La Feria de Espadas y el paraíso de Guerra
La Sevilla de ficción en la que ubicó el edén Alfonso Guerra durante el festivo de la presunta Feria está resumida en el Mercado de la Carne
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Iniciar sesiónMe decepcionó Alfonso Guerra en su discurso de las Medallas de la ciudad . No esperaba de alguien tan leído como él un tópico tan maniqueo como el de «Sevilla es el paraíso». Porque, aun siéndolo, toda la decadencia local orbita alrededor de ese ... narcisismo autocomplaciente que ha llevado a una tierra tan rica como ésta a la miseria del chauvinismo. Una cosa es enorgullecerse de Sevilla como cuna, ya sea por su inabarcable opulencia patrimonial, ya sea por su historia colosal, y otra engreírse para tener una excusa con la que explicar la indolencia . Todos los sevillanos sabemos que esta ciudad tiene un halo misterioso que nos atrapa hasta el punto de renunciar a la prosperidad en otro destino sólo por conservar el arraigo. Por eso Cernuda escribió «Ocnos» desde la lejanía y retrató el alma misma de su tierra nativa a golpe de nostalgia. T odo el que se va de aquí se lleva un puñado de arena de la orilla del río en el bolsillo. Pero la condición empírea de Sevilla es también una cadena para su desarrollo económico. En la medida en la que todos aspiramos a ganar el cielo, también nos conformamos cuando creemos que hemos nacido en él. Y esa resignación es una cárcel. Yo esperaba de alguien tan sevillanísimo como Guerra, construido como persona en su librería del Alcázar, que desplegara su don para la crítica y zarandeara los naranjos de la Plaza Nueva, no sé, tal vez que llamara la atención de los abúlicos que se vanaglorian de la mejor ciudad del mundo con los barrios más pobres del país , que removiera la conciencia de los desidiosos que lo arreglan todo brindando, que hiciera un listado de atrasos insoportables e hiciera un paseo por la ciudad de papel: los túneles de la SE-40 , la red completa de metro, la recuperación de Altadis, la Gavidia revitalizada, el Museo de Bellas Artes ampliado, la extraordinaria rehabilitación del Arqueológico con el tesoro original del Carambolo en la vitrina central, la gran vida cultural de las Atarazanas, el ambientazo de la Fábrica de Artillería tras su restauración o, por no salir del barrio de San Bernardo, la intensa actividad del antiguo Mercado de la Carne .
Pero ese paraíso no existe. Es una ficción que está simbolizada en este último proyecto fallido, el enésimo de los cientos que se han presentado con boato en los últimos años. Esa Sevilla apática y agalbanada que asume las mentiras con displicencia porque la Giralda es preciosa y aquí hay que mamar se resume en el reinicio de la tramitación del viejo mercado del puente de los bomberos después de seis años a ritmo de tortuga. Otro fiasco más que vuelve a manosear el tradicional pretexto de los políticos: toda la culpa la tiene siempre el anterior , que hizo las cosas muy mal. Los alcaldes de Sevilla tienen el complejo del albañil que al presupuestarte la reforma de tu casa siempre te dice: «¿Quién le echó esta solería? Menuda chapuza».
Alfonso Guerra sí tiene al menos una coartada fiable: vendió su falso paraíso el día que Espadas había puesto como festivo en septiembre para su falsa Feria. Los dos cantaron juntos por sevillanas la vieja copla: «El aire lleva mentiras: / el que diga que no miente, / que diga que no respira».
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