Reloj de arena
Francisco Roncero, Don Curro: En buenas manos
Peluquero, archivero, maquetista y músico, no sólo es una institución en el rock sevillano, también lo es en Los Remedios
Félix J. Machuca
Hace solos de tijeras que no los iguala Eric Clapton con su mano lenta. Y ha esculpido tupés que ni Elvis en sus mejores años capilares pudo superarlos. Don Curro Silver Barber no es peluquero. El pelo es un asunto ... de animales. Él siempre se ha tenido como maese de la escuela de la cabellería, instituto que expende títulos de alta exigencia para los que le arreglan la cabeza a cabezas que apenas si tienen arreglo.
Por su establecimiento en Virgen del Valle en Los Remedios , ha pasado toda la nómina roquera local para amueblarse la cabeza con la maestría aerodinámica del señor Silver Barber. Desde Pive Amador a Gualberto . Desde Andrés el Pájaro a Ray Palma .
Todo el que ha solfeado, de oído o de conservatorio, en clave de rock o como militante de aquella generación puso en buenas manos lo que daban de sí sus cabezas. A las que Don Curro trataba siempre con la brillantina de su arte.
Sus manos, en la Grecia de Pericles , hubiesen trabajado para el taller de Fidias, para convertir el mármol en un cabeza de auriga o filósofo. Pero le tocó vivir unos cuantos años después y metió sus manos en asuntos tan delicados como pelar por los Shadows, archivar fotos, ropas y documentos de la generación del Estanque de los Lotos y arreglar guitarras que le llevaban para que sonaran maravillosamente bien tras darle la pastilla. La pastilla eléctrica.
Así que Don Curro ha sido cabellero, músico con Silvio y los amigos, luthier de españolas con aspiraciones eléctricas, museólogo y maquetista. Eso no lo saben muchos. Tocado por el dedo del cielo para configurar un carácter a base de paciencia y voluntad, Don Curro echó las horas más vivas en resucitar los sueños muertos del pasado. Por ejemplo, galeones antiguos.
Hizo una maqueta a escala soberana , de un metro de largo por otro tanto de altura, con todos los detalles del barco , desde la artillería a babor a las luces de los candiles de los camarotes de los marineros. Un esfuerzo de paciencia y tino de más de siete años que, llegado el día, atracó en el puerto donde le esperaba su amor de siempre. Y se lo regaló a su esposa.
Las manos. Don Curro es las manos y las formas . Las manos para que una guitarra empastillada aprendiera a hablar la lengua del rock. Y las formas sentimentales para guardar, archivar, mimar y plastificar los recuerdos.
En las vitrinas del establecimiento hay chupas, baquetas, fotos, medallas, cuadros y guitarras , de una movida local que encontró en su espíritu de archivero, la mano exacta para que perduraran y no se las comiera la ley del tiempo.
El fondo de armario más completo de Silvio está en esas vitrinas. Medallas de la ciudad y al mérito roquero incluidas. Una de ellas rescatada, in extremis, de una joyería de la Plaza del Pan donde la vendió el mismo Silvio un día después de recibirla y que el joyero tuvo a bien devolverla a la peluquería.
Club de los roqueros vivos
Colindante con la industria capilar, abrió una especie de club de los roqueros vivos, Los Amigos, donde se le rezaba a la Cruzcampo y se compartían simpatías por el demonio de los Rollings . Sin olvidarnos de los éxitos autóctonos, con Silvio en la cabecera del cartel.
En aquel bar, me aseguran, trabajó con todos los papeles en regla y absolutamente sobrio el genio de Swing María , lo que no sé es cuánto tiempo duró en tan extremas condiciones... El club de los roqueros vivos se reunía una vez por semana y convocaba a músicos y gente de la onda para rememorar recuerdos y darle al compás.
No fueron ajenos a esas convocatorias ni Antoñito Smash , ni Gualberto , ni Lorenzo Romero, ni Pedro García Maurico, ni Ray Palma, ni Pive Amador , ni Manolo Luzbel, ni El Pájaro… Se llegó a expedir y plastificar una especie de carné acreditativo. En aquellas noches, donde los demás se trataban con la rubia de Guinness y él las cultivaba con las tres letras de un güisqui segoviano, Don Curro se animaba a tocar la guitarra y ponerle mucha pasión a temas como Apache, FBI o Gerónimo.
A veces acompañado de la batería de Silvio. Uno de sus peores tragos fue el que dejaron de tomar cuando cerró. No cerraba un bar. Cerró un mundo que solo giraba ya en aquel santuario. Quizás para sobrellevarlo recordaría más de una vez el «Let it be» , sobre todo en aquella estrofa: «Cuando me encuentro en momentos difíciles/la Virgen María se me aparece/diciendo palabras sabias: déjalo ser, no intentes cambiarlo…».
La cabellería de Don Curro ha pasado a manos de su hijo. Él se jubiló y cuentan que su mayor preocupación es encontrarle un lugar seguro al legado roquero que tiene en su archivo y en sus vitrinas. No sé si es memoria histórica. Pero sí sé que es memoria de una generación que vivió Sevilla con una historia y una música diferente.
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