Una historia de Sevilla
Cuando salían dragones en el Corpus de Sevilla
La fiesta dedicada al Santísimo Sacramento está documentada en Sevilla desde el siglo XIV. Instituida por el papa Urbano IV en 1264, se celebra 60 días después del Domingo de Resurrección y en Sevilla llegó a convertirse en la celebración más solemne y espectacular de la ciudad
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Iniciar sesiónDurante siglos, incluso dragones y cabezudos abrían el cortejo entre altares, músicas, danzas y chascarrillos al público. Hasta que en 1780, un rey Borbón despojó al Corpus sevillano de su carácter festivo y teatral.
Origen de la fiesta en Europa y en Sevilla
La festividad del Corpus Christi fue instituida en 1264 por el ... papa Urbano IV, tras el milagro eucarístico de Bolsena, donde una hostia consagrada sangró sobre un corporal durante la misa. A partir del siglo XIV, esta celebración de la presencia real de Cristo en la Eucaristía se fue extendiendo por Europa, con un fuerte arraigo en las ciudades del Occidente cristiano.
En Sevilla, la primera referencia documentada de la festividad del Corpus aparece en 1389, recogida por Ortiz de Zúñiga, aunque todo indica que ya se celebraba con anterioridad. Para el año 1426, la procesión del Corpus integraba ya a todas las autoridades de la ciudad: el Cabildo Catedral, el Ayuntamiento, los gremios de oficios y las cofradías sacramentales, configurando un cortejo que unía lo civil y lo eclesiástico en torno al Sacramento.
Las calles del recorrido se cubrían con juncia, romero y tomillo, se colgaban tapices en balcones, y se erigían altares efímeros en las esquinas, en una manifestación de devoción que pronto cobró un carácter festivo y teatral. En 1477, incluso la reina Isabel la Católica asistió personalmente al Corpus en Sevilla, reforzando el papel político y simbólico de esta procesión en el corazón de la ciudad.
En 1532 quedó fijado oficialmente el itinerario procesional, que aún se conserva: partiendo desde la Catedral, cruzaba la Avenida, giraba en San Francisco y regresaba por Francos y Alemanes. Desde entonces, el Corpus sevillano se consolidó como una de las fiestas más solemnes, participativas y prestigiosas de toda la monarquía hispánica.
La revolución de Doña Teresa Enríquez: «La loca del Sacramento»
Una de las grandes impulsoras del culto eucarístico en Sevilla fue Doña Teresa Enríquez, dama de la corte de Isabel la Católica y viuda de Gutierre de Cárdenas, contador de los Reyes Católicos y alcalde de Toledo. Llegó a la ciudad en 1511, acompañando al rey Fernando el Católico.
Ese mismo año promovió la fundación de la Hermandad Sacramental del Sagrario de la Catedral, considerada la primera cofradía sacramental formalmente establecida en Sevilla. A partir de ahí, su impulso fue clave para la creación de hermandades sacramentales en parroquias como San Isidoro, San Lorenzo o El Salvador, extendiendo el culto y asegurando la presencia constante del Santísimo en los templos. El papa Julio II había concedido privilegios poco antes -en 1508- para las cofradías eucarísticas que se fundasen bajo su patrocinio.
Teresa Enríquez no solo defendió la Eucaristía desde lo litúrgico, sino también desde lo asistencial y caritativo. Durante la guerra de Granada, acompañó a Isabel la Católica atendiendo a soldados heridos en los campamentos, mitigando su dolor y asistiendo a los que quedaban inválidos. Mujer piadosa y entregada a necesitados, creó hospitales, fundó albergues y repartía limosnas a diario, ganándose el apodo —ya en vida— de «la Loca del Sacramento».
Su cuerpo se conserva incorrupto en la iglesia de San Gil de Torrijos (Toledo), donde se impulsa su proceso de beatificación. En Sevilla, su memoria permanece viva: una plaza en el barrio de San Vicente lleva su nombre, junto a la parroquia del mismo nombre. Allí se honra a una mujer que, con fe y determinación, encendió una devoción que aún hoy alumbra el Corpus sevillano.
La custodia de Arfe: la gran máquina de plata
Finalizada en 1587, la custodia procesional del Corpus Christi de Sevilla es una de las mayores y más complejas obras de orfebrería sacra del Renacimiento español. Su autor, Juan de Arfe y Villafañe, diseñó una estructura de casi cuatro metros de altura, con cinco cuerpos decrecientes organizados según órdenes arquitectónicos clásicos. La pieza fue concebida como un discurso visual en defensa del dogma eucarístico, en plena respuesta al protestantismo.
