Los «cacharritos», la Calle del Infierno de Sevilla en tiempos de coronavirus

Después de un año de pandemia y coincidiendo con la segunda feria de abril suspendida por el coronavirus, Vive Park despega con el objetivo de reanimar a un sector que lleva un año sin facturar y en el que la mayoría de los trabajadores ha tenido que buscarse la vida, casi todos trabajando de camioneros.

Sin embargo, entre la Calle del Infierno que los sevillanos recuerdan y la de este año hay muchas diferencias, todas relacionadas con los protocolos de seguridad que marca el coronavirus. La principal es que el recinto está vallado y hay siete accesos regulados, unos de entrada y otros de salida, ya que el aforo es limitado y sólo se permitirán entre 7.500 y 8.000 personas como máximo en un horario de 11.30 a 22.30. Y que hay que llevar mascarilla para montarse en las atracciones.

Hay puestos de gel higienizante por todo el recinto para que el público se lave las manos. En las entradas y en las atracciones. Este viernes los feriantes ultimaron todos los detalles que pasan por señalización en los suelos para las colas distancias de seguridad y para evitar aglomeraciones, limpieza de asientos entre viaje y viaje y aforo limitado en las atracciones. En unas es al 30 por ciento, otras al 50 y en otras sin límite. Por ejemplo, en los coches locos de los pequeños no hay límite y se pueden ocupar todos. En la noria se montan hasta cuatro por cabina, simple que sean de la misma familia.

En el Supercanguro un cartel anuncia que los coches se desinfectan con productos homologados antes de cada viaje (los pulverizan con una pistola de hidrogel)y que en cada  uno sólo pueden montarse dos personas. Así ocurre en la mayoría de atracciones donde hay que mantener las distancias y se guían por distintos aforos según el tipo de atracción. En cuanto a los precios, la mayoría se mantiene o si acaso bajarán para animar al público. Ayer algunos feriantes todavía dudaban qué hacer. Los de los pequeños costarán tres euros un viaje y diez euros cuatro. En los de adultos, tenían previsto reunirse para consensuar tarifas. Seguramente la mayoría rondará los cuatro euros aunque tanto los precios como la duración de los viajes pueden variar en función del público que acuda.

La incertidumbre era la sensación que predominaba entre la mayoría de ellos. Porque después de un año tan duro y de la inversión realizada para el montaje, esperan que el público responda y puedan remontar. Pese a que la mayoría no ha traído todas sus atracciones confían en que sea un punto de inflexión y puedan exportar el modelo sevillano a otras ciudades. Algunas se han interesado por montar algo similar.

«Esto no es la calle del Infierno, es un parque de atracciones», admitía  uno. Rogelio García, dueño de otra atracción era optimista: «La gente está loca por salir a la calle. Hace falta que a los niños les dé el aire». Esperamos que el público de Sevilla se comporte». Y que ningún rebrote lo impida