entrevista

«No hay que rasgarse las vestiduras porque en un convento se ponga una tienda de ropa»

El conservador y restaurador José María Cabeza, impulsor de la candidatura de Carmona a Patrimonio Mundial de la Humanidad, cree que lo importante es conservar el patrimonio, no el uso que se le dé

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«Los ingresos millonarios que genera el Alcázar de Sevilla deberían distribuirse entre más edificios y centros de la ciudad»

José María Cabeza Manuel Gómez

José María Cabeza, que dirigió el Alcázar de Sevilla durante 18 años, es arquitecto técnico y fue profesor de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Edificación. Entre sus más de 350 restauraciones destacan las realizadas en la Giralda (1979), la muralla de Sevilla (1984), ... el mercado de la calle Feria, la Torre de Don Fadrique, el monasterio de San Jerónimo, el pabellón de México de la Expo del 29, la Catedral de Sevilla, el teatro romano y las termas de Itálica, la Universidad de Baeza, o el monasterio de la Rábida, además de la Puerta de Sevilla en su localidad natal, Carmona, de la que se siente especialmente orgulloso.

Ingresó en la Real Academia de Bellas Artes Santa Isabel de Hungría de Sevilla con una ponencia titulada «La transformación urbana de Sevilla en el siglo XX» y ha recibido el Premio Nacional de Restauración y Bienes Culturales y el Premio Nacional de Edificación. Actualmente impulsa la candidatura de Carmona a Patrimonio Mundial de la Humanidad.

-¿Es optimista respecto a la conservación del Patrimonio en Sevilla?

-El patrimonio no se puede desligar de las tendencias sociales. Si la sociedad se ha convertido en un escaparate de tentaciones, el patrimonio se usa también para eso. Hay unas tendencias de carácter comercial que de alguna manera hay que proteger. Las autoridades municipales y regionales no tienen fuerza suficiente para sostenerlo todo. Por eso es muy importante que la sociedad civil se vaya implicando.

-¿La iniciativa privada debe hacerse cargo de la conservación de una parte de nuestro patrimonio cultural?

-Hay muchos conventos que se han convertido en paradores; y antiguas iglesias que son restaurantes.

-Y en Italia hay muchas tiendas de ropa en antiguas iglesias.

-La Administración no puede hacerse cargo de todo el patrimonio. Si eso pasara en Sevilla y una antigua iglesia la cogiera una cadena de ropa no lo vería mal en absoluto. Lo importante es que se rescate el edificio. Recordemos que una iglesia como la de San Hermenegildo fue sede del Parlamento de Andalucía. Y el Hospital de las Cinco Llagas fue la sede definitiva, se cubrió el retablo y se ha acabado. Una tienda de ropa o una tienda de relojes o un restaurante. El parador de Turismo de Mérida está en un antiguo monasterio. Lo importante es cuidar el patrimonio y ser cuidadoso con las huellas del pasado. Los usos es lo menos importante. No pasa nada.

-¿Le preocupa el uso que se dé a las Atarazanas?

-La infografía de las Atarazanas que está en el cartel de las obras dice claramente que va a ser un espacio urbano público con una gran variedad de funciones. Se ha conseguido al menos identificar y rescatar más de setenta metros de muralla. Eso es muy importante. Los usos pueden cambiar con el tiempo.

-¿Le preocupa entonces más el edificio que el uso?

-Sin duda. Y no perdamos de vista que las Atarazanas, aunque son de titularidad pública, tienen una concesión a una fundación privada que tiene unos fundamentos económicos. Yo creo que lo más normal es que la Feria del Libro Antiguo, cuando se remodele la Plaza Nueva, se haga en las Atarazanas. Distinto es el uso que se dará a la planta alta, que será una sala expositiva magnífica que acogerá esas exposiciones que realiza Cajasol en la Plaza de San Francisco.

-Perez-Mallaína dice que lo importante es el edificio, que habla por sí mismo, no lo que metan dentro.

-Efectivamente. Si yo tengo que criticar algo en esto es únicamente por qué no se dice y se deja que se especule con lo del museo de arte contemporáneo. Yo creo que va a ser un centro de recepción turístico variado y que va a haber muchísimos turistas en las Atarazanas.

-¿Y eso es malo?

-No tiene por qué. Lo importante es que se rescate y se abra el edificio. Lo malo es que haya estado más de treinta años cerrado. Cuando en 1993 se fueron los militares de allí, el alcalde de Sevilla no era del mismo partido que el del presidente del Gobierno y entonces las Atarazanas, que tendrían que haber sido el Ayuntamiento, que hubiera sido lo normal, se lo ceden a la Junta de Andalucía. Eso es muy triste. Y para la Junta fue un auténtico embolado porque las Atarazanas necesitaban mucho dinero, se acababa de celebrar la Expo 92 y había mucha presión desde Málaga y otras capitales andaluzas para que no se invirtiera más dinero en Sevilla. Y no se invirtió nada y se mantuvieron cerradas. Hasta que en 2012 se fijó en el edificio la Caixa para poner allí su Caixaforum. La Junta se lo cedió encantada por 75 años pero luego ya vimos que no pudo ser por diversos motivos, entre ellos, la absorción de Cajasol y de Torre Sevilla. Y así, entre unas cosas y otras, han pasado 30 años. Pero cuando se abran al público, ya se olvidará todo y nadie hablará de eso.

-Pasará como con las Setas...

-Exactamente lo mismo. Eso es una característica de Sevilla, que se ha convertido en un escaparate de tentaciones.

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