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Reloj de arena

Diego Pantoja: el manifiesto surrealista gitano

Tuvo una juventud esplendorosa, elegante y apolínea. Dicho en cristiano: era guapo hasta pasando miedo. Y rebosaba la simpatía de esos seres elegidos para multiplicar la felicidad a su lado

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Félix Machuca

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Si su hermano Picoco se hacía las camisas donde se las cortaban a José María de Areilza, Diego se maqueaba con el corte y el paño de dos de las mejores sastrerías de la calle Larga de Jerez: Armando y Jubar. ... Si su hermano Picoco despertaba las dotes diplomáticas del entonces príncipe de España, Don Juan Carlos de Borbón , para convencer a su mujer de que lo admitiera en casa después de una voltereta de seis días, Diego volvía loca a Ava Gardner , que lo llamó para que le cantara en un hotel madrileño y el gitano acabó bebiendo el agua donde se había bañado el animal más hermoso de la naturaleza, según definición contrastada de Frank Sinatra . Dos hermanos y un mismo destino: mandar a Bretón al rincón de los caliches y ser dueños absolutos del manifiesto surrealista gitano. Diego Pantoja forma parte de ese conglomerado neuronal de la flamencura, la bohemia y el desahogo que se ponía en marcha por las noches para dejar en los tablaos de los duendes la chispa rutilante de su ingenio. Al igual que Picoco, Diego está en posesión de un currículo brillantísimo, sobrado de ingenio para inventar la electricidad de una respuesta y electrocutar con sus salidas a los asesinos de la felicidad. A Diego Pantoja hay que clonarlo. Para que su ADN no se lo coman los bichos del olvido y el corrector de los nuevos tiempos.

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