El programa iconográfico fue ideado por el canónigo Francisco Pacheco, en línea con las directrices del Concilio de Trento. La custodia representa en su base la Iglesia militante, con Apóstoles, doctores y figuras alegóricas como la Sabiduría o el Entendimiento; en el segundo cuerpo se coloca el viril rodeado por evangelistas y santos locales; el tercero representa la Iglesia triunfante con el Cordero místico; el cuarto, la Trinidad; y el remate, la Fe.
En el siglo XVII se realizaron modificaciones: se añadió la actual peana con doce jarras, ángeles decorativos y una figura de la Inmaculada Concepción en lugar de la original. Todo ello refuerza el carácter doctrinal de la pieza, pensada no solo como elemento litúrgico, sino como afirmación visual del culto eucarístico en la Sevilla contrarreformista.
Como dijo el propio Arfe:
«…la cual (la Custodia) por ser la mayor y mejor pieza de plata que de este género se sabe, quise dar noticia a todos de su figura y traza, por describir el hermosísimo ornato que para ello por mandado de V.S. ordenó el licenciado Francisco Pacheco, el cual, para que fuere muy propio y decente y de magnífica significación, le acomodó a la traza de la Iglesia Católica repartiendo por todas sus partes historias, figuras y jeroglíficos que cuadran con este intento y principalmente en el misterio del Santísimo Sacramento»
La Tarasca y los Cabezudos, cuando en el Corpus de Sevilla salian dragones
Durante siglos, el Corpus de Sevilla no fue solo liturgia y solemnidad. También fue teatro, sátira y espectáculo popular. Abría la procesión una figura grotesca y simbólica: la Tarasca, una gran sierpe con varias cabezas que representaba los pecados capitales. Sobre su lomo se colocaba una pequeña torre o castillo, y encima de ella iba el tarasquillo, personaje grotesco y burlón que golpeaba con una vara o papirrote los sombreros del público, provocando risas y alboroto. De ahí procede el término taurino «tarascada».
La Tarasca desfilaba acompañada por una comparsa compuesta por gigantones, cabezudos (como el Padre Pando, la Madre Papahuevos y sus hijos), y las mojarrillas, figuras carnavalescas de hombres salvajes que portaban vejigas infladas para asustar al público. Estas figuras formaban parte de una puesta en escena simbólica que representaba la victoria del Bien —el Santísimo— sobre el Mal —las criaturas grotescas que abrían paso al cortejo—.
Toda esta dimensión festiva tenía raíces medievales y se integraba con naturalidad en la estructura barroca del Corpus, que combinaba lo sagrado con lo teatral. A lo largo del recorrido se representaban también autos sacramentales en carros teatrales frente a lugares emblemáticos como la Catedral, la Audiencia, la Cárcel Real o la Casa de la Contratación.
Este modelo festivo se vio truncado en 1780, cuando el rey Carlos III, influido por las ideas ilustradas, promulgó una pragmática sanción que prohibía en toda España la presencia de gigantes, tarascas y danzas en las procesiones del Corpus Christi. Se consideraban elementos «impropios» para una fiesta de carácter religioso. En Sevilla, esta disposición marcó el fin del Corpus barroco tal como se conocía.
Aunque las figuras desaparecieron del cortejo oficial, durante años siguieron apareciendo en otras celebraciones y en la memoria popular. El propio Blanco White, en 1822, recordaba cómo en su infancia vio en Sevilla «una hidra con castillo y un muñeco con cascabeles», última estampa viva de una tradición que había sobrevivido durante siglos.
El Corpus en la actualidad, la fiesta mayor de Sevilla
La mañana del Corpus en Sevilla arranca con las campanas de la Giralda anunciando un día grande. A las 8:00 se celebra la misa estacional en el Altar del Jubileo, y media hora después comienza la procesión con la salida escalonada de los pasos: Santa Ángela de la Cruz, San Isidoro, San Leandro, San Fernando, las Santas Justa y Rufina… hasta culminar con la imponente Custodia de Arfe, bajo palio.
Dentro del templo, la danza de los Seises y los cantos de la Escolanía Catedralicia marcan uno de los momentos más singulares del año litúrgico sevillano. En el cortejo participan todas las instituciones: cabildos, cofradías, órdenes religiosas y militares, la Universidad, el Ayuntamiento, la Maestranza… Es Sevilla entera la que acompaña al Sacramento.
Durante más de cuatro horas, la procesión recorre las calles engalanadas con altares y romero, y miles de personas esperan su paso en rincones emblemáticos como la calle Placentines, la Plaza del Salvador o Argote de Molina. Al concluir la procesión en torno a las 12:30, muchos pasos regresan por la tarde a sus templos, arropados por los fieles. La ciudad, entretanto, sigue en fiesta: los bares del centro, del Arenal o de Santa Cruz se llenan, y Sevilla vive su Corpus como lo que es: la fiesta mayor de Sevilla, aunque ya no salgan dragones.
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