Arquitectura
Hielotrón y Palenque, el legado arquitectónico que Sevilla dejó perder
La ciudad acogió los dos edificios más reconocibles del arquitecto José Miguel de Prada Poole, fallecido el miércoles, pero ninguno de los dos sigue en pie
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Iniciar sesiónLa buena arquitectura es la que perdura en la memoria colectiva de quienes la vivieron incluso después de la desaparición física del edificio. El día que caiga –porque caerá, todo es cuestión de tiempo– el horroroso mamotreto verdegay de la acera de ... los impares en la Palmera destinado a residencia de estudiantes, nadie lo echará de menos. Por eso mismo sí que se echan en falta, precisamente en estos días de ola de calor y factura eléctrica rampante, dos construcciones singularísimas que Sevilla perdió para siempre: las pistas de patinaje de Hielotrón y el auditorio del palenque de la Expo .
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Ambos, con una diferencia de quince años, son hijos de un mismo padre, el arquitecto José Miguel de Prada Poole , fallecido en Madrid el miércoles en Madrid a los 83 años de edad. Ambos sólo existen ya en el recuerdo porque la ciudad se desembarazó con infinita crueldad de las dos estructuras , como queriendo corroborar el carácter efímero que dominó la producción arquitectónica de De Prada Poole.
El propio proyectista se manifestó en contra de la demolición del palenque en 2007 , cuando se decidió que aquel miniauditorio bioclimático capaz de rebajar unos diez grados la temperatura exterior sin disparar el consumo energético debía dejar paso a otro edificio más de oficinas en la isla de la Cartuja. Desde la redacción en que hilvano estas notas puede verse el esqueleto a medio construir ¡catorce años después! sin visos de solución . Triste sino: demoler para no levantar.
Y eso que el palenque que conocimos no era exactamente el que había diseñado De Prada Poole, en colaboración con el chileno Roberto Goycoolea y el ingeniero industrial Rafael Úrculo , que ganó la adjudicación en julio de 1988 entre 103 protectos presentados a concurso. El jurado valoró entonces «viabilidad técnica, contenido estético, funcionalidad, relación con el entorno, posibilidades de reutilización después de celebrada la Expo en lugar diferente , claridad expositiva de la memoria y justificación de la solución adoptada, presupuesto y plazo de la construcción».
Cubierta transparente
De Prada había ideado una cubierta transparente suspendida de mástiles de 35 metros de altura con mil quinientas boquillas que pulverizaban agua para crear por debajo una nube más o menos densa en función de la luminosidad del día. El propio arquitecto recordó alguna vez que tomó la idea de la nube del libro bíblico del Éxodo , en el que Yahvé fijaba una nube sobre la tienda del encuentro cada vez que Moisés acudía a hablar cara a cara con la divinidad.
Finalmente, las prisas de la organización de la Expo por cumplir los plazos y abaratar costes recortaron el diseño original y se usó una carpa textil que hubo que sustituir, deteriorada, en 2004. Aun así, el microclima del palenque consiguió reducir hasta catorce grados la sensación térmica en su graderío el día que más calor hizo durante la exposición universal, en el que los termómetros subieron hasta los 45 grados centígrados.
La obsesión por el bioclima le acompañó toda su carrera profesional. En ese sentido, fue un pionero de eso que ahora se llama la sostenibilidad, entendida como el mayor confort con el menor consumo energético. Su reflexión iba más allá, ligada al concepto de perdurabilidad de la obra arquitectónica y su huella en el entorno.
El palenque de la Expo no fue una raya en el agua en su producción. Estaba pensado para que se desmontara la cubierta y se reutilizara repartida en plazas públicas de la ciudad, pero nada de eso se hizo y aquella sabia conjunción de agua, vegetación, corrientes de aire y cubiertas textiles acabó bajo la piqueta .
Pista espacial de hielo
También había acabado así Hielotrón, la pista de patinaje levantada a mediados de los años 70 en Montequinto , cerca de la comandancia de la Guardia Civil. Inauguradas el 13 de abril de 1976, aquellas cúpulas de plástico inflable –herederas conceptuales de la geodesia de Buckminster Fuller para la Expo67 de Montreal– parecían, vistas desde la carretera de Utrera, enteramente una alucinación . De hecho, sus promotores la anunciaban como «una pista espacial sobre el hielo». Al fin y al cabo, la '2001: una odisea del espacio' de Kubrick se había estrenado ni diez años antes, en 1968 .
A De Prada le supuso nada más que el Premio Nacional de Arquitectura en 1975 , al año siguiente de Alejandro de la Sota por la facultad de Matemáticas de la Universidad de Sevilla, lo que da idea del nivel de excelencia arquitectónica que había alcanzado la ciudad en aquellos tiempos.
Hielotrón no sobrevivió a un vendaval en la madrugada del 24 de febrero de 1978 . Una racha de 67 kilómetros por hora (cuando estaba proyectada para resistir hasta los 155) se la llevó por delante como la pompa de jabón que su autor siempre quiso que fuera. Reabrió, ya sin las dos cúpulas gigantes, pero pronto la novelería sevillana había cambiado el foco de su atención y cerró para siempre al poco tiempo.
La exposición en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo en 2019 vino a resarcir mínimamente la deuda de gratitud de la ciudad con el arquitecto vallisoletano, haciendo memoria de sus obras (todas efímeras), sus proyectos, sus valiosas investigaciones bioclimáticas y su adelantada preocupación por la sostenibilidad y la huella constructiva. Una valiosa lección para atesorar en la memoria.
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