Pablo Aguado: El nuevo torero de la Maestranza

Su proyección y ascenso han sido meteóricos. Se ha ganado un sitio en el escalafón entre los elegidos gracias a su revolución silenciosa . Todos quieren verle en los carteles y coinciden en las virtudes de su toreo. Aguado «no ha traído nada nuevo», sino que ha recuperado el toreo de siempre . El toreo clásico, el de la naturalidad y el temple, la cadencia y el ritmo, el gusto y la sencillez. El toreo sin prisa . Es el torero que estaba buscando Sevilla y que encontró en Pablo Aguado, inmenso en la corrida del 10 mayo, su décimo paseíllo como matador de alternativa. Se alzó como el triunfador con cuatro orejas y su salida a hombros por la Puerta del Príncipe lo aupó al trono del toreo sevillano.

Su carrera taurina no ha sido la habitual, ya que compaginó los estudios de Administración y Dirección de Empresas con los capotes y las muletas. Aunque su afición comenzó siendo un niño. «Con seis o siete años jugaba al toro con mi hermano, me divertía. Toreé por primera vez en mi Primera Comunión , le pedí a mis padres una becerra. Después me apunté a una escuela taurina en Carmona pero con 13 años lo dejé y lo retomé seis años después», explica.

Reconoce que su caso es un poco especial. «Cuando me decidí, ya tenía los estudios empezados y en casa me pusieron como condición para torear que terminara de estudiar . No fue fácil pero estoy muy agradecido porque pude compaginar los libros con los tentaderos», asegura el diestro.

Pablo Aguado ha nacido torero en una familia sin profesionales taurinos , pero sí de aficionados al campo y al mundo del toro. «Aficionados son todos, y mi abuelo tuvo ganado bravo, pero yo no lo llegué a conocer». Alumno de las escuelas taurinas de Carmona, Sevilla y de Amate, donde pasó más tiempo y se asentaron sus conocimientos técnicos , recuerda a quien confió por primera vez en sus posibilidades: «La ganadera Aurora Algarra me puso en contacto con Luisito, que fue mi primer apoderado . Más tarde se unió al equipo Enrique Peña. Y después de ellos, los actuales, Fran y Antonio Vázquez».

Es consciente de que todo ha ocurrido muy rápido y aunque «da un poco de vértigo, al mismo tiempo es gratificante». Desde la humildad, todavía no se considera torero de Sevilla, «un privilegio que te dan los años y el aval de una trayectoria ». Dentro de diez años espera «poder mirar atrás y sentirme orgulloso de lo conseguido, haber sido fiel a lo que he sentido en cada momento». Y es optimista con el futuro . «En la historia de la tauromaquia siempre ha habido baches cíclicos unidos a crisis económicas, pero siempre se han remontado, así que en diez años me imagino la Fiesta mejor que ahora».