San Vicente: la casa de los capitanes de San Fernando

Cuentan las crónicas del Abad Gordillo que a los actos que se requiera la presencia, «debe ser el primer puesto para la cruz de San Vicente por ser la primera de la ciudad en orden e importancia tras el Divino Salvador». Esta collación fue, desde la Reconquista, una de las zonas más nobles de la Sevilla cristiana. Tanto es así, que allí se trasladaron los principales capitanes del Rey Fernando III en 1249. Desde entonces, esta iglesia ubicada junto a una de las plazas más hermosas de la capital y que lleva el nombre de la fundadora de las hermandades sacramentales, Teresa Enríquez, posee uno de los patrimonios más importantes de la diócesis, con obras que van desde Pedro Roldán a Villegas y Marmolejo, pasando por Andrés de Ocampo y Pedro de Campaña. De la mano de su párroco, Carlos Coloma, se descubren los tesoros ocultos de un templo que, pese a la fallida restauración de los años 90, conserva la esencia de las grandes iglesias de Sevilla. No en vano, fue una de las 24 que fundó el Rey Santo. No obstante, según los historiadores, los orígenes de la parroquia son remotos, ya que llegó a ser una basílica visigoda mandada a construir por el arzobispo Evidio, el tercer prelado hispalense, en el año 312. San Vicente está repleta de leyendas y acontecimientos históricos que marcaron el devenir del reino. Una de ellas está fechada en el año 421. El rey vándalo Gunderico quiso apropiarse de los tesoros del templo y entró a caballo para saquearlo. Sin embargo, nada más acceder, un demonio le atormentó y le causó la muerte en ese mismo instante como castigo a su profanación. La iglesia esconde también una capilla, situada junto a la sacristía y oculta de la vista de los fieles, donde terminó sus días el arzobispo San Isidoro, en el año 636. Este pequeño habitáculo, que es el espacio más antiguo que se conserva en la parroquia, es de estílo gótico mudéjar y conserva la solería y la azulejería originales que tuvo San Vicente y que se acabaron perdiendo. La capilla, hoy, recibe el nombre del Tránsito de San Isidoro.De ambos episodios históricos da fe una placa ubicada en la fachada, escrita en castellano antiguo, así como las pinturas del presbiterio, en el interior.La capilla del Tránsito de San Isidoro, donde pereció el arzobispo en el 636 - Manuel GómezSan Vicente podría ser la única iglesia de Sevilla que nunca en la historia ha dejado de tener culto cristiano, ni siquiera durante la dominación islámica. La leyenda dice que los árabes necesitaban a los cristianos para trabajar las tierras y hacer de intérpretes durante las negociaciones, y a cambio se les permitía mantener sus ritos religiosos en este templo. El edificio penas conserva nada de su estructura original, salvo la portada gótica que da a la calle San Vicente o la citada capilla donde murió San Isidoro. Sin embargo, a lo largo de los siglos ha ido conformando un auténtico museo de obras de arte como el retablo mayor. De estilo barroco, es obra de Cristóbal de Guadix, de finales del siglo XVIII. Lo preside una imagen de San Vicente, atribuida al taller de Roldán. Llama la atención el Cristo situado en el ático, que es obra de Roque Balduque.La nave de la EpístolaEntrando por Cardenal Cisneros, la primera nave que aparece tiene a la derecha un imponente retablo de Andrés de Ocampo (1605) que fue encargado por la familia Ponce de León como monumento funerario. Se trata de uno de los altorrelieves más importantes del barroco sevillano, que fue restaurado el año pasado y ha recuperado todo el esplendor original de este Descendimiento teatral. El conquistador Ponce de León construyó una capilla -actualmente la de las Penas-, donde se ubicó en un principio el retablo. Este espacio estaba subdividido en dos: una al fondo, con entrada por el altar mayor, donde estaba la Virgen del Rosario; y otra, la de los Ponce de León. En 1740 ocurrió un acontecimiento importante. Aquel año, llegaron a la parroquia los restos de San Vicente. Llegaron en procesión, junto a una imagen de San Elías, desde el convento del Carmen de la calle Baños. Actualmente, el cofre donde descansan los huesos del mártir que da nombre al templo -incluido el cráneo- se encuentran en una hornacina cerrada bajo el Descendimiento de Ocampo. En las puertas de este pequeño tabernáculo hay otras 86 reliquias de distintos santos. Las reliquias de San Vicente Mártir, bajo el retablo del Descendimiento - M. GómezAl lado se encuentra una portentosa imagen de la Virgen del Carmen, obra de Benito Hita del Castillo, y otro magnífico relieve de Ocampo que representa el milagro de la serpiente de oro. Estas tallas han sido restauradas en los últimos meses. Desde ahí se accede a la capilla de las Penas, donde se encuentra la imagen del Nazareno caído que lleva esta advocación, atribuida a Pedro Roldán, que procede como otras tantas imágenes, del convento del Carmen, sobre la cual se fundó la actual cofradía. Allí se encuentra la Virgen de los Dolores, de Blas Molner.La capilla de las Penas de San Vicente - M. GómezEn la otra parte de la nave de la Epístola se encuentra un arcángel