Los bares de Sevilla que fueron víctimas del coronavirus

El último de la lista de bajas es el Citroen, que echa la persiana tras 92 años en la entrada del Parque de María Luisa y junto a la Plaza de España. El local, que abrió cuando la Exposición Ibeoramericana de 1929, cierra tras la muerte de Benito González Yañez, nieto del fundador y tercera generación al frente del negocio. Aunque hay una cuarta generación, otro Benito González que trabaja en el local y que es padre de un quinto que hoy sólo tiene diez años, la situación provocada por la pandemia y el pleito que han librado con el Ayuntamiento por la concesión del local ha podido con ellos. Porque pese a que la Audiencia de Sevilla les dio la razón , una resolución posterior del Tribunal Supremo sirvió para que el Ayuntamiento iniciara un nuevo procedimiento para la concesión del negocio al que podrá presentarse tanto la familia propietaria como otras empresas. «Gracias a Sevilla, a todos los sevillanos y a las legiones de turistas y visitantes que han descansado en nuestra terraza, en nuestra barra y veladores», reza en su cartel de despedida.

Fue probablemente el primero que cayó víctima de la pandemia. El local ubicado en la calle Gamazo se vio obligado a cerrar sus puertas después de más de cuarenta años dando de comer a políticos de primera línea o a grandes escritores. Porque Enrique Becerra, que inició su andadura en la hostelería con 21 años , ha dado de comer a Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, entre otros a base de una combinación de platos de cocina andaluza. Aunque su propietario atribuyó el cierre a motivos de salud (tenía más de 70 cuando anunció la clausura) se considera que fue el primero que fue víctima del coronavirus.

Todo un clásico de la Puerta Osario, el pequeño local que destacaba por sus  tapas, era muy conocido entre el público sevillano por seguir fiel a las tradiciones pese al paso de los años. Era uno de esos bares sevillanos que conservaba la tiza en la barra para hacer la cuenta a los clientes y que incluso mantenía un megáfono para avisar a los que estaban sentados en los veladores de la puerta.  Aunque el dueño había comprado el local allá por los años 30, la crisis generada por el coronavirus le obligó a cerrar y ponerlo en venta hace poco más de un año.

Todo un referente en la Alfalfa, cerró sus puertas en noviembre de 2020 tras 85 años de actividad. El local se había consolidado como una de las opciones con más arraigo en el centro para tomar cervezas y tapas. Las de chipirón, la ensaladilla, las gambas o el solomillo eran otras de las especialidades de la casa que estaba en manos de Félix Jiménez desde mediados de los 80 y que fue despedido con una cerrada ovación el día que echó la persiana. Recientemente ha abierto sus puertas un nuevo establecimiento en el local, aunque en un estilo que nada tiene que ver con el extinguido.

En el corazón de Triana, en la calle San Jorge, ponía fin a su actividad Casa Manolo, otro negocio con sabor y que destacaba por sus desayunos y sus tradicionales tapas como las espinacas, los chocos a la riojana , el menudo, la cola de toro, la punta de solomillo.  El negocio, que llevaba abierto desde el año 1939, estaba en manos de Manolo Ortiz, hijo de fundador y procedente de una familia de santanderinos afincados en Sevilla desde hace décadas. 

Todo un clásico en el barrio de Los Remedios, el Grana y Oro cerraba sus puertas, también víctima del coronavirus, después de más de 56 años abierto. El establecimiento de la calle Niebla, abierto en el año 1964, era un clásico en el barrio por sus desayunos ya que abría muy temprano (sobre las 6 de la mañana) y por sus tapas de comida tradicional. Sus propietarios anunciaban el cierre deseando suerte a todos los colegas del sector. «El dichoso virus parece que nos ha ganado la batalla», decían en su despedida. 

Era uno de los establecimientos ilustres del casco histórico y todo un referente para los visitantes de la ciudad. En su local de la calle Arfe, servía platos marineros y un pescado y marisco de gran calidad que exhibía en su escaparate junto al Arco del Postigo . El local llevaba abierto desde el año 1946 y había pasado por varias manos además de haber sido reformado y ampliado en varias ocasiones. El último responsable del negocio, Emilio Guerrero, tuvo que echar el cierre por la caída de los ingresos junto a otras circunstancias como la falta de acuerdo con el propietario. 

Muy conocido en el barrio de Triana, el local ubicado en la calle Rodrigo de Triana, también tuvo que echar el cierre tras haberse convertido en el punto de encuentro de la zona desde hace muchos años. Los caracoles eran uno de sus platos fuertes . Sin embargo la crisis pudo con ellos y se vieron obligados a cerrar el negocio en junio de 2020 después de que los propietarios del inmueble anunciaran su intención de no renovarles el contrato con la intención de vender el local.