La SE-40 desatascaría casi a la mitad el puente del Centenario en Sevilla
Las estimaciones más ambiciosas recogen que el paso del río entre Coria y Dos Hermanas permitiría reducir hasta un 45% el tráfico
Los datos corroboran que la infraestructura que proyecta el Ministerio de Transportes es vital para mejorar la conexión del área metropolitana y solucionar el principal punto negro de Sevilla
Las obras del puente del Centenario de Sevilla sólo están al 68% de su ejecución tras casi dos años de retrasos
Atasco en el puente del Centenario, que ahora está en obras para su ampliación
El Puente del Centenario se ha convertido en el gran cuello de botella de la movilidad en Sevilla. Conecta la margen este y oeste del área metropolitana y soporta cada día el paso de unos 100.000 vehículos, una intensidad que lo sitúa ... muy por encima de su capacidad de diseño. De ese volumen, alrededor de un 10% corresponde a tráfico pesado, lo que agrava las retenciones y multiplica el desgaste estructural. El Centenario, que nació en 1991 como infraestructura para la Exposición Universal de 1992, nunca estuvo concebido para soportar semejante caudal de circulación de forma permanente. Tres décadas después, es el punto más congestionado de toda la red viaria andaluza y un símbolo del déficit en infraestructuras que arrastra Sevilla.
El Ministerio de Transportes tiene sobre la mesa la solución desde hace más de 20 años, más allá de la ampliación del citado viaducto: el cruce del Guadalquivir de la SE-40 entre Coria del Río y Dos Hermanas, cuya alternativa escogida es un nuevo puente atirantado. Se trata de la obra clave de la circunvalación, llamada a aliviar el tráfico de paso y a cerrar el arco sur de la autovía metropolitana.
Las previsiones de los estudios preliminares son elocuentes. El nuevo viaducto absorbería entre 25.000 y 45.000 vehículos diarios, lo que equivaldría a descargar al Centenario de entre una cuarta parte y casi la mitad de su flujo actual. En el escenario más probable, la derivación rondaría los 35.000 vehículos/día, incluyendo entre 3.000 y 4.500 camiones, es decir, justo el tráfico de largo recorrido que hoy se ve obligado a cruzar Sevilla para enlazar Huelva con Cádiz o Granada. Con esta derivación, el Centenario podría volver a un nivel de servicio razonable, reduciendo los atascos diarios que hoy se prolongan durante horas en las horas punta de la mañana y la tarde. Y aquí, además, hay que tener en cuenta que el Centenario ganará carriles cuando acaben las obras que llevan acumulados un retraso, y un sobrecoste, de más del 50%.
La importancia estratégica de esta infraestructura va mucho más allá de las cifras. El puente permitiría por fin completar la circunvalación SE-40, enlazando ejes clave como la A-4 hacia Córdoba y Madrid, la A-92 hacia Granada, la A-49 hacia Huelva y Portugal, y la A-8058 en dirección a Coria y Palomares. En la práctica, supondría poder rodear Sevilla sin necesidad de atravesar la SE-30 ni el Centenario, liberando a la capital de gran parte del tráfico pasante que hoy colapsa sus accesos.
El paso del río de la SE-40 en este tramo es la obra clave para desatascar Sevilla. La polémica solución del puente ya va más allá de la diatriba entre esta alternativa y la de los túneles. El entierro del proyecto original, cuya construcción comenzó y se paró en seco por la crisis, no ha cristalizado tampoco en la urgencia por la construcción del puente. El Gobierno de España tiene aún pendiente saldar la deuda histórica con la ciudad y su área metropolitana, aunque sea con esta infraestructura que se anuncia como una referencia en la ingeniería civil española.
Un puente que sigue en los papeles
El proyecto destaca por su envergadura técnica. El viaducto tiene una longitud total de 1,9 kilómetros, dividido en tres tramos: uno de aproximación este de 846 metros, el vano central atirantado de 726 metros y un viaducto de aproximación oeste de 318 metros. Su tablero se proyecta continuo, con solo dos juntas de dilatación en los extremos, una solución pensada para mejorar la durabilidad y reducir el mantenimiento. Las pilas se situarán fuera del cauce del Guadalquivir, en cumplimiento de la Declaración de Impacto Ambiental aprobada en 2024, y el gálibo del canal de navegación se elevará a 70,8 metros, garantizando el paso de los buques que acceden al puerto de Sevilla.
El problema es que todo esto es, de momento, sólo papel. El encargo al que Transportes ha dado luz verde a finales de 2024 sólo autoriza a Ineco a redactar el proyecto de construcción, con un plazo de 24 meses. Es decir, que las obras no podrán empezar antes de 2027 y, en el mejor de los casos, el puente no estaría operativo hasta la próxima década, contradiciendo los anuncios políticos de que estaría concluido en 2030. Si bien, la intención del Departamento que dirige Óscar Puente es que Ineco comience a trabajar sobre el terreno para ir construyendo los viaductos de aproximación antes de las elecciones Generales, que si no se adelantan serán en 2027. El problema será la financiación, que no está presupuestada ni aprobada y tendrá que asumirla el siguiente Ejecutivo, al mismo tiempo que el grueso de las anualidades de los otros tramos que no están construidos; así como la parte alícuota de la Línea 3 Norte del metro de Sevilla. En definitiva, una roncha para la próxima legislatura.
Mientras tanto, los atascos seguirán marcando el día a día de miles de conductores del área metropolitana. Y el Centenario seguirá siendo el punto negro de Sevilla pese a los parches y a los trabajos de sustitución de sus tirantes.
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