Los secretos que guarda el Palacio de Justicia de Sevilla
Dos viviendas de más de 300 metros cuadrados en la séptima planta con vistas privilegiadas de la ciudad y el último garrote vil usado en España para cumplir la pena de muerte perviven en la Audiencia a la vista de muy pocos
Jesús Díaz
El 12 de febrero de 1971 , siendo ministro de Justicia, Antonio Oriol y Urquijo, fue inaugurada la nueva sede del Palacio de Justicia de Sevilla en el Prado de San Sebastián para acoger la Audiencia Territorial. Cincuenta años después, este ... edificio, proyectado por el arquitecto Germán Álvarez de Sotomayor, sigue guardando secretos para muchos de los ciudadanos y profesionales del Derecho y de la Administración de Justicia que acuden a diario a los tribunales.
El Palacio de Justicia acoge actualmente las ocho secciones civiles y penales de Audiencia Provincial de Sevilla , las salas del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía en la capital y la Fiscalía Provincial . Todo ello en seis plantas. Pero tiene dos más, el sótano y la séptima, donde se esconden rincones y objetos desconocidos para muchos.
Así, la planta superior acoge dos viviendas de más de trescientos metros cuadrados cada una. Sus últimos inquilinos, hasta la década de los noventa, fueron Alfredo Flores, fiscal jefe de Sevilla , y Santiago Martínez-Vares , quien fuera presidente de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del TSJA en Sevilla y representante del Poder Judicial en Andalucía Occidental.
Ambos pisos están sin uso alguno desde que sus últimos moradores lo abandonaron. Tanto es así que en la última memoria del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía se recogía como posibilidad que la Junta de Andalucía acondicionara estos inmuebles: « la planta séptima del edificio no tiene uso desde hace años y convendría buscarle alguna utilidad práctica».
Aunque previsiblemente nada se hará, pues todas las miradas de la Consejería de Justicia que dirige Juan Marín están ya puestas en la futura Ciudad de la Justicia en Palmas Altas . El otro motivo es la carencia de una salida de emergencias. Habría metros suficientes para desahogar los saturados despachos de los magistrados, funcionarios o fiscales, quienes hasta tres y cuatro comparten estancias.
Un regalo para los ojos
Alfombras amontonadas, lujosos muebles arrinconados y barnizados de polvo, cuadros ocultos con sábanas para intentar protegerlos, dormitorios aún con sus camas vestidas y amplísimos pasillos. A pesar de sus muchos metros cuadrados, la joya de la corona está tras la puerta que da acceso a las terrazas que enmarca ambos pisos: las vistas de la ciudad.
Situados frente a la plaza don Juan de Austria, ala izquierda, una visión del Parque María Luisa , cuyo ‘skyline’ verde sólo rompen las torres que Aníbal González proyectó para la Plaza de España . Al frente, la más espectacular: la antigua Fábrica de Tabacos, la Catedral, la Giralda y la Torre Sevilla , con los Jardines de Murillo a sus pies. A la derecha, se recupera una imagen global de la fachada de la calle Manuel Bermudo Barrera del desaparecido Hotel América Palace , levantado para la Exposición del 29. A las espaldas, la expansión de la ciudad hacia Nervión. Todo un regalo para los sentidos.
Pero estas dos no eran las únicas viviendas que hace años acogía el Palacio de Justicia de Sevilla. En la planta baja, por ejemplo, lo que hoy son las dependencias del Colegio de Abogados albergaban las casas del calefactor y del mantenedor o conservador del edificio.
Y más abajo siguen las sorpresas. La planta menos uno es donde se custodian más de 30.000 cajas de documentos judiciales perteneciente al archivo territorial . Son los casos cuyo recorrido judicial han terminado o están a punto de ello de lo que han conocido los órganos colegiados de la Audiencia y de las salas del Alto Tribunal andaluz en Sevilla. Tiene capacidad para más de 55.000 cajas. De los últimos en bajar han sido las cajas del caso ‘Arny’ . Rafael, el archivero, controla todo lo que allí se guarda.
Pena de muerte
Cruzando el patio al que dan las ventanas de los calabozos del juzgado de guardia , se descubre un elemento que forma parte de la Historia de España, aunque sea la historia más cruenta. El garrote vil usado por última vez en nuestro país para dar ejecución a una pena de muerte se custodia en Sevilla.
Este artilugio justiciero, compuesto de un collar de hierro atravesado por un gran tornillo con final puntiaagudo que se sujetaba contra un poste fijo, se ajustaba al cuello del reo, quien esperaba sentado y con la cabeza cubierta. La presión del tornillo sobre el cuello causaba su rotura . Se aplastaba o rompía la cervical con corte medular, se producía un coma cerebral y la muerte es instantánea.
Dos de estos mecanismos justicieros, muchos años después de la derogación de la pena de muerte del Código Penal en 1978, se conservan en la Audiencia. Uno nunca se usó. El otro, en cambio, fue utilizado para la última ejecución en España . Aún son visibles algunos restos que dan muestra de ello. El cuello de hierro está envuelto de trapos y cuerdas para ajustar el anillo al delgado cuello del preso.
El verdugo de Sevilla , un vecino del barrio de Las Candelarias conocido como Pepe, fue el ejecutor. Los verdugos no solían actuar en su tierra. Quizás buscaban evitar tener que vivir momentos incómodos con algún conocido. Solían desplazarse de noche con un maletín, donde llevaban su garrote vil. En la Audiencia de Sevilla pocos le conocían . Entre ellas, la funcionaria que le pagaba mensualmente su sueldo en un sobre.
El 2 de marzo de 1974 , a primera hora, era el día señalado para la ejecución de un reo de la cárcel de Tarragona. Ese mismo día también se ejecutaba en la cárcel Modelo de Barcelona al sindicalista Puig Antich, por decisión de un Consejo de Guerra.
Pero la víctima del verdugo sevillano era un ciudadano polaco condenado por la muerte de un agente de la Guardia Civil tras un enfrentamiento cuando intentaba robar en un camping en la provincia tarraconense.
Años después se descubrió que aquel ajusticiado ni era polaco ni huérfano. Se llamaba Georg Michael Welzel y era alemán. Tenía madre, hermanos e incluso mujer y tres hijos. Su caso se llevó a la televisión con el documental 'La muerte de nadie' , de Joan Dolc.
Un día antes de la ejecución, una conducción con varios agentes trasladaron en un coche policial al verdugo desde Sevilla hasta Barcelona para ejecutar su trabajo.
Pepe había sustituido en este cargo a Bernardo Sánchez Bascuñana , quien siempre invitaba a rezar un Credo a los reos antes de darles muerte. A diferencia de Bernardo, Pepe sólo actuó una vez, aquel 2 de marzo de 1974. Su trabajo y vida eran casi un misterio. En la familia del verdugo creían que era representante de libros. El día de la ejecución dijo que tenía un viaje de negocios.
El garrote, como formar de «ajusticiar», se introdujo en el Código Penal a inicios del siglo XIX. En 1932, se suprimió la «soga» al cuello como forma de ejecutar al reo, quedando el garrote como el «artilugio de la justicia» para dar muerte al condenado.
El 20 de febrero de 1960 Rafael Pino Cordón y Rafael Romero Peña fueron ejecutados con garrote vil tras ser condenados a muerte por el atraco frustrado al Hotel Cécil Oriente , donde mataron a un policía. Fue la última que se practicó en Sevilla.
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