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«Lo políticamente correcto es una lacra que aplasta la razón y la lógica»

Cuando se cumple el 40 aniversario del primer paseo lunar, este sevillano, profesor de Física en Rota, ha desmontado los bulos y leyendas sobre la falsedad de los viajes a la Luna en su libro «La conspiración lunar, ¡vaya timo!» (Laetoli).

«Lo políticamente correcto es una lacra que aplasta la razón y la lógica»

—Usted es físico y poeta, ¿no aspirará a hombre del Renacimiento, a estas alturas de internet?

—Aspiro a ser una persona culta. Por desgracia, hoy hay señores que se dicen así mismos «de letras» y alardean de no saber nada de ciencias. Sin embargo, un tipo de ciencias que no haya leído «Cien años de soledad» es un auténtico cenutrio.

—¿Cuando Einstein decía cosas como «la luz pesa» es que se quería físico poeta, como usted?

—Einstein tenía más de humanista que de poeta, aunque un poeta sin humanismo es un mero traficante de palabras. Él quería llegar a la gente, por eso usaba expresiones lejanas al lenguaje científico.

—¿Qué es la Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico?

—Un grupo de personas al que no se la cuelan con el primer correo que les llega diciendo que el mundo se acabará cuando enciendan el próximo superacelerador de partículas o que te entrará un cáncer de colon si no reenvías a diez contactos dicho «email». Un grupo que usa la duda y el escepticismo como medio para que no le den gato por liebre.

—¿Para cuándo un dictamen de esa Sociedad sobre la expresión «discriminación positiva»?

—En una sociedad en la que impera la ley del «todo vale» se tiende a buscar derechos por doquier a todo hijo de buen vecino.

—¿Le cuesta mucho avanzar al pensamiento crítico en los actuales dominios de lo políticamente correcto?

—Es una lacra, un yugo insostenible que aplasta la razón y la lógica. Hoy en día está mal decir que un periodista es un sinvergüenza porque inventa historias paranormales.

—¿En una sociedad tan bien informada, cómo es posible tal proliferación de leyendas urbanas?

—Mi profesor de física de COU siempre decía que «cada día que amanece el número de tontos crece». Y sobre todo en esta sociedad, que no está bien informada sino «sobreinformada». Cualquier nueva leyenda tarda minutos en recorrer el mundo vía twitter o facebook.

—¿Cómo es posible que la superchería se propague en el siglo XXI igual que en el XI?

—Tan posible como que en veinte siglos el ser humano no ha alcanzado la mayoría de edad.

—A pesar de las evidencias, ¿cómo hay que gente que sigue negando el viaje a la Luna?

—De la misma forma que hay gente que cree en que la Tierra es plana, que le pregunten si no a Charles Johnson (Flat Earth Research Society), que afirma que toda la astronáutica es una mentira porque «no se puede orbitar alrededor de una Tierra plana». De la misma forma que hay gente que se traga que Uri Geller dobla cucharas con la mente. El que se obceca en algo y no quiere entender, simplemente no atiende a razones. Toma sólo las «pruebas» que le interesa y desecha cualquier situación anómala para su teoría, justo al contrario de lo que hace la ciencia.

—¿En los orígenes de la «conspiración lunar» no está esa conspiración «progre» según la cual los capitalistas no podían ir por delante de los soviéticos?

—Por supuesto, es muy cool ir en contra de todo lo yanqui. El odio a lo estadounidense llega muchas veces al sinsentido. Los soviéticos dan esa imagen del coyote detrás del correcaminos y despiertan ternura ante la superioridad del pajarito.

—Mientras Armstrong, Collins y Aldrin llegaban a la Luna, los de mayo del 68 seguían pensando que bajo los adoquines estaba la playa ¿también estaban en la luna?

—Las utopías sirven para andar, no para creérselas a pies juntillas. No sé si los que hacían esas pintadas estaban en la Luna, pero hubo doce hombres que sí la pisaron sin tener que levantar adoquines.

—Su libro se titula «La conspiración lunar, ¡vaya timo!» ¿cuál es el timo más grande que le han dado?

—«El corazón tiene razones que la razón no entiende», como decía Pascal. Para una mente científica que tiende a racionalizarlo todo, los timos del corazón son lo peor.

—¿Qué es lo más parecido a un licántropo que ha encontrado en sus investigaciones lunares?

—Licántropos, lo que se dice licántropos, no me he encontrado nunca. Sí alguna loba, pero se sobrelleva.

—Hace poco encontré a alguien con estudios que sostenía que tras el 11-S estaba la larga mano de Israel ¿siempre habrá teóricos conspirativos?

—Siempre los habrá porque el ser humano es imaginativo por naturaleza. Y está bien que sea así, porque algunos nos divertimos desmontando mitos. Además, un bobo es bobo aunque tenga un título universitario.

—¿En qué se diferencian esos conspirativos de los paranoicos?

—El término conspirativo no es el que más me gusta porque un conspirativo sería el que realiza la conspiración, no el que la divulga. En cualquier caso, hay personas que inventan conspiraciones por diversión y para ganar dinero, porque hay conspiranoicos que se alimentan de estas historias.

—¿Qué es un magufo?

—Una persona que no se divierte con los placeres que da la naturaleza y su conocimiento y tiene que fantasear con conspiraciones. Es un neologismo formado como contracción de «mago» y «ufólogo». Cualquier persona que practica una pseudociencia de manera compulsiva y con ciega fe.

—¿Verá la llegada a Marte?

—Quién sabe. Pero quizás sea tan viejo que piense que es mentira. Y tal vez me vuelva conspiranoico en el lecho de muerte. Sería una paradoja peculiar para mi biografía.

—¿Existe vida en otras galaxias?

—Por muy extremadamente rara que sea la vida, igual que ha ocurrido en nuestra galaxia podría haber ocurrido en otras muchas. No hay ninguna razón para pensar lo contrario. Otra cosa es que estemos rodeados de hombrecillos verdes.

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