Botellón en Sevilla: los irreductibles del alcohol a pie de calle

Lo llamativo de este fenómeno es que hay algunos barrios donde estas concentraciones se repiten una y otra vez en los mismos puntos a pesar de las denuncias de los vecinos, las informaciones que se publican en los medios y las actuaciones policiales. ABC ha hecho un recorrido por lo que podría llamarse el mapa del botellón sevillano en tiempos de pandemia y la primera conclusión a la que se llega es que este fenómeno no entiende de barrios; si bien en las zonas más conflictivas de la ciudad como las Tres Mil Viviendas, los botellones son fiestas privadas que se desarrollan a pie de acera y son más bulliciosas. En Navidad, un amplio dispositivo policial tuvo que intervenir en la barriada para disolver dos celebraciones que reunían a unas 70 personas. Un agente resultó herido.

Siguiendo el recorrido por barrios con cierto grado de conflictividad, los vecinos de Torreblanca señalan la calle Encina o el paseo del Canal de los Presos como puntos donde las concentraciones son una constantes. Por redes sociales han publicado en reiteradas ocasiones fotografías del día después con los restos de botella, bolsas y vasos. En estas zonas, la queja vecinal es constante, que no hay presencia policial y eso ayuda al incumplimiento generalizado de las normas.

Esa sensación es la que tienen también los que viven más cerca de los pisos del Parchís, en Sevilla Este. En el patio común de estos bloques se celebraba el pasado mes de diciembre una boda con 300 invitados. La Policía intervino tras la llamada de varios vecinos. Aquello fue una de las noticias más leídas del día, pero quien reside cerca asegura que las concentraciones para beber en la calle son habituales. «Por eso se crecen y montan una boda, porque saben que no les va a pasar nada», asegura un vecino.

Pero ese malestar también recorre algunos de los barrios acomodados de la capital. Ese hartazgo lo representan bien los que tienen su casa próxima al campo de la Feria, un botellódromo que sigue funcionando a pesar de las restricciones. En verano se contaban los jóvenes por decenas; ahora son grupos más pequeños pero que siguen dejando su rastro en forma de basura que se acumula en aceras y alcorques. «A pesar de que el delegado, el señor Cabrera, presume de cientos de multas impuestas a menores, está claro que no sirven para nada, porque a sus nulos efectos nos remitimos cada día a partir de las 19 horas», señalan desde la Asociación de Vecinos de Los Remedios, la cual aboga por vallar e impedir el paso a ese espacio y ejercer un mayor control sobre los establecimientos situados en el tramo final de Asunción y Virgen de la Cinta que venden alcohol a menores. Y es que llama la atención la juventud de los grupos que se reúnen en esta zona, con mucha presencia de menores de edad.

Otro de los barrios con una de las rentas más altas de la ciudad, el Porvenir, tampoco se escapa de las concentraciones de estas características.

Los vecinos han recurrido también a las redes sociales para interactuar con la cuenta oficial de los servicios de emergencia de Sevilla y denunciar los grupos que se reúnen en enclaves como la plaza Vicente Aleixandre. En el caso de Heliópolis, las reuniones persisten en el Parque Guadaíra. Los vecinos denunciaban en octubre cómo el botellón se mantenía en la parte más próxima al colegio Corpus Christi a pesar de las batidas policiales. Más alejado de la zona residencial, en Palmas Altas, los jóvenes se sienten más seguros al no tener viviendas cerca en el aparcamiento en superficie que hay junto al centro comercial. En septiembre, la Policía Local intervino allí en un botellón que reunía a 500 personas. La situación actualmente está mucho más contenida, pero la práctica no se ha desterrado.

En Triana se registran aún pequeñas concentraciones en la plaza de San Martín de Porres y en el Parque del Turruñuelo; mientras en Santa Clara, donde los vecinos llevan tiempo reclamando una mayor presencia policial en este barrio alejado del Casco Histórico, las reuniones para beber en la vía pública se repiten casi a diario en las calles Fray Francisco de Pareja y Juan de Mendoza Luna, donde los jóvenes aprovechan una zona verde.

Este recorrido acaba en el corazón de la ciudad donde el botellón se practica hace décadas. A pesar de que las denuncias se han disparado hasta llegar a cifras récord (hasta los primeros días de diciembre se habían tramitado más de 7.000), la gente sigue bebiendo en la calle en la Alameda y zonas adyacentes; en la plaza Santa Isabel en la zona de San Marcos o en la de José Luis Vila, en la trasera de San Luis de los Franceses. Todos ellos son puntos diagnosticados por el Ayuntamiento tras las denuncias vecinales pero donde el botellón se resiste a marcharse.