Loteria de Navidad 2022
Historias que dejó el Gordo en Sevilla
Hay familias a las que le ha tocado dos veces la Lotería y, para otras, un pellizco le supuso su tabla de salvación
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Lotería de Navidad 2022 en Andalucía: sigue en directo el sorteo del Gordo
Javier Macías
Sevilla es la provincia andaluza en la que más veces ha caído el Gordo y la quinta de España. Hasta en 18 ocasiones el primer premio ha repartido millones en la capital y en sus pueblos, y ha deparado historias que podrían servir de ... guion para un anuncio de la Lotería de Navidad . Son relatos de familias que no tenían nada y les supuso la tabla de salvación, hasta para comprarse un panteón en el cementerio. En otros casos, la fortuna, como el cartero, llamó dos veces. Si ya es difícil que a uno le toque el Gordo, que caiga por segunda vez es un milagro. Le pasó a una estirpe sevillana de rancio abolengo. Un prodigio que también salvó una boda; otro, a un barrio como las Tres Mil Viviendas; otro, a los gitanos más humildes de Lebrija; otro, a una abuela de cuento del Mercado de la Feria. Y, por qué no, a los empleados más leales de esta Casa, que nunca firmaron una crónica pero que, un día, fueron protagonistas de una de las historias que lleva 90 años contando este ABC de Sevilla.
En 1978, cuando España estrenaba la nueva Constitución, pocos días después de aquel histórico referéndum del 6 de diciembre, un niño del Colegio de San Ildefonso cogió una bola, la que llevaba el número 15.640, agraciado con 200 millones de pesetas de por aquel entonces. En la administración de lotería número 8 de la calle Santa Ana, en el barrio de San Lorenzo, se frotaban los ojos. Un vendedor ambulante, Manuel Estoup , que se colocaba con silla y mesa plegable en el mercado de la calle Feria , había comprado allí ocho de los décimos. Siete los vendió en pequeñas participaciones entre las amas de casa que frecuentaban el mercado de abastos y, el octavo, se lo llevó completo una señora. Un barrio modesto, que vivía entre las apreturas del paro y las trampas de una casa o un nuevo coche y que vio aliviada su situación económica. En la calle Feria no había aún teles a color, que eran un lujo tecnológico que no podían permitirse todavía sus vecinos. La radio y la pequeña pantalla en blanco y negro fueron el heraldo de la suerte.
La mayoría de las afortunadas habían adquirido boletos de cinco o de diez duros, por lo que les correspondió 50.000 o 100.000 duros. Se formó la marimorena. Contaba Antonio de la Torre en estas mismas páginas que hubo «gritos, lágrimas, carreras e, incluso, baile por sevillanas». Una señora al periodista: «¿Qué quiere usted que haga con esto, si mi marío está parao?». Otro respiró tras una noche de insomnio porque tenía que elegir entre pagar una letra o una cena especial en Nochebuena.
Josefa Rodríguez García , lloraba por el medio millón de pesetas. Abrazando a sus hijas, dijo: «Qué regalo, Dios mío; yo que estoy jarta de limpiá escaleras... Miarma, qué osito te voy a comprar, el que más te guste». Carmen Caliani Serrano , vecina de la calle Parras e hija de la famosa saetera Marta Serrano -que cada año le cantaba a la Macarena-, dio parte del dinero a su hermana, que se acababa de comprar un piso, y a su hermano, que era latero. Como loca, la hermana de Carmen gritaba: «Gran Poder bendito, qué alegría nos has dado. Mi hija quería que le comprara unos botos; ahora su tía le va a comprar los botos y el batón. Igualito que esta mañana, que le tuve que abrir la hucha a la niña pa ir tirando el día...». Mari Espinosa , la del puesto de calentitos, junto a su madre: «Con eso le voy a comprar un panteón a mi madre, que ha sío su ilusión toa su vía. Mí usté qué vieja, si tiene la cara de una rosa». Asunción Torregrosa , casada y con tres niños, no sabía qué hacer con el dinero hasta que no llegara su marido. La anciana Espino Barroso, con pañuelo y toquilla, dijo que reservaría el pellizco para sus seis nietos. Carmen López , junto a su esposo que llevaba seis años en cama, se llevó medio millón. Soledad Sánchez , con el cesto de la compra: «Mire usté qué compra traigo (sólo un paquete de picos y plátanos). Mi marío está parao, ¿sabe usted?». Se acababa de enterar de que le había tocado el Gordo.
