¿Por qué resulta atractivo el carisma de las HAM?

Las Hijas del Amor Misericordioso llaman la atención por un trato afable y una disposición casi natural al acompañamiento. Personal y espiritual. Hay una dulzura en las formas que no impide la rigurosidad de fondo

Imagen de las HIjas del Amor Misericordioso

Unas monjas que no hacen dulces ni labores artesanales han saltado a la palestra informativa durante agosto: algo muy grave ha debido de pasar para que las Hijas del Amor Misericordioso se hayan convertido en noticia, muy a su pesar, por la intervención de la ... asociación pública de fieles (canónicamente no son ninguna congregación) y la destitución de su superiora, entre otras medidas dictadas por el arzobispo de Madrid, el cardenal Cobo.

He dudado mucho si escribir este artículo. El lector habitual de la página notará que la tipografía y la disposición le advierten, a simple vista, de que se trata de una opinión. Y como tal, personalísima, subjetiva e intransferible. He preferido hacerlo así para no engañar a nadie: conozco a las HAM -todo el mundo las llama así, aspirando la hache, salvo una hermana anglófona que se niega, por recordarle, en su lengua materna, al jamón- desde hace años, he viajado con ellas, he estado en su casa en Carmona, he compartido claustro y templo, les he dado retiros, les he entregado confidencias, me ha aprovechado mucho su formación en píldoras semana a semana y, por no aburrir, he rezado con ellas. Mucho. Desde el lunes 28 de julio rezo por ellas. Sirva todo ello de exordio para que nadie se llame a engaño con este texto.

Uno no sabe lo que ha pasado. Ni lo que va a pasar. Ni me corresponde (un simple periodista comprometido con su fe) examinar la cuestión que ha armado tanto revuelo en estas dos semanas agosteñas ni tengo ninguna revelación con la que impactar a la audiencia. Simplemente quiero aportar, por si sirve mínimamente, mi visión periférica de lo que he visto al tratarlas. Que no será más que una impresión parcial, condicionada y reducida, pero es justo la que puedo ofrecer. Hasta ahora me la había reservado, pero creo llegado el momento de compartirla.

He dudado hasta el último instante si titular esta pieza de forma provocadora con algo por el estilo de 'Si no existieran las HAM, habría que inventarlas', pero al final lo he desechado porque los carismas en la Iglesia no son ningún invento humano, sino verdaderas inspiraciones del Espíritu Santo. Y lo que en última instancia quiero subrayar es por qué un carisma tan joven, de apenas veinte años, resulta tan atractivo a los ojos de jóvenes de aquí y de allá como para llenar varias casas.

Detecto cierta esquizofrenia informativa en todo el asunto. Los lamentos por los conventos cerrados y el puntito de racismo al observar las comunidades de clausura menguantes de órdenes con siglos de antigüedad se tornan juicios apresurados y descalificaciones gruesas cuando se habla de nuevos carismas en la Iglesia. Nada nuevo bajo el sol, le ha sucedido a todas las fundaciones habidas y por haber, desde las más cercanas en nuestros días hasta las más alejadas en el tiempo: el Espíritu Santo suscita caminos siempre nuevos por los que todavía nadie ha transitado. Llenos, por eso precisamente, de obstáculos, impedimentos, socavones y peligros. Pero apasionantes, intuyo.

Las Hijas del Amor Misericordioso llaman la atención por un trato afable y una disposición casi natural al acompañamiento. Personal y espiritual. Hay una dulzura en las formas que no impide la rigurosidad de fondo. Aquí no hay medias tintas ni medias palabras, que las monjas hablan con franqueza pero sin herir, con rotundidad pero sin imponer, con exigencia pero sin apabullar. En la parroquia donde coincido con ellas han hecho mucho bien, han acercado muchas almas a Dios, hendiendo el arado sin mirar atrás y saliendo a buscar a la oveja descarriada por los andurriales enfangados del mundo.

