Traslado del Gran Poder a Los Pajaritos

Señor del tiempo y del espacio: los Pajaritos se entrega al Gran Poder

La grandeza de una ciudad rendida que se siente invulnerable al amparo de Jesús del Gran Poder

Todos los vídeos de este sábado extraordinario en Sevilla

Así hemos contado en directo el traslado del Gran Poder a Los Pajaritos

El Gran Poder ubicado es en altar de la parroquia de la Blanca Paloma de Los Pajaritos Juan Flores

Fue el Señor hasta la parroquia de la Blanca Paloma, en los Pajaritos, donde entró a las 19.44 horas, al compás de las saetas, cara a los fieles, racheando los pies. Y cuando se levantó dentro del templo , cuando levantaron las andas ... y el Señor se adueñó de todo aquello... Dios es grande en el Sinaí y en la calle Alondra

Había llegado arrastrando multitudes, rebosantes las calles de ese a mbiente inconfundible de Domingo de Ramos aumentado en su llegada al barrio en esa frontera que dibujaba el Tamarguillo. Globos, familias, sillitas de playa, la fiesta que nos debíamos después de tanto como llevamos pasado.

Y la emoción, claro. Desbordada, contagiosa, lacrimosa, con un nudo en la garganta, con los ojos llorosos, en esos impedidos a los que acercaban a las andas casi como la hemorroísa del Evangelio para tocar siquiera la orla del manto del Nazareno. El Señor recorrió ochocientos o mil metros impresionantes . Sin hipérbole. Rey del momento y del trayecto. Probablemente los más emocionantes que haya recorrido en los últimos decenios porque decir nunca en una talla de cuatro siglos es una osadía imperdonable.

Todo fue auténtico, vibrante, de verdad, con un aire genuino a fervor puro, inocente, sin malicia ni doblez. Que haya tenido que venir el Señor hasta aquí para encontrar esa devoción grande y auténtica de los viernes tan lejos de su basílica...

Fueron dos procesiones en una: hasta el Tamarguillo era una salida extraordinaria más o menos parecida a otras. Después fue un rio de emoción con sus saetas, sus voces y sus aplausos, por qué no. Ni molestaban.

Hasta entonces, hasta la frontera de la feligresía dónde se sumaron al cortejo las cruces parroquiales, la salida había sido un domingo en sábado, un Ramos en octubre, un recorrido por las grandes avenidas extramuros que pisaba en algunos casos por primera vez la talla de 401 años de antigüedad que imponía silencio a su paso con una majestuosidad acrecentada por los espacios abiertos, con las altas copas de los árboles como palio de su humana majestad

Se había abajado el Señor para estar más cerca de su pueblo, génesis hispalense de verlo en andas con un caminar pausado, sin la solemnidad que le aporta el paso, pero con la verdad y el señorío de quien tiene en su mano el poder y la gloria, Señor del tiempo y del espacio.

Sevillanos y forasteros por decenas de miles arremolinados en el comienzo de una misión evangelizadora en torno al Gran Poder. Ya está en la parroquia de la Blanca Paloma . Para llevar la salvación a quien confiese con los labios que Jesús del Gran Poder es el Señor y lo sienta en su corazón.

Lo había precedido una voluntariosa y esforzada labor social que la hermandad ha derramado desde 2018 en los Tres barrios. Pero ahora ha llevado lo más importante que tiene la hermandad, su tesoro más preciado: el Cristo redentor capaz de salvar de tantos infiernos como los hombres creamos a nuestro alrededor. Esa es la misión: llevar el anuncio de salvación a cada corazón que ayer lo contempló en la calle, a la salida por el centro o por las grandes alamedas por las que volvió a pasar el Hombre nuevo, Dios verdadero, de talla antigua.

Pasaba el Gran Poder y pasaba la vida misma, encapsulada el último año y medio: el confinamiento, la enfermedad, el dolor de la ausencia, la muerte... Cada quien que contemplaba el cortejo lo veía con unos ojos : recuento de ausentes, repaso de un tiempo extraordinario, memorial de los que no llegaron a tiempo de ver al Señor adueñándose de Sevilla como nunca: Señor del espacio.

Y Señor del tiempo, de nuestro tiempo. La última vez que cruzó hasta Santa Teresa, estos barrios y la ciudad eran bien distintos. Nosotros también lo somos. Hemos sobrevivido a la pandemia, hemos visto al Señor poderoso que nos hace empequeñecer , tanto mas cuanto más altos eran los bloques y mas anchas las avenidas y más desastrado el paisaje urbano. La última vez que salió en cortejo no habíamos oído hablar de coronavirus, la última vez éramos otros siendo los mismos.

Por eso todo ayer era nuevo, de estreno, como una vida -otra más- regalada que se nos hubiera concedido como premio extraordinario. ¿No es eso acaso el propio don de la existencia?

El Señor llenó con su presencia los silencios y los rezos de quienes agradecían haber llegado hasta aquí, los ruegos de quienes lloraban por los nazarenos de ruan negro que ya no formarán ningún viernes santo más , la acción de gracias por los que han nacido desde entonces. Todo eso iba en las andas, clavado como los pecados, en la cruz del Redentor.

El cortejo cumplió los horarios y tuvo momentos de mucha carga emocional: en el santuario del Señor de la Salud, en el mismo sitio donde se bendijo la imagen de n 1620 , por ejemplo. Pero eso es sólo lo que el cronista puede reseñar porque estuvo a la vista. Lo que pasó por el corazón de cada persona que vio andar al Gran Poder este sábado 16 de octubre de 2021 solo ella y Dios lo saben.

Esa es la grandeza de una ciudad rendida que se siente invulnerable al amparo de Jesús del Gran Poder .

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