Mientras Antonio de la Torre entrevistaba a las vecinas de la calle Feria, Manuel Ramírez -que años después llegó a ser director del periódico-, cogió una llamada en la redacción: «Oiga.. ¿es ABC? Sí, como lo oye. Resurta que tó los años me regala una participación una señora y resurta... ¡que ma tocao! Y entonse, va y me dise mi mujé: 'Anda Juan, llama al Abesé'. Porque, sabe usté, nosotros somos suscriptores desde hace muchísimo tiempo». La conversación quedó reflejada para siempre en la página 26 de ABC de aquel sábado 23 de diciembre de 1978.
En la otra punta de aquella Sevilla, en Pedro Salvador, a José Ramírez de Arellano y Aguilar le correspondieron 20 millones. «No tuve que mirar el número cuando lo escuché por la radio porque estoy suscrito a él todo el año, como mi padre. Me lo sé de memoria». El 15.640, una cifra milagrosa que 22 años antes, en 1956, le tocó a su padre: millón y medio de pesetas.
Al año siguiente, en Camas , Diego Castro Dorado compró el billete premiado para repartirlo en la barriada de Amate . El lotero llevaba cinco años parado. Toda su familia resultó agraciada menos él, que no se quedó con ninguna participación. Sin embargo, no dudó en acudir a celebrarlo con su prole. Josefita, la del quiosco del paso a nivel de la localidad, vendió un talonario y le correspondieron 125 pesetas. No se lo dijo a su marido porque no le gustaba que jugara...
1982, el premio gordo
Tres años después, el primer premio dejó en Sevilla nueve mil millones. Viajó desde Canarias . Allí, el sevillano Francisco Viejo había montado una administración de lotería y, cada año, mandaba a su familia del Tiro de Línea. Juan, su padre, vendió 34 de las series en la Peña «El 15», donde sus 60 socios acabaron siendo millonarios, El Chato, El Alicates, El Torpe... Uno de ellos, José Martín Torres , conductor de coches de caballos, viudo con tres hijos y rociero por la gracia de Dios, reconoció que todas las noches desde hacía un mes le rezaba a la Virgen del Rocío para que le tocara la lotería. «Vamos a ver a la Blanca Paloma para ponerle los ramos más bonitos que haya», dijo.
Otro familiar del lotero, su cuñado, repartió participaciones entre sus compañeros de la Telefónica de Rubén Darío, el ambulatorio de Alcosa y su propia familia. A Fernando lo pasearon en hombros los compañeros de la sección de Construcciones, donde más de cien personas resultaron agraciadas. En la Telefónica había una mujer embarazada que estuvo a punto de dar a luz al saberse agraciada con el Gordo. Se llama, precisamente, Iluminada Fernández . Allí resultó agraciado un cuñado de Rocío Jurado y los miembros de la chirigota «Los caperucitos enrollaos» , que se presentó en el Falla ese mismo año por primera vez. Con los 20 millones que les correspondieron, la agrupación alquiló los trajes de luces que utilizaron al año siguiente en el Carnaval gaditano: «Curro Telera y su cuadrilla torera». El letrista, Salvador Fernández, fue el único que no resultó agraciado. compuso un cuplé dedicado al Gordo.
