De la misa la media
San Roque, concentrado exprés
Iglesia en Sevilla
En 27 minutos hubo tiempo para una homilía enjundiosa y para la comunión general, algo desordenada con filas de comulgantes moviéndose en todas direcciones

Misa en la parroquia de San Roque
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Fecha: 15 de junio
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Hora: mediodía
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Asistencia: casi lleno, unas noventa personas
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Presidencia: Juan Pablo Domínguez Teba
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Ornato: ninguno
Los obsesionados con el cumplimiento del precepto dominical de la manera más rápida posible habrían dado palmas con las orejas en la misa de la parroquia de San Roque: del canto de entrada a la despedida final, 27 minutos de reloj. Y hasta hubo ... tiempo para una homilía enjundiosa de siete minutos a lo sumo y para la comunión general, como se estilaba decir en otro tiempo, algo desordenada con filas de comulgantes moviéndose en todas direcciones.
El autor del prodigio es el vicario parroquial, Juan Pablo Domínguez Teba, cuya historia personal de superación es muy inspiradora, aunque no venga al caso. Él y los tres servidores del altar (el sacristán y dos chiquillas de trigueños cabellos) cuya coreografía y buena disposición hicieron que la celebración rodara sin tiempos muertos. Esto parece sencillo pero está al alcance sólo de acólitos despabilados y bien entrenados que van por delante de las rúbricas facilitando la tarea al oficiante.
Ya que hemos dicho lo mejor, digamos también lo peor que tuvo la misa, que no fue la premura con que se celebró, sino la proclamación de la primera lectura mientras las campanas (este cronista intuye que de la vecina capilla de los Ángeles) repicaban por el ángelus y no había manera de seguir al servidor del altar leyendo el libro de los Proverbios por más que se aguzara el oído.
Menos mal que las esquilas dejaron de voltear a tiempo y dejaron de opacar la voz de José Manuel Fernández. A la proclamación del Evangelio siguió, de continuo, una homilía densa y rica en matices que justifica el primer adjetivo del título de esta crónica. Don Juan Pablo domina algo importantísimo en oratoria como es la inflexión de la voz como efecto de subrayado de las palabras. Si además se ayuda con el vuelo de las manos, el resultado es una pieza que fija la atención de los oyentes.
Desde el primer momento, desde luego, si arranca dirigiéndose a cada integrante de la asamblea: «Tú hoy puedes ser Dios». El lector sabrá componer el semblante de sorpresa de los presentes y el giro inteligente del predicador: «No te digo ninguna herejía, porque tú hoy puedes amar como Dios». «No eres Dios por hacer lo que tú quieras ni por hacer que los demás hagan lo que tú digas, sino para amar», enjaretó en la homilía del domingo de la Santísima Trinidad, definida por el celebrante como «la fiesta del amor», en virtud de la pericóresis (esto no lo dijo el oficiante, sino que es cosecha del autor) de las tres personas de naturaleza divina.
«Ojalá esta predicación te haga saltar de gozo y llene de alegría a ese niño que llevas dentro que es el deseo de amar», dijo con gran énfasis en las palabras antes de rematar la faena con un estocazo en el hoyo de las agujas espirituales: «Los cristianos sudamos por los poros el amor de Dios, transpirando e impregnando todo a nuestro alrededor del sudor agradable del amor de Dios, del buen olor de Cristo».
Lo único que se le puede reprochar es que no diera tiempo a reposar las palabras sino que enjaretó el credo -¿por qué no se reza más el niceno constantinopolitano (el largo) ya que estamos celebrando su 1.700 aniversario?- sin pausa alguna. Y así siguió toda la celebración sin tiempos muertos ni silencios que tanto sosiego deparan al alma.
En los 27 minutos de reloj de la misa dio tiempo incluso a que el sacristán subiera al ambón a dar los avisos parroquiales, entre los que estaban los horarios del domingo 22, solemnidad del Corpus Christi con pública procesión del Augustísimo Sacramento por las calles de la feligresía. Quede reseñado por si alguien quiere acudir aunque como se den la misma prisa que en la misa del domingo pasado va a ser un visto y no visto…
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