Adiós a las inocentadas de papel
En el tiempo de los bulos y las noticias falsas, los periódicos apenas gastan ya bromas a sus lectores. La costumbre de las inocentadas se ha perdido, pero no es la primera vez que ocurre a lo largo del último siglo
Javier Rubio
Probablemente, las que sigan vayan a ser las únicas inocentadas con que el lector va a encontrarse en el periódico que tiene en sus manos. También en muchos competidores de los que comparten estante en el quiosco. Las bromas periodísticas han desaparecido de las ... páginas de los diarios de unos años acá. En la época de los bulos por las redes sociales y las noticias falsas que poderosos grupos organizados ponen en circulación, la vieja guasa que consistía en retorcer la realidad de los hechos noticiosos conservando su apariencia informativa ha pasado a la historia.
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La inocentada partía de un sobreentendido que hermanaba a los lectores y los periodistas: por un día, el orden informativo podía subvertirse precisamente para robustecer la veracidad con que se presentaban las noticias en los 364 días restantes del año. Era una versión periodística de la fiesta de los locos que se celebraba desde la Edad Media en muchos lugares de Europa y que los pobladores suabos y bávaros establecidos en las Nuevas Poblaciones del intendente Pablo de Olavide trajeron a Andalucía. Todavía subsiste una Danza de los Locos en Fuente Palmera (Córdoba), pero la «locada» informativa está tan perdida como otros usos y costumbres ligados a la Navidad tales que el aguinaldo, las rondas de campanilleros o las mañanitas.
Las primeras inocentadas eran teatrales: funciones vespertinas el día de los Santos Inocentes con morcillas cómicas y giros bufos
Las primeras inocentadas, a principios del siglo XX, eran funciones teatrales vespertinas del día de los Santos Inocentes en las que se añadía algún número cómico o alguna morcilla bufa, «dislocaciones y descoyunturas» del texto y cosas por el estilo que el respetable de aluvión esa jornada aplaudía obviando la seriedad de la puesta en escena del resto del año. Bajo el título «Inocentadas teatrales» se resumían las astracanadas y jerigonzas que se habían colado sobre las tablas de los teatros de Madrid. Estamos hablando de 1908, por ejemplo.
Un año, Jacinto Benavente interpretó el papel de Crispín, el protagonista de «Los intereses creados» debida a su pluma, acompañado de un elenco de literatos. En 1914, el recuadro «Madrid al día» resaltaba quiénes eran los verdaderos ingenuos: «Los espectadores de tarde son de buen componer . Les suben los precios hasta en los cines, y nada, pican como el más inocente de los pececillos».
Podría pensarse que el lector de periódicos ha abandonado la edad infantil de la inocenci a para plantarse en el terreno adulto de la suspicacia. Rota esa complicidad a uno y otro lado del papel impreso, poco camino queda para la inocentada en prensa. Pero es sólo una impresión, puede que pasajera. Todavía no lo sabemos.
Las inocentadas en prensa vivieron su primera época gloriosa en las dos primeras décadas del siglo XX con trucaje de fotos que llamaban al asombro. La II República las restringió tanto en su primer bienio que el 3 de enero de 1933, Gregorio Corrochano se lamentaba en las páginas de ABC de la sanción impuesta al periódico monárquico «La Nación» : «Ahora una disposición ministerial, que tiene su apoyo en el Parlamento, interviene en las inocentadas. La Ley de Defensa de la República , tan combatida, va a tener, por fin, una aplicación, aunque arbitraria, elegante: acabar con las inocentadas ».
La dictadura franquista tampoco las tenía en mucha estima hasta que la Ley de Prensa de Fraga en 1966 empezó a relajar el férreo control de lo que se publicaba. La década de los 70 –antes y después de la muerte de Franco– fue la época dorada de las inocentadas periodísticas.
A lo largo de los años, las inocentadas han aparecido y desaparecido de los diarios en proporción inversa al clima general de sospecha sobre lo que se publica. No es tanto la libertad de prensa cuanto el ambiente en que se desarrolla. Las inocentadas han asomado la cabeza con y sin censura, con legislaciones represivas o tolerantes, con reglamentaciones abusivas o laxas, pero siempre con la aquiescencia del lector para dejarse embromar.
Ángel Casal, el rey de los bolsos, incluía cada año una inocentada como publicidad pagada: un año lo raptó un ovni y el rescate era un millón de bolsos
En 1973, todavía en vida de Franco, Ángel Casal se sumaba a la ola en su publicidad pagada: «El ovni que ayer tarde sobrevoló Sevilla , dando mil vueltas a la Giralda, y que aterrizó en Los Remedios, se llevó de rehén al famoso Casal el de los bolsos ». Y proseguía el delirante anuncio a una columna explicando que los marcianos habían pedido un rescate de un millón de bolsos, por lo que instaba a los sevillanos a comprar en sus cuatro tiendas.
Un clásico.De hecho, las inocentadas más recordadas tienen que ver con la movilización a posteriori de los lectores. Sucedió en 1905, con la primera broma que publicó ABC : la destrucción del viaducto de la calle Segovia en Madrid. Muchos se acercaron a comprobarlo.
La inocentada necesitaba, antes que del permiso del censor, de la aquiescencia del lector. Y todavía funcionaba el artefacto bromista tres cuartos de siglo después: en 1981, Radio Sevilla había anunciado desde primera hora la arribada del «Galatea» , antiguo buque escuela de la Armada, que Sevilla acariciaba fondear en su muelle urbano como futuro museo naval, en una de las inocentadas más recordadas.
La complicidad del receptor era requisito ineludible hasta el punto de que la emisora de Radiocadena Española prometió un premio al oyente que se presentara en los estudios en bañador . Pues bien, un atrevido oyente se presentó de esa guisa en la sede de la avenida Marqués de Pickman y, en efecto, hubo que improvisar el regalo por haber cumplido su parte del trato.
