Reloj de Arena

Ray Palma Rivera: Un millón de amigos

Cuando Roberto Carlos compuso aquella canción en la que pedía un millón de amigos y así más fuerte poder cantar, nadie nos puede asegurar que conociera a Ray Palma

Ray Palma Rivera amenizando uno de los cruceros trasatlánticos que la Compañía Ybarra realizaba en la época. En este caso en el Cabo San Roque (1968) Archivo Ray Palma

Félix Machuca

Pero no es descabellado pensar que cuando el brasilero la escribió pensara en un tipo parecido a Ray, tan legal y puro, amigo por derecho propio de la amistad, experto de las sumas y las multiplicaciones de afectos, tan avispado y brillante como para saber ... que en los segundos planos también se alcanza la excelencia. El tipo que hoy nos va a brindar unos granitos de arena del reloj de su vida es un hombre machadianamente bueno.

Cuando te jubilas no sueles sentar a la mesa del hasta luego Lucas a más de treinta compañeros. En Canal Sur se reunieron más de cien personas para darle un abrazo de afecto y camaradería. La cometa vital de Ray Palma tiene hilo para volar a gran altura, un carrete infinito, capaz de llegar al lugar donde brillan las estrellas.

Formó parte del equipo de «El Llamador» y fue productor musical de programas de Carlos Herrera, de María del Monte, de Inma Soriano, de Olga Bertomeu, de Charo Padilla , del «Pelotazo» del Yuyu . Pero también fue humorista con Josele , con Paco Gandía y Pepe da Rosa . Con ellos intervino en aquellas películas donde decían que se acabó el petróleo. Su movilidad laboral lo llevó a ese gran establecimiento con puerta de salida al Duque haciendo labores de promoción. Y su palanganismo exacerbado lo sentó en la cabina del Sánchez Puizjuán como speaker.

Medicina: «Su padre quiso que estudiara Medicina pero ya estaba contagiado por la pasión musical y ahí encontró su destino»

Pero Ray es sobre todo un pionero de la música moderna en nuestra ciudad. Antes de pasar por Canal Sur navegó por otros canales oceánicos para llegar, en los barcos de la Compañía Ybarra , a las ciudades del Mediterráneo, de la costa atlántica africana y de América alegrando las travesías con las canciones al uso: desde Adriano Celentano al «Hey Jude» de los chicos de Liverpool. En una de esas vacaciones en el mar, Ray y los componentes del grupo, Los Lentos , bajaron a conocer la ciudad senegalesa de Dakar. Y en una avenida amplia, polvorienta, soleada y salpicada del color exótico de las túnicas de sus habitantes, escuchó un vozarrón mientras esperaba el cambio de luces de un semáforo: ¡¡¡Palmaaaaaa!!! Volvió la cara y se encontró con un antiguo compañero del San Francisco de Paula, con pelos y barbas a lo James Mason , embarcado en un mercante de bandera panameña donde trabajaba de maquinista. Con Ray no tienes seguro el anonimato.

Entre los pilares de la nueva tierra musical sevillana, Ray figura como uno de los pioneros que la hicieron fértil, productiva y fructífera. Su padre quiso que el niño fuera médico. Pero con quince años ya estaba contagiado de los nuevos sonidos que Alfonso Eduardo Pérez Orozco, José Luis Garrido Bustamante, Luis Baquero y Paco Sánchez hacían sonar en sus respectivas emisoras. La medicina podía esperar a otro con más vocación. Porque la de Ray era aprender a tocar la guitarra mientras sus hermanas daban clases con el maestro Piñero, que solía acompañar a los Hermanos Reyes en actuaciones y grabaciones.

Guitarra: «Aprendió a tocar la guitarra viendo cómo sus hermanas tomaban clases con el maestro Piñero. Ray les replicó los acordes»

Se quedó con la copla de los acordes, afinó el oído al máximo, se aclaró la garganta con ponche de huevo y empezó a cantar con los grupos más protomodernos del musical sevillano: desde Los Vanguards a los Mercurys , desde los X5 a los Cinco Mercurys, desde Los Nuevos Tiempos a Los Lentos. En los X5 coincide con un Silvio baterista y sobrado de compás. Con los Cinco Mercurys llegaron a tener hasta club de fans: la Mancuerna , que los acompañaba allá donde fueran a dar el do de pecho.

En la base de Rota, ante un público joven, con Vietnam metido en los miedos del alma y bailando los días de fiestas antes de caer sobre el tenebroso delta del Mekong, actuaron en el colegio americano, donde los chicos le pedían mucho sonido Liverpool. Un yanqui se le acercó a Ray y le preguntó que aquel acento suyo tan raro de qué parte de Inglaterra era… Ray no sabía inglés. Pero calcaba fonéticamente la letra de la canción. Ese mismo día, en una sencilla coreografía que montaron para celebrar el estribillo de «Come baby love», se le escapó un zapato y le cayó a un americano en lo alto del bizcocho.

Pionero: «Es uno de los pioneros del cambio de gusto musical de la Sevilla de los sesenta, formando parte de grupos legendarios de la época»

Por la música perdía pie. Como viajar en Vespino a la feria de Santa Olalla de Cala para ir volver dos días seguidos y no faltar en el cuartel donde hacia la mili. Por la música casi se cae de una Bultaco metralla en la que viajó, con Paco Espejo , hasta Madrid para comprar buenos instrumentos musicales, quedándose dormido en la moto por Despeñaperros.

Y por la música se llevó las horas enteras en un escaparate de la calle Tetuán viendo una guitarra eléctrica, cuando aún creía que funcionaban como las lámparas, enchufándolas a la pared. De aquel tiempo guarda amistades, recuerdos y canciones que, cuarenta años después, suenan tan frescas como el «From me to you» que me envía por un mensaje de audio. O el «Come prima» de Tony Dallara que, con tanta ternura meridional, te transporta a una noche de amor en la costa amalfitana. Algo que solo pueden hacer tipos capaces de tener un millón de amigos…

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