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Sevilla y amén

Todo es de color

El cartel de Manolo Cuervo recuerda a la bulería de Lole y Manuel con su cromatismo de esperanza para vencer a la muerte

El barbero de la Alfalfa pela a un niño tras el cartel de la Semana Santa de Manolo Cuervo J.M. Serrano
Alberto García Reyes

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La voz hiriente de Lole Montoya se derrama por el cartel de Manolo Cuervo. En la barbería de la Alfalfa, un niño se corta el pelo para probarse después el capirote. Hay que llegar como Dios manda a los días grandes de Sevilla, que están ... casi siempre metidos tras el burladero de la rutina. Pero ese hábito cotidiano que mezcla el ruido con la prisa, a veces sobresale un grito que nos detiene. Lleva la ciudad dos años hibernando. Y Sevilla es el letargo que la Esperanza almacena desde que se va de largo y vuelve la Macarena. El tiempo que transcurre entre la última vez que vemos el manto de la Virgen y la siguiente vez que la vemos de cara es lo más parecido que hay a la nada. Y esta ha sido la nada más larga de nuestra vida. Por eso cualquier gesto que contemplamos en mitad de nuestra impaciencia puede salvarnos del vacío. Mientras el niño se pela en su paraíso, en la ventana se está muriendo el Cachorro. Mientras Sevilla espera su gloria, el mundo agoniza por el Este. Cuervo le ha puesto un cromatismo de esperanza a la muerte para que sus brazos chorreen cielo. Las metáforas están a veces en lo más crudo. ¿Quién no ha visto alguna vez una flor en un vertedero? Ante esta estampa captada por la cámara mágica de Serrano, que ha hecho un metacartel con el cartel, he recordado a Manuel Molina en sus últimas horas, cuando sus pulmones ya no podían más y se fue a la calle Castilla a preguntarle al Cristo gitano lo más importante de la vida: «Señor, ¿cómo se cruza este puente?». Y me ha respondido la voz lejana de Lole desde las costuras de mi infancia: «Señor de los espacios infinitos, / Tú que tienes la paz entre las manos, / derrámala, Señor, te lo suplico / y enséñales a amar a mis hermanos».

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