Aquel año, el Gordo se celebró en la Casa de ABC , entonces en Cardenal Ilundain. Un grupo de trabajadores del periódico compró participaciones en la peña «El 15» . Al chófer del director, José Cabeza , le correspondieron diez millones con los que renovó su coche particular. Otros compañeros como el ordenanza Juan Leo , Isidoro Aguilar y Antonio Pando , de dos a tres millones. Pedro Fernández Garrido , de la sección de Transportes del periódico, se llevó diez. Aquel día sus fotos salieron en el ABC que ellos levantaban cada día desde la sombra.
En las Tres Mil
Hace 21 años, Sevilla celebró una de las lluvias de millones más necesarias. La capital se llevó el primer y el segundo premio de la Lotería de Navidad. Seiscientos millones, en las Tres Mil Viviendas , la zona por entonces más castigada por la marginación y el paro. El 7.308 viajó desde Toledo a la tienda de ultramarinos de Manolo «el de la Matilde» , que repartió participaciones. Los vecinos se tiraban encima del tendero en la plaza Luis Ortiz Muñoz. Allí estaba Encarnación Carmona , madre de once hijos, la mayoría de ellos parados. Ella vendía cupones y fue agraciada con 2,5 millones de pesetas. «Esto es muy grande -decía-, llevo muchos años vendiendo cupones y va ahora y me toca la lotería. Todo es para mis hijos, que lo necesitan más que yo. Pero, miarma... cómprame el cuponcito que hoy te toca seguro», le dijo al periodista Fernando Carrasco.
Diego Castro Dorado (1979): feliz pese a la mala suerte
Tres hermanos loteros: Diego, José y Manuel Castro Dorado . El primero compró el número, el segundo lo repartió y, el tercero, estaba ya retirado. Ésta es la historia de la generosidad de verdad. Diego estaba parado desde hacía cinco años. Acudió a una administración de Camas y compró allí el número 18.396, se lo dio a su hermano José. Éste hizo cuatrocientas participaciones de cincuenta pesetas, que vendió en Camas, Ciudad Jardín, en Santa Teresa de Amate y entre toda la familia y vecinos. El resto, se las llevó a su hijo Francisco para que las vendiera en el Polígono Norte, que es donde vivía. Todos se quedaron con participaciones excepto Diego. Y tocó el Gordo.
Teresa Dorado , la madre de esta estirpe de loteros de Amate se encontraba comprando fideos cuando el periodista Benito Fernández , de ABC, la encontró. «Sí, mire usted, ha tocado la lotería en toda la calle. A mí me han tocado 125.000, pero de lo que más me alegro es de que le haya tocado a mi nieto Francisco un millón. El pobrecito está parado y tiene cuatro hijos». Francisco había encontrado trabajo justo en aquellos días y, con ese dinero, dijo que pagaría las deudas que tenía.
Diego Castro no estaba triste. Había salido a la calle Ana de Jesús, donde vivía toda la familia, y lo celebró pese a que no le tocó un duro. «Me da igual. Con que le haya tocado a mi familia me siento feliz» . La cara le delataba cuando su hermano José llegó con el décimo y los vecinos le aplaudieron a rabiar.
Los Ramírez de Arellano (1956 y 1978): el Gordo llamó dos veces
José Ramírez de Arellano y Aguilar heredó de su padre la tradición de jugar al 15.640 . No era un capricho. Su progenitor, en 1956 , se llevó millón y medio de pesetas de por aquel entonces del Gordo. Veintidós años después, en 1978 , escuchando la radio José oyó el número y no tuvo ni que mirarlo. Se lo sabía de memoria porque llevaba suscrito a la misma cifra desde que a su padre le tocó la lotería. Otro primer premio... otros veinte millones de euros. Hay gente con suerte, y luego estuvo la familia Ramírez de Arellano.
Tenía por aquel entonces 43 años, estaba casado y con siete hijos. Era empleado del Banco de Andalucía, donde ocupaba la jefatura del departamento de la Cámara de Compensación. Estaba con sus compañeros cuando llamó la fortuna por segunda vez. Llamó a su esposa por teléfono, que acudió con el décimo premiado para depositarlo en la misma entidad bancaria. Se fue a casa y los compañeros pusieron un cartel en la oficina: «Cerrado por gordo. Lotería. LLamen antes de entrar. 20 millones» .