San Miguel, de La Roldana. Al fondo, una imagen de la Virgen de los Desamparados, patrona de Valencia, a la que le rinden culto los feligreses de aquella comunidad que residen en Sevilla y que celebran cada sábado una misa. El baptisterioEn la pila, del siglo XVI, fue bautizada una hija de Martínez Montañés entre otros ilustres sevillanos. La partida se conserva en el archivo parroquial, gestionado por Borja Marín, que guarda también testimonio de los desposorios de Luisa Roldán, el entierro de Andrés de Ocampo y el de Leonardo de Figueroa. Precisamente, el gran arquitecto del barroco sevillano se encuentra enterrado en la cripta oculta de la parroquia. Junto a la pila se sitúa la cruz primitiva de la plaza de Teresa Enríquez, de 1582, que hacía las veces de cementerio parroquial. Este crucero era conocido como la «de los resfriados», ya que hubo una epidemia de gripe y los sevillanos acudían a implorar que pasara la enfermedad. La capilla sacramentalLa zona más importante, tanto a nivel espiritual como a nivel artístico de San Vicente es la capilla sacramental. Allí se encuentra la Virgen del Rosario, patrona de la collación, una obra atribuida de Cristóbal Ramos, que aparece escoltada por dos tablas flamencas de buena factura. La Virgen del Rosario, patrona de la collación de San Vicente - M. GómezA los pies de esta capilla, se sitúan frente a frente la Virgen de la Cabeza gloriosa y la dolorosa. La primera de ellas es una portentosa talla de Roque Balduque. Cuenta el párroco que «la gente de Andújar que vivía en la ciudad se agruparon en torno a esta imagen para crear una hermandad con la advocación de su patrona». El obispo armenioEn la tercera de las puertas de San Vicente, la que da a la plaza de Teresa Enríquez, aparece una lápida mortuoria muy curiosa. En 1643, se enterró en la parroquia Jorge Adeodato, el obispo de la ciudad de Ban, que hoy es la capital de Armenia. Aquel hombre llegó a Sevilla tras ser liberado del cautiverio al que le sometieron los turcos tras la invasión de su país. Llegó con lo puesto, pero se ganó el cariño de los vecinos y feligreses hasta el punto de que, a su muerte, costearon el entierro con una lápida en relieve que se sitúa hoy en vertical. Esto motivó que, durante muchos años, hasta 2015, la comunidad de Armenia afincada en Sevilla celebrase una misa por el rito ortodoxo en San Vicente. La lápida del obispo armenio que se enterró en San Vicente - M. GómezAdemás de los ilustres difuntos de la parroquia, hay otra anécdota que quedará grabada en la historia del templo. Cuando llegaron a Sevilla los restos de Valeriano y Gustavo Adolfo Bécquer, se celebró una procesión con el catafalco que terminaba en el Panteón de los Sevillanos Ilustres tras llegar en tren desde Madrid. Sin embargo, al pasar por San Vicente, arreció la lluvia y los organizadores decidieron refugiar a los hermanos en la capilla de las Siete Palabras, donde pasaron una noche, antes de reanudar el cortejo a la mañana siguiente con toda la pompa y el boato sevillanos.Precisamente, esta capilla no tiene nada que ver hoy con lo que fue antes de la restauración de la iglesia, ya que los altares desaparecieron y se alteró la situación de los cuadros que allí se encontraban. Antes de acceder, oculto a la vista por su ubicación, se encuentra un cuadro de la Virgen de los Remedios de Pedro de Campaña. Esta misma advocación la reproduce, ya dentro de la capilla, Villegas y Marmolejo junto a otras tablas de santos de este mismo pintor. Allí recibe culto el calvario formado por el Cristo de las Siete Palabras (Felipe Martínez), la dolorosa de los Remedios y San Juan Evangelista. La otra imagen de la cofradía, el Nazareno de la Divina Misericordia, de Felipe de Ribas, está situado en un altar junto a la puerta de la sacristía.La capilla de la hermandad de las Siete Palabras - M. GómezEn el interior de las dependencias parroquiales se exponen en vitrinas valiosos objetos litúrgicos y casullas, algunas hechas con trajes de toreros como Diego Puerta, el Litri padre y Paco Camino.Aquí acaba un recorrido por los tesoros ocultos de San Vicente, la parroquia que fue casa de los capitanes de San Fernando, donde murieron un rey vándalo a causa del demonio y el arzobispo San Isidoro. El templo donde se enterró el arquitecto Leonardo de Figueroa o el obispo armenio al que apresaron los turcos, donde se casó La Roldana y se celebró el funeral de Andrés de Ocampo. La iglesia que mejor recuerda a la «loca del Sacramento», la que rinde culto al Señor en sus Siete Palabras y a Jesús de las Penas. Y la que hoy se levanta sobre cimientos paleocristianos, visigodos, islámicos, mudéjares y góticos hasta llegar al barroco. Un lugar donde el Cristianismo nunca se rindió y sigue vivo de forma ininterrumpida desde hace más de 17 siglos.

San Vicente: la casa de los capitanes de San Fernando

Desde el año 312, cuando se levantó la basílica visigoda donde murieron el rey vándalo Gunderico y San Isidoro, nunca ha perdido el culto cristiano

Fotogalería: Tesoros ocultos de Sevilla: la Parroquia de San Vicente

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