Arquitectura religiosa
Sevilla se reconcilia con las iglesias del Polígono de San Pablo
El barrio residencial levantó cuatro parroquias a mediados de los años 60 cuya ornamentación se encargó al pintor Santiago del Campo y que ahora ven reconocidos sus indudables méritos arquitectónicos
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Iniciar sesiónEl acto, escondido en los márgenes de la actualidad, tuvo todo el aire de una reparación, refrendado además con la asistencia de familiares directos de los arquitectos Luis Recaséns y Antonio de la Peña en la colocación de la placa de la ... fundación Docomomo Ibérico en la fachada de la parroquia de San Pablo en el polígono residencial del mismo nombre. En cierto modo, Sevilla se reconciliaba con la arquitectura de aquellos templos adelantados a su época construidos en los barrios A (parroquia de San Pedro y San Pablo), B (parroquia de Nuestra Señora del Pilar), D (parroquia de San Ignacio de Loyola) y E (parroquia de San Francisco Javier).
La ciudad –al menos, la oficial– ha tardado 55 años en aceptar aquella iglesia que venía a romper con el canon que los sevillanos entendían como arquitectura religiosa, acostumbrados a los grandiosos retablos neobarrocos de sus iglesias de siempre. La construcción de los cuatro templos abarca un periodo de tiempo entre 1966 y 1973 , sólo un par de pasos por detrás de la urbanización del Polígono, acelerada a partir de 1962 tras la catastrófica riada del Tamarguillo que dejó más de 11.000 damnificados sin hogar.
El régimen franquista pisó el acelerador para dar una respuesta a los damnificados construyendo en tiempo récord más de 8.000 pisos en el antiguo prado de San Pablo , un predio municipal que se loteó ad hoc y urbanizaron entre la Obra Sindical del Hogar y el Instituto Nacional de Vivienda .
Cada barrio incluía una parroquia como centro de la vida comunitaria en línea con la directriz del régimen de delegar en la Iglesia la preservación del orden moral de sus habitantes. Pero la Iglesia estaba viviendo lo que el Papa San Juan XXIII denominó «flor de inesperada primavera», el Concilio Vaticano II que él mismo había convocado el 25 de enero de 1961 con voz trémula por la emoción en la basílica de San Pablo Extramuros . La parroquia de San Pablo de Sevilla, se consagró el 29 de junio de 1966 , acabado el concilio.
Reforma litúrgica
Este supuso el 'aggiornamento' de la liturgia , expresado en la primera constitución emitida, 'Sacrosantum concilium', de 1963, que suponía una renovación de la liturgia y el culto divino cuyo principal consecuencia fue que la misa se oficiara con el celebrante vuelto hacia el pueblo fiel en vez de hacia el sagrario, como se había instituido en Trento. Tal reforma llevaba aparejada la de la arquitectura y el arte sacro para dar respuesta a las nuevas necesidades en el presbiterio, como un altar exento.
El ambiente de investigación de nuevos caminos de expresión artística cuajó en los encargos a dos arquitectos responsables de la Obra Sindical del Hogar, el organismo de Falange encargado de hacer realidad el desiderátum joseantoniano de pan y techo: Luis Recaséns y Rafael Arévalo , asistido cada uno por un equipo de arquitectos. Ellos fueron también los responsables de las cuatro parroquias del Gran San Pablo , como por un tiempo se conoció el nuevo polígono residencial.
Arquitectos jefes
Recaséns y Arévalo se repartieron la urbanización de los barrios y también el proyecto de las iglesias parroquiales, de la que la de San Pablo fue la primera. El proyecto lleva la firma de Luis Recaséns Méndez-Queipo de Llano y Antonio de la Peña Neila , su más estrecho colaborador.
En todas ellas se aprecia un interés manifiesto por crear paisaje en un barrio nuevo carente de referencias , casi al nivel que los poblados de colonización del Instituto Nacional de Colonización consiguieron en zonas despobladas puestas en regadío. Además, los edificios auxiliares del templo pretendían potenciar la vida comunitaria en una barriada cuya mayoría de residentes provenía del aluvión migratorio del campo a la ciudad o trasplantados de otros barrios de la ciudad, como por ejemplo, Triana.
