Reportaje
El terrible viaje de una niña esclava sexual hasta Sevilla
María encontró refugio en una casa de acogida tras convertirse en testigo protegido. Quiere alzar la voz para que otras inmigrantes explotadas se enfrenten a las mafias: «No tengas miedo, denúncialos»
María junto a una trabajadora social durante la entrevista
En 2019, un informe de la ONU señalaba a España como el tercer país del mundo en consumo de prostitución . El 36% de los españoles ha pagado alguna vez por sexo y detrás de esas cifras hay mujeres que ... en muchos casos fueron obligadas a ejercer, amenazadas por organizaciones que se lucran con el tráfico de seres humanos y la explotación sexual. En los últimos años en Sevilla están creciendo los casos que llegan a los juzgados y que sientan en el banquillo a estas mafias. Es un síntoma inequívoco de la actividad que se esconde, principalmente, en viviendas reconvertidas en burdeles, que es hacia donde se está desplazando la prostitución en esta provincia.
La piedra angular de esos casos judiciales son los testimonios de las víctimas que logran vencer su miedo señalando a su explotador.
María, como quiere que se le identifique, es una de esas chicas valientes. Acepta ser entrevistada porque quiere ayudar a otras mujeres, desterrando los temores que las propias organizaciones les inculcan para que no hablen. Ella lo hizo y se convirtió en testigo protegido. Confió en la Policía, en las organizaciones que rescatan a estas mujeres de las garras de la explotación sexual y hoy en día ha podido reconducir su vida hacia la normalidad. Tiene trabajo, una relación estable y vive como una vecina más en Dos Hermanas. Su historia es la de una inmigrante que huyó de la pobreza en busca de un futuro en Europa. Con la oferta inocente de un vecino, allí en su país natal (Nigeria), comenzó todo:
«Era un chico que conocíamos de hace tiempo. Un día me comentó que su madre trabajaba en España en una peluquería y que me podía ofrecer un puesto». Era una oportunidad para una chica de 17 años, con seis hermanos más y una madre que no ganaba lo suficiente. «Mi obsesión era ayudarla y alguna vez pensé en marchar a Europa para enviar dinero». En Nigeria las noticias de los riesgos que corren los inmigrantes en la larga travesía hasta alcanzar las costas del norte de África son conocidas. «Sólo le conté lo que iba a hacer a una de mis hermanas, que me dijo que no aceptara ninguna otra cosa que no fuera trabajar donde me habían prometido». La propuesta venía de un amigo, de alguien con quien había jugado en el pasado, se confió y el engaño se completó cuando le entregaron ropa y comida para el viaje.
Antes de partir, la llevaron a un lugar donde se practican rituales vudú con los que consiguen someter a las víctimas. «Me habían cogido unas bragas y después mataron a una gallina y con su sangre, mezclada con whisky, el santero me amenazó: o pagas cuando llegues, o morirás». El peso de las creencias y la sugestión de una adolescente atemorizada hizo que aquel hilo imaginario la ahogara lo suficiente durante el tiempo que duró su pesadilla.
La 'bambina' ante la crueldad
María es menuda y aunque hoy tiene 24 años, bien podría pasar por una menor. Una apariencia frágil que la salvó de los peores peligros en el camino que emprendió el 7 de febrero de 2016 con destino a España. La primera parada fue en Sokoto (Nigeria) donde la llevaron a una casa con más chicas como ella. «Me dijeron que si me preguntaban, les tenía que decir que iba a Europa a reunirme con mi madre». Aquel grupo inicial de seis chicas fue creciendo en número conforme fueron sumando kilómetros metidas cuatro de ellas en el maletero de un coche. «No podíamos hablar ni hacer ningún ruido. Viajábamos de noche y parábamos de día». Así hasta llegar a una ciudad clave en las rutas de inmigración: Agadez , en Níger.
