Reloj de arena
Manuel Osquigilea de Roncales: Un piano de azabache
Acompañó a Julio Iglesias, Montserrat Caballé, Salvatore Adamo, Plácido Domingo, Los del Río y aquel piano de azabache que llenó de copla la Expo
Félix Machuca
En uno de esos promontorios que, al final de una larga y feliz existencia, te encaramas para ver cómo te trató la vida, este magnífico pianista , octogenario y viajero universal, podría decirnos que hizo lo que le gustaba y gustó muchísimo lo que ... hizo. Además, vería a sus siete hijos, a sus quince nietos y a los cinco bisnietos que disfruta como un niño con un helado. En alguna parte de esa perspectiva pasada se encontrará con aquel día en que conoció al jazzman Oscar Peterson en Televisa, los días que acompañó a Julio Iglesias, Montserrat Caballé, Salvatore Adamo, Plácido Domingo, Los del Río y aquel piano de azabache que llenó de copla las voces heridas de amor y locas de deseos de Rocío Jurado, Juana Reina, Imperio Argentina, María Vidal y Nati Mistral. Una vida entre su Sevilla natal, Madrid, México, Marruecos y el barrio de Nervión que, todos en pie, saludaba a principio y final del partido que jugara el Sevilla a los sones marciales del primer himno del club, musicado por el maestro Roncales y escrito por su hijo: Sevilla, Sevilla, Sevilla, el equipo de la casta y el coraje…
«Fue su tía la que lo indujo a estudiar piano y música en el Conservatorio., para hacer de la suya una de las carreras más productivas»
Coraje tuvo don Manuel Roncales para hacer lo que hizo en el tiempo que la vida le regaló para hacernos felices con su música. Estudió piano gracias a su tía, entró en el conservatorio y también tuvo tiempo de estudiar Mercantil y trabajar en el Monte de Piedad . Luego descubrió el Oasis de la noche sevillana, donde los sedientos de experiencias vitales, bebían lo mejor de la vida bailando en su pista. Allí llegó a formar sus dos primeras orquestas: Los Watusis y los Madison. Y luego se fijó en él un referente de la música local de los setenta, Gino Font, que lo invitó a ponerse el bombín con el que actuaban los músicos de su grupo, aquellos Bombines inolvidables y de elegantes puestas en escena. Cuando el Oasis se le quedó pequeño se fueron, con el bombín puesto y una mochila cargada de ilusiones, hasta Madrid para ganar plaza musical y económica en una capital a la que se le estaba cayendo el pelillo de la dehesa. Y en en gatolandia se puso el mundo por montera, porque con el grupo de Gino Font no hubo sala de fiesta que se le resistiera. Tocó los teclados con gente como Manolo Regato, Luis Moreno, Eulogio Montero y Gino Font como vocalista. Todos ellos Bombines de marca registrada. El repertorio pasaba, sin excusas, por las baladas italianas y los ligeros temas yanquis.
«Empezó tocando en las orquestas del Oasis y terminó dirigiendo el espectáculo Azabache del 92, tras pasar por México y Marruecos»
De Madrid se fue a México para cortar orejas en la monumental de la cadena Televisa, donde conoció a Howard Keek , el cantante que interpretó la banda sonora de «7 novias para 7 hermanos» y durante siete años estuvo dándole calor y sentimiento a la sala del Hotel Camino Real. Cuando se montó en Iberia para volver a la madre patria, como un indiano cualquiera, tomó nuevamente las de villadiego para tocar en Agadir, en una sala piano que debió recordarle la del bar de Rick´s en la película Casablanca. El tócala otra vez Sam, se trocó por el tócala otra vez, Roncales y, presupongo, que deslizaba sus manos por aquel universo de notas tecladas para que los españoles que allí trabajaran dejaran escapar algún que otro suspiro de España. Pero lo llamó un especialista en rescates: Josele Moreno, el hombre que en los setenta hizo famoso su vente para España tío, al colega que limpiaba cristales en un rascacielos de Hamburgo. Esta vez le dijo a Roncales que se viniera para Sevilla, maestro , que le tengo un piano de cola que toca solo en la sala El Coto de Nervión, de la que Josele era relaciones públicas. Y allí le puso música a las tardes de arrimo, a los susurros al oído y al cuerpo a cuerpo sin miedo a la distancia social de los enamorados de la década. Fue en El Coto donde el maestro conoció a Pablo Blanco, futbolista del Sevilla, que le prendió la mecha para que escribiera un himno al equipo de Nervión. Fue el primer himno del Sevilla. El introito del Arrebato.
«Es autor del primer himno del Sevilla FC, que le sugirió Pablo Blanco en el Coto donde llegó para amenizar las tardes de la mano de Josele Moreno»
Otro sevillista de alma, corazón y vida , el añorado maestro de maestros José Antonio Blázquez, lo bordó con Roncales al piano en el Lope de Vega. Actuaban Los del Río y José Antonio siempre había tenido su paladar para cantar por Caracol. Yo le he oído cantar el carcelero, carcelero con guasa insubordinada durante los años de candado en las olivettis del ABC de los ochenta, para que Montoya le contestara en la misma redacción con voz de sargento prusiano. Los del Río, les decía, lo invitaron a salir a escena para que cantara una zambra caracolera, «Rosa venenosa». Y lo bordó. Saliendo entre aplausos, oles y mirada al tendido. También fue un escándalo cuando Roncales se sentó, en 1992, al piano de azabache de la Cartuja, para dirigir y musicar aquel fantástico monumento a la copla. Si el maestro se subiera hoy a ese promontorio para ver con perspectiva cómo le trató la vida, le llegaría lo feliz que hizo a tanta gente, sacándole a su piano lo mejor de una bossa-nova, una pieza de jazz, una balada italiana, un rock de Triana, una copla de Rocío y una marcha de Semana Santa entre el ruan y la capa de terciopelo. La gloria del azabache.
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