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RELOJ DE ARENA

Silvestre de Triana: Marinero de luces

Silvestre fue para el Guadalquivir lo que el Misisipí para algunos personajes de Mark Twain

Aurelio Murillo, Silvestre, el Loco de Triana, Manolito Rubio y el mancebo ARCHIVO ÁNGEL VELA

FÉLIX MACHUCA

Tenía el meneito de los guapos al caminar. Y pisaba los suelos del Altozano, Betis y el puerto camaronero con el garbo trianero del curriculum glorioso de las tabernas. Su «jechura» estaba mucho más cerca del galán «maqueao» que del bufoncito al que el pollo ... pera de turno le decía: te doy cinco pavos si le pegas una hostia al tío ese. Y el bufón, sin Velázquez ni corte, viviendo del milagro de cada día, se llevaba los cinco pavos y la paliza que le devolvía el agredido sin causa. Eran así de graciosos los señoritos de Sevilla. Silvestre los trató. Los supo tratar. Explotando la caricatura que de su persona se hizo sin caer en la estridencia y el esperpento en la que se enfangaban sus tristes compañeros de reparto. Debió aprender a navegar antes que a caminar. Porque Silvestre, Fernando Estévez Vizcaya en cristiano, fue para el Guadalquivir lo que el Misisipí para algunos personajes de Mark Twain . Marinero de Triana. Torero en sus sueños. Una vida entre el albero y el cielo. Entre la corriente y los corrientes. Entre la realidad y el deseo. Nadie como él se ajustó el tirolés sobre la cabeza, las gafas de Ray Charles en sus ojos y el pañuelo de colores en la garganta.

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