Las inocentadas tenían sus reglas , claro está. Se consideraba de mal gusto movilizar efectivos de socorro y se evitaba con cuidado cualquier malentendido que pudiera dar lugar a rastreos y búsquedas de desaparecidos. Por lo general, la broma se circunscribía no a personas, sino a localizaciones o edificios cuanto más chocante mejor. En 1976, este periódico reseñaba en las páginas de huecograbado «la noticia del día»: «En la mañana de hoy, la gran noticia para los sevillanos, y especialmente para los aficionados a la escena, es el acuerdo y súbita reconstrucción del teatro San Fernando, en la calle Tetuán . Reconstrucción que, con carácter de urgencia, ha sido efectuada en sus elementos esenciales en un plazo récord, sorprendiendo a los muchos sevillanos que ayer se encontraron de nuevo con la fachada levantada del histórico teatro». Y, en efecto, la noticia incluía una foto de archivo de la fachada incólume.
También sucedía al revés, que se anunciara la pronta demolición de algo que estaba en pie. Como el estadio Benito Villamarín, del que se refería en 1980 un fallo en la cimentación que obligaba a «dinamitarlo otra vez». Esta inocentada seguía a otras del mismo jaez un par de años antes. Cada época crea sus propias credulidades.
Cada época crea sus propias credulidades: «Autorizado el derribo de la Plaza de España» en los tiempos en que cada día caía un palacio era verosímil
En 1978, bajo el antetítulo de «Acuerdos de la Comisión de Patrimonio» se anunciaba a media página: «Autorizado el derribo de la Plaza de España» . La sarta de disparates incluía no sólo la reedificación de las torres norte y sur del complejo arquitectónico sino también añadir una planta a la iglesia del Salvador , decorar con azulejos los paramentos de la Torre del Oro, revestimiento cerámico de un paso elevado en la Plaza de San Francisco y la denegación de la licencia para «derribo parcial del palacio existente en la plaza Virgen de los Reyes, presentada por el Arzobispado de Sevilla». La broma concluía con un ajuste de cuentas histórico: «Se deniega la demolición del palacio de Sánchez Dalp , en la plaza del Duque de la Victoria, no obstante haberse comprobado por los servicios de inspección de la Comisión que ya ha sido derribado ».
En muchos casos, la inocentada de los periódicos cobraba un carácter profético. En 1980 , este periódico anunciaba que el Giraldillo iba a bajarse al mediodía de aquel 28 de diciembre porque «en las pruebas de peso que hemos realizado, pudimos comprobar que incluso existía un grave riesgo de que la estatua se desprendiese». La noticia fabulaba con ua enorme grúa que la depositaría a ras de suelo, lo que se hizo realidad palmaria en 2005 con la copia que la sustituyó desde 1999.
Joaquín Romero Murube , que tampoco se resistió a la tentación de echar su cuarto a espadas el 28 de diciembre de 1966, bromeaba a cuenta de la reconversión del Palacio Arzobispal en «un conjunto hotelero» , lo cual sucedió en parte –el tercer patio y sus instalaciones en derredor– antes de la Expo92 como hotel Los Seises. Ese artículo se tomaba a pitorreo un supuesto interés por usar las fachadas de la Giralda como «paredes anunciadoras»: «¿A estas alturas –las de la Giralda– se viene usted con remilgos y repulsas estéticas, culturales y tradicionalistas? ¡Viva! Viva la Giralda con luminotecnia, la Giralda ye-yé y con minifalda publicitaria».
Y Julio Martínez Velasco , en sus inolvidables «Marginales» , bromeaba en 1979 a cuenta del Metro de Sevilla: «Como hoy, a las once y media, se inaugurará la primera línea del metro –Alameda, Gran Plaza, Federico Mayo–, comentaremos inocentemente la novedad». Con tino adivinatorio, por cierto: «Así como tenemos microbuses, ¿por qué no nos hacen micrometros?».
Descontadas las inocentadas patrimoniales, tres colectivos se convirtieron en el centro de las bromas de papel: políticos, artistas y deportistas . Los tres tienen en común que viven de cara al público y les era casi obligado encajar con elegancia las chanzas de quienes a diario recogían sus andanzas. La avioneta de Borbolla a disposición de los andaluces, los petrodólares de Jomeini para Rojas-Marcos , la dimisión en bloque de los concejales de la primera corporación democrática donando su sueldo para caramelos de la cabalgata de Reyes, programa extraordinario televisivo en Telesur para un balance de la oposición...
Y otro tanto de los artistas: Pedro Almodóvar rodando una versión de «Currito de la Cruz» con Manili y Martirio de protagonistas que José Luis Montoya imaginó en su sección «El patio», donde anunciaba que el recordado capitán de los armaos de la Macarena, José López El Pelao , iba a salir al frente de la formación conduciendo una cuadriga en la Madrugada.
Pero nada comparable con los futbolistas. El argentino Bertoni iba y venía del Sevilla cada 28 de diciembre, ora al Barcelona ora de vuelta de la Fiorentina. Y tres cuartos de lo mismo con Megido u Oliveira en el Betis. Lo más recordado fue, claro está, el fichaje por cien millones de pesetas de Mágico González por el club de Nervión. Ocupó los honores de la portada en 1987. Más de tres décadas después, todavía en la redacción actual de ABC había quien tomaba la noticia por verdadera. Quizá, en el fondo, todavía no hayamos dicho del todo adiós a la inocencia refutando el párrafo de Corrochano de 1933, que parece escrito ayer: «En la realidad española no cabe ya la inocentada, porque lo absurdo, lo inesperado, lo arbitrario, lo imposible, puede ser una realidad» .
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