Santa María la Blanca: el templo que soñó el Patricio

Cuenta la leyenda que una noche, mientras el patricio Juan y su esposa dormían, la Virgen se les apareció en sueños para transmitirles que debían edificar una iglesia en el lugar donde encontrarían nieve fresca al día siguiente, cuya planta quedaría trazada en la cima de un monte. Aquello sucedió en la madrugada del 5 de agosto del año 358, en pleno verano romano. La nevada tuvo lugar milagrosamente en la colina del Esquilino. El patricio Juan y su esposa se reunieron con el Papa Liberio, que reinaba en Roma por aquel entonces, para narrarles lo ocurrido. El pontífice envió una procesión y comprobó que, efectivamente, había nieve en el monte, por lo que mandó construir la basílica de Santa María de las Nieves, el primer templo dedicado a la Virgen en Occidente. Hoy, a esta iglesia se le conoce por el nombre de Santa María la Mayor, y es la primera que visitó el Papa Francisco el primer día de su pontificado. Aquel milagro que dio origen a la construcción de la basílica en Roma, sirvió para remodelar un templo en Sevilla levantado sobre tres religiones monoteístas: la cristiana, la musulmana y la hebrea. En 1655, para conmemorar la bula del Papa Alejandro VII por la que se autorizaba la fiesta de la Inmaculada Concepción, comenzaron las obras de reconstrucción de la antigua sinagoga medieval. Fue el canónigo de la Catedral Justino de Neve quien concibió un programa iconográfico para exaltar el origen de la advocación del templo. Por eso, encargó en 1662 a su amigo Bartolomé Esteban Murillo que pintara cuatro lienzos: dos de ellos, de gran tamaño, se colocarían bajo la cúpula y a lo largo de la bóveda de yeserías blancas y doradas, narrando el pasaje del sueño del Patricio y del encuentro de éste y su esposa con Liberio. También encargó otros dos para que presidieran las naves laterales: el pueblo de Sevilla ante la Inmaculada Concepción y el Triunfo de la Fe y la Eucaristía. Hoy, Santa María la Blanca sigue la misma iconografía ideada por Justino de Neve aunque, de los cuatro cuadros que pintó Murillo originalmente para la iglesia, sólo quedan unas copias después de que el marical Soult las robara y las mandara para Francia. Las dos escenas del patricio Juan se encuentran en el Museo del Prado, la Inmaculada en el Louvre y el Triunfo de la Eucaristía en una colección privada en Londres.Santa María la Blanca, un joyero para exaltar a la Inmaculada Concepción - Vanessa GómezTambién conserva la iglesia las huellas de su pasado cristiano, musulmán y hebreo. La portada sur del templo, en la calle Archeros, tiene dos columnas con capiteles visigodos tratando de reivindicar las raíces cristianas antes de la llegada de los musulmanes. La norte, conserva la puerta de ingreso y un recuerdo del patio de las abluciones. Y, de la antigua sinagoga, mantiene la orientación este-oeste y la configuración actual del interior. En cualquier caso, este espacio privilegiado de la historia de Sevilla ha sido durante un milenio un lugar de oración, ya sea para los islámicos, para los hebreos o para los cristianos. (function() {var a = String(Math.random()) * 10000000000000; new Image().src = 'https://pubads.g.doubleclick.net/activity;dc_iu=/4900/DFPAudiencePixel;ord=' + a + ';dc_seg=923189270?'; })(); De la mano de su párroco, Miguel Ángel Núñez, ABC recorre el pasado y el presente de este enclave fundamental para comprender la historia y el arte de Sevilla. «El antiguo título de Nuestra Señora de las Nieves entra en juego con la blancura de la Inmaculada concepción, de ahí el cromatismo blanco y dorado de las yeserías», explica.En el cuadro de la Cena aparecen representados junto a Cristo los retratos del donante de la pintura y el del propio Murillo - Vanessa GómezLa Última CenaLo único que queda de Murillo en el templo, tras la rapiña de Soult, es el cuadro de la Última Cena ubicado en un lateral de la nave del Evangelio. «Esta pintura permaneció porque, en aquel momento, a Murillo se le vinculaba al color y este cuadro es profundamente tenebrista, por lo que los franceses no lo vinculan al artista», comenta Miguel Ángel Núñez. Este cuadro es de producción anterior al resto y fue encargado en 1650 por un canónigo para la hermandad sacramental del templo, antes de su transformación. En aquel momento, Murillo vivía una etapa de duelo por la muerte de varios de sus hijos en la epidemia de peste del año anterior. Es por eso por lo que el pintor plasma la escena sumida en el tenebrismo que él mismo sentía en su interior. El párroco relata la escena: «En relación a los personajes, todos se corresponden con retratos de personajes de la época y el único que destaca por su idealismo es la figura de Cristo. Pese a los puntos de luz, es el rostro del Señor el que irradia el esplendor que ilumina a los apóstoles. Junto a él aparecen dos personajes. El de San Pedro se atribuye al donante. Y, el de San Juan, se vincula a un autorretrato de Murillo». Otro de los cuadros que destacan en Santa María la Blanca está situado junto al de la Santa Cena y es la última obra documentada de Luis de Vargas, que reproduce el entierro de Cristo y que sirvió como capilla mortuoria para la familia Alemán.El tríptico de Luis de Vargas para Santa María la Blanca - Vanessa GómezEn cuanto a la retablística y la escultura, el mejor de los altares que tiene el templo es el de San Juan Nepomuceno, obra en su totalidad de Benito Hita del Castillo. Aunque, por su importancia central, el retablo mayor es otra obra de peso en el templo. El propio Justino de Neve contrató su ejecución al maestro ensamblador Martín Moreno. Lo preside la Virgen de las Nieves, una imagen que realizó Juan de Astorga en el siglo XIV y que es la titular de la hermandad de gloria del mismo nombre, la única con vida que radica en el templo. En el presbiterio se ha añadido recientemente un crucifijo atribuido a Juan de Mesa hacia 1620.Por otro lado, justo al comienzo de la nave de la Epístola se abre un segundo espacio que acoge la capilla del Sagrario. No es tanto el valor artístico como el histórico, ya que en ella se encuentran las primitivas imágenes de una cofradía populosa que se extinguió en Sevilla en el siglo XIX: la del Santísimo Cristo del Mandato, Nuestra Señora Virgen del Pópulo y San Juan Evangelista, más conocida como la del Lavatorio. Las tallas se atribuyen a Montes de Oca.

Santa María la Blanca: el templo que soñó el Patricio

Durante un milenio, el templo ha sido un lugar de oración para musulmanes, judíos y cristianos, de los que conserva su huella, así como de la iconografía que dejó Murillo y que robaron los franceses

En imágenes, Santa María la Blanca, una de las iglesias con mayor patrimonio histórico y artístico de Sevilla

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