Y se atienen, en todo lo que les he escuchado, a lo que dicta la doctrina de la Iglesia. Quizá con palabras que a muchos les suenan anticuadas, puede ser, pero que ningún magisterio ha borrado aunque estén fuera de la circulación. No soy teólogo ni experto, pero en tantos años de trato tan sólo me ha chirriado algo que una vez le escuché a una de las Hijas del Amor Misericordioso, presentándose casi como genuinas herederas del carisma ignaciano en vista de los derroteros de la Compañía tras la Congregación General 32 (la de Arrupe, para quien no sepa por dónde van los tiros).

No creo que toda la polvareda se trate de una cuestión de fidelidad al espíritu de San Ignacio, porque en este sentido me permito recordar la contestación que dio el santo de Loyola cuando su biógrafo Gonçalves da Camara le preguntó cuánto tiempo le llevaría asimilar la disolución de la Compañía si el Papa así lo ordenaba: «Le pediría al Señor cinco minutos para hacerme a la idea y luego empezaría a trabajar para reconstruirla».

Y aquí es donde realmente quería llegar. Por lo que conozco y voy sabiendo, las Hijas del Amor Misericordioso han acatado con obediencia y discreción proverbiales la investigación en curso del Arzobispado de Madrid. Nadie les ha arrancado una palabra, cuando tenemos bien cercano otros contraejemplos. Y los laicos que forman parte de su familia han reiterado fidelidad y obediencia a la Iglesia en una nota ejemplar en la que no hay ni una insinuación de más ni una razón de menos.

Me atrevo a sugerir que todo ello obedece a una portentosa visión sobrenatural que impregna su cotidianidad. Ven más allá de lo que vemos todos porque tienen interiorizada la mirada de Cristo. Y saben que hay cosas que escapan de su entendimiento y de su actuar y, en vez de tratar de explicarlas y racionalizarlas, las aceptan como «diosidencias», que es el nombre que dan a lo que otros llaman casualidades y azares. Para el mundo que ahora las escruta inmisericorde, están locas. Sí, locas de amor a Cristo, si se me permite apostillar.

Este rasgo es el más perceptible del carisma de las HAM, porque es justo el más difícil de encontrar… aun entre religiosos. Eso es lo que nos hace apreciar su habilidad para sortear las dificultades, para fluir con los contratiempos, para aprovecharse de los imprevistos, para vivir en la incertidumbre que da saberse en manos de la Providencia. Exactamente como lo están ahora mismo.

Creo que esa naturalidad sobrenatural (valga el oxímoron) es la que atrae a las jóvenes que se acercan a ellas. Viven de otra manera: mirando al cielo y eso es poderosamente contracultural en estos momentos. Incluso para personas religiosas. Haríamos bien en despojarnos de apriorismos y de construir perfiles genéricos cuando uno se acerca a la vocación. Más cuando se hace convencido de la intervención divina en esa llamada.

Una vez le pregunté a una pizpireta postulante por su formación antes de entrar en el convento de Carmona y me llevé un chasco de época, porque resultó que la chavala tenía la carrera de piano completa. Peor le fue a un amigo que vio a una jovencita tan menudita y grácil que se quedó planchado cuando le respondió que en el siglo había sido piloto del circuito del Jarama y especialista en rodajes.

A fin de cuentas, eso es lo que nos llama la atención de las Hijas del Amor Misericordioso: su estar en el mundo con el corazón puesto en el cielo. Cuánto nos enseñan de sobrellevar con alegría todo cuanto desbarata nuestros planes, ya sea una intervención improvisada o el delicioso caos que las acompaña siempre. Quién sabe, a lo mejor la receta es no hacer planes de ningún modo…

Están en ese punto, en el que los planes se los dictan sin ninguna capacidad de maniobra. No me cabe duda de que obrarán conforme a lo que dicte la santa madre Iglesia sin aspavientos de ningún tipo. Y seguirán adelante conforme al plan de Dios. O no, conforme a lo que la Providencia dicte. ¡Menuda lección nos tienen que dar todavía!

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