En los últimos cuatro años fallecieron 70.000 personas en Sevilla y sólo nacieron 60.000 niños

Si se miran los datos año a año la evolución ha ido en paralelo. En el año 2020 hubo en la provincia de Sevilla 17.401 defunciones; en 2021 fueron 17.703, en el año 2022 fueron 17.515 y en 2023 fallecieron 16.424.

En la otra cara de la moneda, en el de los nacimientos, las cifras han ido a menos. En el año 2020 nacieron en Sevilla 15.559 niños. Un año después, en 2021, fueron 15.655, en el 2022 nacieron 14.604 y en el año 2023 fueron 14.386.

Si se hace la resta del último año sale un saldo negativo entre los que nacen y los que mueren. Es decir la población iría mermando si no fuera por la llegada de inmigrantes.

Y eso ocurre pese a que la esperanza de vida ha aumentado en los últimos tiempos. Los avances de la medicina hace que cada vez se vivan más años y ha provocado un envejecimiento de la población. Actualmente esa esperanza de vida está en Sevilla en 82,5 años, una edad muy similar a la media andaluza aunque sea algo menor que la de Málaga, que llega a los 83 años. Es una esperanza de vida que, en cualquier caso, no es igual en todos los barrios ya que puede haber hasta nueve años de diferencia entre los residentes en los barrios con mayor poder adquisitivo y los más desfavorecidos.

En cualquier caso ese aumento de la esperanza de vida se debe a varios factores como las mejores condiciones de vida y sanitarias en general.

Hay que tener en cuenta que está llegando a una edad avanzada la generación del baby boom, aquellos que nacieron a partir del año 1958 y durante la década de los 60 y parte de los 70. Fueron años de muchos nacimientos y, por tanto, son muchos los que están llegando a edad de jubilarse. Se trata de una generación que ha tenido una influencia importante en la estructura demográfica y cuyo envejecimiento también está teniendo sus consecuencias en las políticas o en las pensiones.

Y en el otro lado de la balanza nacen cada vez menos niños. Las parejas tienen menos hijos por muchos factores. Sobre todo por la situación económica que provoca que los jóvenes no puedan emanciparse y retrasen la paternidad o que elijan tener menos descendencia.

Eso está generando un crecimiento natural negativo que puede tener sus consecuencias a largo plazo. La primera es la reducción de la población ya que, al no existir suficientes nacimientos que reemplacen a los que mueren, la población disminuye y envejece progresivamente. Y eso implica que se requieren más servicios de salud, cuidados, pensiones y que se reduce la población activa.

Es, además, un fenómeno que tiene consecuencias en lo económico ya que si existen menos jóvenes en edad de trabajar se reduce la productividad económica que puede tener como consecuencia que disminuyan también los ingresos fiscales.

En el lado positivo, otra de las consecuencias es que se produce un aumento de la inmigración ya que las ciudades con un crecimiento natural negativo suele atraer a inmigrantes jóvenes que llegan buscando empleo. Y eso compensa la falta de nacimientos.

Y eso es lo que está ocurriendo en Sevilla. En el año 2023 había en la provincia unos 95.000 inmigrantes, lo que representa algo menos del 5 por ciento de la población total. Esos nuevos sevillanos, que llegan la mayoría procedentes de América Latina, son claves para mitigar el invierno demográfico que se produciría si no fuera por ellos.