Manuel García Viñó, escritor: «Los premios literarios son grotescos»
El escritor sevillano afincado en Madrid Manuel García Viñó ha publicado el libro «La gran estafa» (Ediciones Vosa), con el que pretende desenmascarar a escritores famosos que considera faltos de mérito literario
-¿Es usted una fiera literaria?
-Según hacia dónde apunte la pregunta, se me ocurren dos respuestas.
¿Si soy un crítico feroz? Es posible. La honradez, más la independencia, más una visión crítica certera y personal, que, sinceramente, creo poseer, puede que comuniquen ... sensación de agresividad. Pero si lo que me pregunta es si tengo algo que ver con «La Fiera Literaria», tengo que decir que no; porque, aunque sí tuviera que ver, como se trata de un libelo donde todo el mundo firma con seudónimo, pues...
-¿Por qué se portó así con Vicente Molina Foix en el programa de Sánchez Dragó?
-Se refiere a que le di una bofetada, claro. Aquello no fue una «ferocidad». Yo no había golpeado nunca a nadie, pero se lo mereció, según confirmó todo el que vio el programa. Me interrumpió mil veces con gestos, risitas, insinuaciones. Se cargó el coloquio, que era sobre la muerte de la novela. Pienso que, aun inconscientemente -fue prácticamente un acto reflejo-, elegí entre golpearle o que me diera un infarto. En mi vida he aguantado más que lo que aguanté aquella noche por no estropear la grabación.
-En cualquier caso, no le preocupa hacer amigos, al menos en el ámbito literario, ¿no?
-Por lo menos, no supedito mi actitud a tenerlos. La postura de honradez, independencia y claridad de que hablaba crea muchos enemigos. Y ser juez y parte -novelista y crítico- propicia una situación difícil en este mundo de amiguismo y de capillas. Y no es que yo desdeñe la amistad. Tengo muy buenos amigos, pero, desde luego, pocos en el gremio de los escritores.
-¿«La gran estafa» será un libro maldito?
-En las grandes superficies no lo han admitido. Tampoco en muchas librerías. Dicen que ellos viven de Planeta y Alfaguara. Menos mal que la censura de la industria cultural no ha llegado aún a los boletines del ISBN, que dan cuenta de todos los libros que salen, y lo están pidiendo de muchas bibliotecas y universidades.
-Entre los escritores que incluye en «La gran estafa» habrá unos mejores que otros.
-Todos son pésimos y se parecen entre sí. Tanto Almudena Grandes, como Muñoz Molina, Javier Marías, Rosa Montero, Rosa Regás, Juan José Millás, Antonio Gala, Maruja Torres, Elvira Lindo, Lucía Etxebarría y demás parecen creer que novelar consiste simplemente en ponerse a contar cosas. No están en posesión de una teoría de la novela que subyazca a sus relatos, los cuales, como mucho, son estéticamente pregaldosianos.
-Lo curioso es que en todas las antologías figuran más hombres que mujeres, sin embargo en su libro hay más mujeres ¿Sucede, como dice Umbral, que el estilo es cosa de hombres?
-Umbral dijo eso como podría haber dicho lo contrario. No tiene criterio. Y en ese momento se trataba de, por una parte, quedar bien con su jefe, que le había mandado presentar una mala novela. Y, por otro, de indicar de alguna manera que no le había gustado. ¿Más mujeres en mi libro? Una más. Pura casualidad. De Millás y Cebrián me hubiera gustado ocuparme. Lo haré en otro libro.
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-¿Exactamente igual? No lo sé. Pero lo que sí sucede es que poetas excelentes, como Manuel Mantero, Aquilino Duque, Alfonso Canales, Mariano Roldán, Antonio Enrique, José Lupiáñez, Enrique de Villena, Rodríguez Pacheco y muchos otros no aparecen en los medios tanto como los de la cuadra de Polanco, que están siempre en primera fila, entre otras razones, porque entre ellos reparte el Ministerio de Cultura todos los actos que organiza. Hay uno, Luis García Montero, que creo que es capaz de dar dos lecturas de versos el mismo día, a la misma hora. -¿Sucede con el cine y las artes plásticas lo mismo que con la literatura? -La pintura y la escultura mueven muchísimo dinero. Acabaría antes si enumerase las corruptelas que no se dan en ese campo que las que se dan. -Bueno, diga cinco escritores españoles actuales que merezcan la pena. -Carlos Rojas, Juan Goytisolo, Juan Ignacio Ferreras, José María Vaz de Soto y Ana María Navales. Y me gustaría añadir otros cinco de la misma generación, ya fallecidos, de los que no se quieren acordar, pero que eran mucho mejores que, por ejemplo, el muy rústico García Hortelano, de quien se están acordando continuamente: Andrés Bosch, José Luis Acquaroni, José María Requena, Antonio Zoido, Miguel Espinosa. -Diga tres editores actuales dignos de ese oficio. -Manuel Blanco Chivite (Vosa), Ramón Gabarrós (Ánthropos), Jesús Moya (Endymión). -¿Los críticos de los años cincuenta y sesenta eran mejores? -Aparte de estar tan preparados como los de ahora, estaban libres de la servidumbre que imponen las editoriales y los grandes grupos mediáticos. Actuaban por auténtico amor a la literatura y escribían para los lectores, no para los editores o los autores. Ya quisiéramos tener hoy críticos como los Antonio Valencia, Manuel Cerezales, Domingo Pérez Minik, Horno Liria, Fernando Gutiérrez, Masoliver, Ángel Marsá. -¿Qué opina de los premios literarios? -Los premios literarios constituyen uno de los factores que hacen que España sea todavía, como decía Valle Inclán, una deformación grotesca de la cultura europea. Son productos típicamente españoles. En los países serios, se premian libros publicados. Aquí, un industrial preocupado sólo por el negocio, no por la literatura, premia una novela que él mismo publica. Y pican la prensa y los lectores, que tratan el chanchullo como un acto cultural. -¿Y de los agentes literarios? -Muy dañinos también. Porque no buscan buenos libros, sino libros vendibles a un público poco o nada preparado, al que cada vez le estragan más el gusto. -Pero ¿no es una industria la literatura? -Claro. Pero no debería serlo. O serlo teniendo en cuenta que no «fabrica» un producto de consumo material, sino un vehículo de valores éticos y estéticos. El gran editor italiano Giulio Einaudi proponía buscar a un buen escritor, esperar a que escribiera un buen libro y entonces publicarlo y sacarle una justa ganancia. Ahora esta fórmula se ha invertido. Se busca un autor popular por otras razones que las literarias y se le encarga un libro. -¿Por qué algunas novelas tan malas se venden tanto? -El sistema capitalista neoliberal, que tantos males está trayendo al mundo, ha ideado una técnica mediante la cual lleva al consumidor a adquirir un producto, creyendo que ha decidido y elegido él: el marketing. -¿Qué haría si le hicieran académico?
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