Misión Gran Poder Sevilla
Amigo Vallejo: «Que te vea a ti; esa es la razón por la que estamos aquí»
Monseñor Amigo, en plena forma, preside una multitudinaria misa en la Candelaria centrada en el Señor y la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso
Monseñor Amigo, revestido al inicio de la eucaristía, ayudado por el hermano Pablo, ante el Señor del Gran Poder en la Candelaria
Quién mejor que Jeremías, el profeta del exilio babilónico, para alfombrar con sus palabras el trayecto del Gran Poder hasta la parroquia de Nuestra Señora de la Candelaria : «Vendrán todos llorando y yo los guiaré entre consuelos». Se proclamó en la primera lectura ... del día, pero se cumplió de manera inefable en el traslado de la imagen de la cercana parroquia de la Blanca Paloma la jornada anterior: los ciriales gastados, junto a la pila bautismal, como si fuera un recordatorio de la vigilia pascual con la luz y el agua sugeridos, acreditaban el camino recorrido.
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Se trata de eso, de desencadenar procesos, individuales y colectivos, en vez de enseñorearse de espacios, como tiene dicho el Papa Francisco, que a través de la cuenta de Twitter parecía sumarse también a la jornada festiva en el barrio de la Candelaria: «Vivir la misión es cultivar los mismos sentimientos de Jesús y creer con Él que quien está a mi lado es mi hermano y mi hermana. Que su amor despierte nuestro corazón y nos haga a todos discípulos misioneros».
«Señor, que vea a los hermanos que pasan necesidad, que vea a los que están lejos pero que te vea a ti», dijo monseñor Amigo
El templo estaba abarrotado desde media hora antes de que comenzara la misa solemne presidida por el cardenal Amigo Vallejo y la cola de fieles que querían acceder al presbiterio para venerar al Señor era tan interminable que hubo que acabar por las bravas con la procesión de devotos para disponer el oficio religioso.
Se presumía tan numerosa la asamblea –como así fue– que se había dispuesto una pantalla con la señal de televisión para que pudiera seguirse la eucaristía desde los jardines del complejo parroquial, cómodamente sentados en sillas de bar, pero con la misma unción que en el interior del templo.
Pulcritud y sencillez
La parroquia de la Candelaria es como un pueblito con su patio interior al que dan sombra unos naranjos que transparentan la edad y los achaques en sintonía con los residentes más antiguos del barrio. Alrededor del patio se disponen salones, aulas y todo lo necesario para desarrollar la vida parroquial. Hasta unos baños despercudidos con ese esmero en la limpieza que ponen quienes exhiben la pulcritud como el bien más preciado del que pueden presumir.
La misma pulcritud que puede encontrarse en la voz del cardenal Amigo, en plena forma a sus 87 años de edad. En la monición de entrada, tan improvisada como la homilía, retumbó tonante su invocación al Señor del Gran Poder, con la fuerza de aquella pregunta nada retórica –¿Dónde está tu hermano, Caín?– que resonó en el funeral por Alberto y Ascen en 1998.
«Señor, que vea a los hermanos que pasan necesidad, que vea a los que expresan alegría para bendecir tu nombre, que vea a los que están lejos, pero que te vea a ti, que es la razón por la que estamos aquí», dijo poniendo todo el énfasis en el pronombre de la segunda persona gramatical y también de la Santísima Trinidad.
El Gran Poder está dispuesto sobre el altar resaltado por un frente de la hermandad restaurado hace pocos años, en medio del presbiterio, una especie de ábside que remata la nave del templo parroquial, toda de ladrillo visto pintado de blanco sobre la que destaca una tablazón oscura que resalta la talla polícroma de un Cristo neorrománico .
«Qué buen camino»
Fray Carlos inició su prédica agradeciendo a la hermandad que hubiera traído hasta los barrios de los Pajaritos y la Candelaria «lo más querido», resaltando la labor que los grupos de voluntariado vienen haciendo en la zona: « Qué buen camino habéis hecho , presidido por el amor y la caridad», les dijo.
El ciego Bartimeo del Evangelio del domingo centró el mensaje principal que lanzó el arzobispo emérito: «Señor del Gran Poder, no tenemos nada que ofrecerte ni casi que decirte. Venimos a verte y que tú nos hagas ver las cosas como un padre bueno que sólo puede mirar a sus hijos con todo el cariño del mundo».
La homilía tuvo un aire cuaresmal , casi de función principal de instituto, porque monseñor Amigo fue deteniéndose, como si estuviera contemplando las armas de Cristo de la cruz de guía de la hermandad, en atributos destacados de la Pasión: la cruz, las espinas o los azotes.
«El Gran Poder de Dios es el amor, que todo lo puede», resumió en la despedida de la misa en la parroquia de la Candelaria el cardenal
Amigo Vallejo, pastor de Sevilla durante 27 años, sabía bien a quién hablaba. Se refirió a la cruz del trabajo cotidiano y también a la «cruz peor de no tener trabajo». «Qué cruces tan grandes tenemos que llevar, acaso la mayor, la de los hijos por caminos que no te gustan, Señor» , dijo con la mente puesta en los derroteros no sólo espirituales de muchos de los jóvenes del barrio y, en otro momento de la homilía, interpeló directamente a los padres: «Necesitamos de ti, Gran Poder, para cumplir tu mandamiento. ¿Tenemos que dar la vida por los demás? Pero si la has dado por los hijos, el amor lo explica todo».
El cardenal se detuvo también en las espinas «que nos punzan el alma» trenzadas en corona con tal que la corona de la Virgen «sea de flores» y los azotes cotidianos : «Lo peor de las heridas no es que sangren, sino que se infecten con el odio, con los resentimientos, con el rencor; que tu sangre sea bálsamo para nuestras heridas», pidió ante la imagen venerada del Señor de Sevilla.
El marcado acento cristológico del sermón dio paso, en el último tramo, a una emocionante apelación a la Virgen. « El sufrimiento más grande de Cristo fue el sufrimiento de su madre . Qué lecciones tan actuales», expresó antes de sugerir, siguiendo al profeta Ezequiel, arrancar el corazón de piedra para reemplazarlo por «uno capaz de amar y de servir».
Alegría del amor
En otro momento de la predicación, monseñor se preguntó por la aparente contrariedad de estar alegre a pesar de las circunstancias: «¿Somos inconscientes para proclamar que Dios ha estado grande como en el salmo?». Para responderse a renglón seguido: «Cómo no vamos a estar contentos. Tú llevas amor y esta es la causa de nuestra alegría y esperanza . Nos has dado a María y sabemos que cada uno es como si fuera hijo único».
Interpeló directamente a Nuestra Señora del Mayor Dolor y Traspaso, titular de la hermandad actualmente en un proceso de restauración. «¿Dónde está mi madre? En mi corazón, lo mejor de mi vida», repuso.
El oficiante remató la homilía volviendo al leitmotiv del Evangelio: «Señor, que vea, pero que te vea a ti».
Con un repique de campanas en el momento de alzar se subrayó la solemnidad de una ceremonia marcada por la sencillez y exquisitamente cantada por la escolanía de María Auxiliadora. En la despedida, monseñor Amigo remachó su idea central: « Cristo nos ha dejado la mejor de las miradas : el Gran Poder de Dios es el amor, que todo lo puede».
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