Zarzuela. La crisis es evidente porque no se escriben obras, los presupuestos son mayores, y la gente en cuanto destaca se dedica a la ópera. Aquello se ha acabado. Los tiempos tienen otras necesidades y el público otras querencias.
-¿Hace mucho que no oye tararear zarzuela por la calle?
-Antes se oía a las muchachas del servicio por los patios, que las cantaban. Ahora los jóvenes cantan cosas en inglés, esas cosas repetitivas del rock, y no saben lo que dicen. Vivimos en una época rítmica y no melódica, y en la música clásica y en la ópera pasa lo mismo.
-¿Por qué viene tanto a Sevilla?
-Soy un gran admirador de la ciudad. He viajado mucho y, cuando he estado una Navidad fuera de España, mi representación de España era Sevilla. Y, como dijo, Machado, «...y Sevilla».
- En Sevilla se han ambientado muchas óperas, pero menos zarzuelas...
-Y eso será cada vez más así, porque qué cantante con facultades se va a dedicar a la zarzuela ¿Para cantar en el desierto y morirse de hambre? Si uno triunfa en la ópera tiene un mercado internacional, mientras que la zarzuela es local. Como Carlos Álvarez, que debutó con «La del manojo de rosas» y luego pasó a la ópera.
-¿Le gusta lo de «género chico»?
-Eso se dice por la duración, porque duraba una hora, y entonces se hacían tres seguidas, la última a la una de la madrugada, pero no porque sea un arte chico. Es difícil crear una joya en tan poco tiempo. «La verbena de la paloma» y «La revoltosa», por ejemplo, son dos obras maestras de música y de libro.
-¿Cuándo empezó la crisis?
-No se puede precisar, fue languideciendo poco a poco. Tras «La del manojo de rosas» no se ha estrenado nada que haya quedado en repertorio, y le hablo de 1934.
-¿Cómo pasó la guerra?
-En América, donde canté en todo el continente menos en México y Chile. En Estados Unidos canté en cinco idiomas para la segunda emisora de radio del país. Traje esos programas grabados en los discos de entonces, pero al llegar en barco a Vigo se los quedaron todos en la aduana.
-¿En América aman la zarzuela?
-Tiene gran aceptación. Estuve con el maestro Penella y estrené «Curro Gallardo» y «Don Gil de Alcalá» y al final el público aplaudía y gritaba «Viva España», y eso emociona mucho.
-También fue actor en Cinecittá.
-Hice dos películas, «El huésped del sevillano», la zarzuela del maestro Guerrero, y «El último húsar», que fue un gran éxito. Hace poco pedí una copia, pero me dijeron que se quemó la filmoteca y que esa película se había perdido y sólo habían quedado las fotos.
-¿De las casi treinta zarzuelas qué interpretó cuál le reportó más éxitos?
-Quizás «Luisa Fernanda», que la estrenó mi padre, y la he hecho más de cien veces, y «La del manojo de rosas», que la estrené yo y también la he hecho más de cien veces. Con Tamayo estrené «Al sur del Pacífico» y «El hombre de la Mancha», haciendo el Quijote, que es lo que he hecho toda mi vida. Hacer de Quijote entra dentro de la filosofía de un empresario lírico (Risas).
-¿Le dio consejos a su sobrino Emilio Sagi, como director del Teatro de la Zarzuela?
-No, sólo cuando hizo «La del manojo de rosas». Vale mucho y es muy estudioso.
-¿Hay que estudiar mucho para ser buen cantante?
-Antes había cantantes analfabetos que firmaban con la huella del dedo, y famosísimas actrices analfabetas pero que tenían unas cualidades extraordinarias y se aprendían los papeles que les leía el apuntador hasta que los memorizaban.
-Su hermano, Sagi-Barba, fue futbolista del Barcelona en los años veinte ¿hoy es mejor ser futbolista que cantante lírico?
-Sí, desde luego. Pero mi hermano era ingeniero también. Entonces los futbolistas tenían su carrera y el fútbol era una afición. Él jugaba con Zamora, Samitier, Piera y Alcántara, que era médico, y Sancho, que era guardia de la porra. Yo jugué con ellos, una vez que faltaron a un entrenamiento, en un descampado de Figueras. Ganaban quinientas pesetas siendo internacionales. El valor del dinero ha cambiado tanto... Mi primer coche, un Studebaker, me costó 17.500 pesetas en 1934.
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