Mujeres nigerianas que estaban siendo explotadas en el momento del rescate
En ese enclave que está prácticamente en las puertas del desierto del Sahara, salen las caravanas de inmigrantes subsaharianos . Allí también se decide su suerte: «A mi me pusieron en el grupo de las que íbamos a Europa, pero a otra le dijeron que se quedaría en Libia. No paraba de llorar. Estaba aterrorizada. Traté de ayudarla en lo que pude». Organizaciones internacionales han denunciado en reiteradas ocasiones los abusos que sufren los inmigrantes en ese país donde se mercadea con las personas como si fueran esclavos. «La gente es muy cruel. Nos pegaban por el camino. Yo me salvé porque me veían muy pequeña, me decían que era una bambina».
El 7 de julio, cinco meses después de haber salido de su casa, María cogió una patera con otras 128 personas más. En una playa junto a Trípoli (Libia) partieron aquella noche siete embarcaciones más. Esta vez sí tuvieron suerte porque nada más entrar en aguas italianas, una embarcación de la Cruz Roja los rescató cuando ya el agua estaba entrando en la barcaza. «Por mi aspecto pensaron que era una niña y me sacaron primero junto a los bebés y otros pequeños». De allí a un centro de refugiados de Sicilia. Tras varias semanas pudo contactar de nuevo con aquella mujer que le iba a ofrecer un trabajo en España y que le gestionó su traslado en avión y tren hasta que llegó a Pamplona. Siempre acompañada y vigilada por otros compatriotas, miembros de la misma organización criminal. María había engordado su deuda pero pensaba que lo pagaría haciendo horas en la peluquería.
«No supe lo que me venía encima hasta que me llevaron a un polígono industrial, me soltaron allí y me dijeron que si se paraba alguien le dijera: 30 euros por...y 10 por...»
«No supe lo que se me venía encima hasta que me llevaron a un polígono industrial, me soltaron allí y me dijeron que si se paraba alguien le dijera: 30 euros por... y 10 por...». Aún hoy le cuesta verbalizarlo. Se dio de bruces con la realidad y recordó lo que su hermana le había dicho. Durante un tiempo intentó esquivar a los clientes , pero la organización le controlaba si aquel día había ganado dinero o no. «Como no hacía nada, me empezaron a amenazar» . Atrapada en un país extraño, sola, sin documentación y sin recursos, acabó ejerciendo. Los clientes pagaban por acostarse con una chica con aspecto de niña. María acababa de cumplir los 18 años.
María, que es testigo protegido, mira el futuro con optimismo
Hasta que un buen día un policía de paisano se acercó a ella, le pidió que se subiera a su coche como si fuera un cliente más. Ya dentro sacó su placa y se identificó. A la Policía Nacional les había llegado la información de que podían estar explotando a menores en un polígono de Pamplona e inició una operación. «En un principio les metí. No me fiaba de ellos. No sabía qué podían hacerme». La llevaron a un centro donde uno de sus traficantes trató de contactar con ella tras descubrir donde la habían mandado. «Por suerte una trabajadora social se interpuso para que no hablara conmigo». Un policía se convirtió en su agente de apoyo y fue ganándose poco a poco su confianza hasta que logró que aquella chica menuda les relatara cómo había llegado a España. Se convirtió entonces en testigo protegido .
Sevilla fue la salida
«Me ofrecieron mandarme a Sevilla o a Valencia para protegerme y alejarme de la organización. Yo les había escuchado a los que me habían explotado que tenían gente en Valencia. Temía que me pudieran encontrar y me decidí por Sevilla». Aquí le acogieron las religiosas de una de las asociaciones que conforman en esta provincia una tupida red asistencial para atender a mujeres destrozadas y brindarles una segunda oportunidad . Detrás de estos colectivos no es raro encontrarse con congregaciones cristianas que se han puesto al servicio de estas víctimas invisibles para la sociedad. «Gracias a ellas fui ganando en seguridad y pude salir adelante». Recibió formación y su situación en el país se regularizó. Eso facilitó su inserción laboral y la ansiada normalización.
El testimonio de María fue clave para que la Audiencia de Navarra condenara a ocho personas, aunque el hombre que la captó sigue engañando a otras chicas en Nigeria. Por eso ella quiere que se escuche bien alto su voz. «Quiero decirte a ti compañera, que no tengas miedo , denúncialos. No permitas que ellos ganen».
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