Rafael R. Villalobos: el director de la mirada barroca

A Sellars, uno de los grandes renovadores de la escena contemporánea, le dedicó el proyecto fin de máster que este sevillano cursó en la Universidad de Barcelona y la Escuela Superior de Música de Cataluña . Después completaría estudios en Londres y tendría una residencia en la prestigiosa Real Academia de España en Roma, en la que estrenó «Romaesamoralrevés» . A partir de este momento, la carrera de este sevillano comenzó a despuntar, logrando en 2013 el Premio Europeo de Dirección y, tres años después, la nominación a los International Opera Awards de Londres. A estos galardones concurrió con una producción de «Dido y Eneas», de Purcell, que define bien el trabajo de un director que concibe la puesta en escena como fruto del análisis de lo que hay de universal en las obras clásicas, en las que se pueden introducir modificaciones, pero siempre a la luz del conocimiento que dan la historia de la ópera, la filosofía y la estética. Con aquella producción que realizó para el Teatro Real dirigida a un público adolescente logró un rotundo éxito convirtiendo la trágica historia de amor de sus protagonistas en una obra sobre el acoso escolar .

Pero la ópera, siendo el núcleo del trabajo de Rafael R. Villalobos no es el único terreno de creación que le interesa a este sevillano que tiene en «Tristán e Isolda», «La coronación de Popea» y «Pelleas y Melisande», entre otros, sus títulos favoritos; que señala a Claus Guth y Krzysztof Warlikowski entre los directores de escena que le interesan; y al que le gustaría trabajar con directores musicales como Teodor Currentzis y Kirill Petrenko, así como repetir con David Afkham. Porque los intereses de este director pasan también por el teatro contemporáneo , acercamientos al flamenco, introducirse en la gestión —su ciclo para el Turina es un buen ejemplo—, y revisar los clásicos, especialmente, el Barroco, que le fascina y con el que se siente muy identificado . Porque Rafael R. Villalobos es un compulsivo lector de autos sacramentales de Calderón, como se pudo apreciar en «Gratia Plena», su otro espectáculo para el Año Murillo.