En San Pablo era un lienzo de cerámica vidriada ; en la Virgen del Pilar un masivo campanario sostenido sobre dos esbeltos pilares metálicos; en San Ignacio de Loyola, un impresionante campanile de hormigón desnudo como mascarón de proa de la atrevida planta triangular para concentrar las miradas en el presbiterio; y en San Francisco Javier, tres cilindros excéntricos que definían la planta.
Todas rompían moldes tratando de incorporar los postulados del Movimiento Moderno , entonces a la vanguardia arquitectónica. Eran soluciones constructivas sencillas pero muy estudiadas, presididas por un funcionalismo muy bien fundado en motivos teológicos como hacer la entrada en el recinto sagrado a través del baptisterio, junto a la pila donde el neófito recibe las aguas bautismales de la vida nueva en Cristo.
De la ornamentación se encargó el pintor sevillano Santiago del Campo , que se enfrentaba al enorme desafío de vestir el interior de cada iglesia, desnuda a la terminación de la tarea constructiva. Él mismo lo expresó en el libro que el también arquitecto Antonio Barrionuevo publicó en 2016: «Es la primera vez que tengo que cerrar los ojos e imaginarme una iglesia, entera ; enla que está toda la arquitectura levantada pero sin color, sin soleria y sin nada. Tengo que revestirla de luz y simbología».
Para cada una encontró una solución de conjunto, descendiendo al detalle de diseñar todos los objetos necesarios para el culto: lámparas, lucernarios, sagrarios, esculturas, murales inspirados en obreros o personajes conocidos del Polígono como Gonzalo el Divino , de clara inspiración en el neorrealismo pasoliniano de 'El Evangelio según San Mateo' . Todo tenía un hilo conductor que Santiago del Campo explotaba hasta en los más mínimos detalles, esos que el tiempo y el uso han ido condicionando en todos los casos y arrinconando o sustituyendo en muchos otros.
Espiritualidad del Vaticano II
Santiago del Campo se confesaba agnóstico , pero tenía suficiente conocimiento teológico y pastoral como para conseguir plasmar en sus iglesias la fina espiritualidad que alumbraba el Concilio Vaticano II. Usaba materiales sencillos, pero dotados de una plasticidad que los convertía en elementos mistagógicos, esto es, capaces de penetrar el misterio del hecho religioso.
En San Pablo , el gran testero de la única nave lo ocupa un impresionante viacrucis en piedra caliza que sigue en sus altibajos el recorrido del Nazareno desde el palacio del Pretorio hasta el sepulcro sin estrenar de Arimatea donde recibió sepultura. El retablo inexistente queda abstractamente esbozado con los seis candelabros altísimos que escoltan al crucificado de estética ramiriense, el genuino arte prerrománico astur.
En la Virgen del Pilar , las lámparas de hierro colado recuerdan las de las basílicas ramirienses asturianas mientras la luz se apodera del espacio interior con gran expresividad de las vidrieras. En San Ignacio de Loyola , la capilla bautismal incorpora dos murales expresivos sobre la vida nueva y la retirada de la muerte , el mal metafísico, derrotada.
Eran templos para el Espíritu Santo , «el gran desconocido» por usar un título libresco de amplia difusión entonces, pero los feligreses a menudo se encontraban perdidos y desconcertados en aquellos templos deliberadamente conceptualistas con imágenes al margen de su cultura artística que no movían a la devoción.
Medio siglo después, los parroquianos del Polígono han hecho suyas las iglesias: poco a poco volvieron las tallas polícromas , tan del gusto de los sevillanos, que ven así encarnada su fe en esculturas con las que establecer una relación devocional completamente intransferible a una idea.
El día que se inauguró la placa del Docomomo en la parroquia de San Pablo, la Virgen del Rosario en su paso presidía , para los cultos en su honor, el altar de San Ignacio de Loyola. Se había hecho realidad aquello que tanto defendía Santiago del Campo: que el uso que se hace de la arquitectura está por encima de su propia concepción proyectada.
El gerente de Urbanismo, Rafael Márquez, presente en el acto de colocación de la placa Docomomo, resumió el sentir de los presentes al afirmar que ese acto y las rutas guiadas que por la Semana de la Arquitectura se habían llevado a cabo por el polígono de San Pablo buscaban incidir en la idea de que el patrimonio artístico y arquitectónico de la ciudad también está fuera del Centro , donde descansa la identidad colectiva de los sevillano.
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