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Miguel Vargas Jiménez, un Bambino de Utrera

Pepe Camacho sostiene que, pese a que lo sentaron en muchos tronos, su reino fue el del compás

En el pub Adriano de Sevilla, Bambino y su compadre Pepe Camacho, propietario del local, posan tras organizarle un homenaje a la actriz Florinda Chico ARCHIVO PEPE CAMACHO

FÉLIX MACHUCA

En la sala Xairo, no muy retirada de la Puerta del Sol , estaba cuajando una de esas actuaciones suyas que, de boca en boca, iba multiplicando el prodigio de su arte. El flequillo, como el de un artista pop. Sus dedos para acompañarse ... palilleando en el baile. Su figura, la de un juncal narciso. Y de repente, de entre el público, la señora de un potente empresario hispanoamericano se levanta, se va hacia él y le regala un anillo de diamantes donde brillaban todos los luceros del firmamento. Bambino se lo agradece, pero lo rechaza. Se levanta también el esposo de la fan y le pide, por favor, que lo tome, que es un regalo de admiración, la única forma de pagarle tanto como les da, una manera como otra cualquiera de decirle al artista voy a perder la cabeza por tanto amor como pones en hacernos felices. Bambino, finalmente, aceptó el obsequio. Semanas después lo tenía un matrimonio amigo suyo, con ocho hijos y sin más techo que el sereno, con hambre para después de una guerra.

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