En su casa —contaba Gloria Gamito en este ABC—, los niños estaban como locos. El teléfono no paraba de sonar. Cinco de esos 20 millones lo repartió entre el resto de la familia. Allí estaba la suegra, los primos, los cuñados, todos ellos llevaban participaciones. Ramírez de Arellano, una vez ingresado el dinero, dijo no saber dónde invertirlo, pero algo sí tenía claro:«Seguiré trabajando, así podré chillar a mis jefes. Aunque parece mucho dinero, con siete hijos hay que guardarlo bien».
Chirigota «Los caperucitos enrollaos» (1982): con el Gordo al Falla
En 1982, en el Tiro de Línea cayó el Gordo, acompañado de 9.000 millones de pesetas. Un lotero sevillano emigrado a las Islas Canarias le trajo a su padre gran parte de las series del 21.515. Éste, socio de la peña «El 15», hizo participaciones que se repartieron por todo el barrio. Todos los socios se hicieron millonarios, al igual que un centenar de trabajadores de la Telefónica situada en la calle Rubén Darío.
Entre los agraciados se encontraban los componentes de la chirigota «Los caperucitos enrollaos», que justo ese año se habían presentado en el Gran Teatro Falla de Cádiz para los Carnavales. No tenían nada y necesitaban dinero para comprar los trajes de luces para la edición de 1983, ya muy próxima, en la que participarían bajo el nombre «Curro Telera y su cuadrilla torera». Fueron 20 millones los que les tocaron. Sólo el letrista de la chirigota, Salvador Fernández , se quedó sin comprar participaciones. Sin embargo, anunció que compondría un cuplé dedicado al Gordo.
ABC de Sevilla (1982): protagonistas de la noticia
Aquel mismo año de 1982 , la noticia también estuvo dentro del propio ABC de Sevilla . Entonces, la empresa se encontraba en Cardenal Ilundain, próximo al epicentro donde cayó el Gordo, en el Tiro de Línea. Trabajadores de esta Casa, habitualmente en la sala de máquina y que nunca firmaron una crónica, compraron participaciones del número 21.515. Se repartieron más de cien millones de pesetas. El chófer del director, José Cabeza Romero , se llevó diez millones. «Me voy a comprar un cochecito, que el mío ya no anda, y en socorrer a todos los pobres y parados que vea de aquí al 5 de enero, para que pasen unas felices pascuas», dijo. Por su parte, a Pedro Fernández Garrido , trabajador de la sección de Transportes de ABC y miembro de la peña «El 15», le correspondieron diez millones. Donó parte del dinero para el festival de Navidad que organizaría ese año el grupo empresa del periódico. «Seguiré trabajando, el dinero lo emplearé sobre todo en pagarle una carrera a mi hijo». Antonio Pando , de la portería de Talleres, fue agraciado con 3 millones. Lo mismo le ocurrió al compañeros de Manipulado Vicente Castaño , y de Ventas, Isidoro Aguilar .
Manuel Caro Medina (1942): pagó su boda y el convite
Manuel Caro Medina era agricultor. Tenía 27 años cuando, en 1942 , una helada acabó con su cosecha de naranjas. Andaba Manuel preparando su boda con Belén Ruiz, pero las apreturas llegaron y se plantearon aplazarla. Estando en la Feria de Écija , un gitano le quiso vender participaciones de la Lotería de Navidad, a duro cada una. Le dio las tres que le quedaban y Manuel le dejó dos en la mesa. Le pagó el duro y se la guardó. El gitano le dijo: «Te vas a acordar, porque te va a tocar». Y así fue: le cayó el Gordo. Cinco mil pesetas de por aquel entonces con las que pagó la hipoteca, el vestido de novia y el convite. Formó una familia y, ya para siempre, jugó al 17, como terminaba el boleto premiado.
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