Iglesia en Sevilla
Proyectos para una economía solidaria: la inclusión, con nombres propios
Cáritas pone cara al esfuerzo en pos de una economía solidaria: 114,8 millones de euros invertidos en 2024
Bioalverde, en Montequinto, y el Centro Diocesano de Empleo, puntas de lanza de la inserción laboral en España
El paso de gigante de Cáritas Sevilla en la última década la avala como referente a nivel nacional

Detrás de las frías estadísticas que hablan de un 20% de inserciones laborales entre las 65.484 personas a las que Cáritas acompañó en la búsqueda de un trabajo durante el año pasado hay rostros, personas de carne y hueso con sus vicisitudes y sus ... problemas, sus conflictos internos y sus historias sagradas de carne y hueso ante las que solo cabe, como Moisés ante la zarza ardiente, descalzarse.
Experiencias como las de Ismael, Katile, Ana, Laura, Fernando, Ronald, Jeanhelys o Esmerling que buscan una oportunidad laboral que las haga menos vulnerables a los caprichos de una economía que mata -en palabras del difunto Francisco- cuando antepone la remuneración al capital a las personas que entregan su trabajo.
Cáritas Sevilla ha llegado a convertirse en un referente nacional en esa persecución de una economía solidaria y así lo ha entendido la dirección nacional de la organización caritativa de la Iglesia al escoger la archidiócesis para la presentación del informe sobre economía solidaria. La empresa Bioalverde, que explota una finca de Dos Hermanas de 30 hectáreas con criterios ecológicos, y el Centro Diocesano de Empleo en Palmete fueron los escenarios elegidos para la presentación de la memoria correspondiente a la década de la «apuesta por una economía que pone en el foco a la persona, la justicia social y la sostenibilidad».
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Durante el año pasado, Cáritas aplicó una cifra récord de 114,8 millones de euros (casi un 6% superior al año anterior) a todas sus iniciativas de economía solidaria: programas de empleo, empresas de inserción y comercio justo. Ambas realidades las ilustran sobradamente Bioalverde y el Centro de Empleo.
Pero, sobre todo, le ponen rostro historias como la de Katile, que ha estado en Bioalverde desde noviembre de 2015, en el primer curso de formación en agricultura ecológica y luego como técnico para enseñar a otros. Llegó a España en agosto de 2013 y su biografía es testimonio vivo de que «con paciencia y lucha constante se llega a todo». Ahora ejerce de capataz formador en la finca enseñando a otros.
Ismael (24 años) emigró de Guinea Conakry en pos de «oportunidades laborales». Hace 17 meses llegó a España, primero a Canarias y luego en Granada y Madrid -confiesa que no ha visto racismo a su alrededor- hasta recalar en Sevilla. Está acogido en un piso del Proyecto Nazaret en Sevilla Este que da cobertura y formación a migrantes. Allí lleva tres meses y ahora está aprendiendo a manejarse como cocinero en el Centro Diocesano de Empleo, donde «he visto una buena oportunidad para construir mi futuro».
Parecido recorrido al de Ana, de Peñaflor. Cada día viene de El Priorato (pedanía de Lora del Río) combinando automóvil propio, tren de cercanías y metro. Casi hora y media de viaje que no le pesa porque, por fin, ha encontrado su lugar en el mundo. Es dependienta referente en los dos establecimientos abiertos al público que mantiene Bioalverde en Sevilla: en Olivar de Quintos y en Nervión.
Fue la Cáritas de su pueblo la que la desvió al centro de empleo de Cáritas y ahí acabó en tareas cara al público. Su relato es, por desgracia, demasiado común: «Si algo tengo es la constancia, pero cuando cumplí los 40 años, me sentía invisible: antes me llegaban ofertas de trabajo, pero a partir de ahí… yo pensaba ¿nadie va a leer mi currículum?». Lo pasó mal. Hasta que hace cuatro años y medio recaló en Bioalverde y ahí encontró el acompañamiento, la atención especializada, la acogida fraterna que la devolvió al mercado laboral y, con ello, la autoestima perdida. En ello tuvo mucho que ver el personal técnico de Cáritas, que provee atención personalizada a cada persona.



De ello habla Laura García, de Las Cabezas de San Juan, que sigue un curso de Mantenimiento de Edificios en el centro diocesano de Empleo en Palmete. La ayuda psicológica de Loreto, técnica de Cáritas, le sirvió de mucho para entender y empezar a descargar «la mochila de heridas» que arrastraba en su vida.
Siempre se había ganado la vida en la construcción -de las pioneras del pladur en la empresa cabecense de un primo suyo- como oficial de primera de tabiques de yeso. Después, cuando las sucesivas crisis de la construcción, emigró a Palma de Mallorca para emplearse en la reforma de hoteles y luego pasó al sector del transporte hasta que un accidente laboral en 2020, pendiente de juicio para el año que viene, la apartó de esa actividad.
Mientras, Laura no se ha quedado de brazos cruzados, lleva tres años viviendo en Sevilla y ahora está ampliando formación con otros quince demandantes de empleo para ganar en empleabilidad. Sueña con una empresa de reformas y mantenimiento de construcciones genuinamente femenina.
El sueño de Jeanhelys Cruz (18 años) es estudiar Comercio Internacional. Pero ahora está haciendo el curso del taller de Hostelería como camarera que le recomendó el párroco de San Jerónimo. Vino con su padre de Venezuela, de Maracay, y se decantó por la hostelería por la atención al público, que había experimentado en su país natal en el negocio familiar.
También de Venezuela es Ronald Medina (32 años), que sigue el curso de instalador de energías renovables, uno de los más demandados y más apreciados por las empresas del sector. El párroco del Mayor Dolor lo derivó para que se hiciera con una acreditación profesional mientras aguarda la homologación de su formación venezolana en Telecomunicaciones.
Ahora pasa calor en la azotea del centro de empleo de Cáritas trajinando con cables y tubería de cobre ensayando las condiciones más similares a las que encontrará cuando trabaje de verdad. Vive en la barriada del Rocío con su pareja, la hija de ésta, un hermano y un amigo. Es lo que puede permitirse.
Fernando Muñoz, ni eso. Lo que gana de peón agrícola en la finca de Montequinto le da para pagarse un alquiler en Los Pajaritos. Madrileño de Carabanchel al filo de la sesentena, fue montador de tela asfáltica y luego se recolocó de jardinero en Camas, pero los tumbos de la vida le pusieron al borde de un abismo que esquivó gracias a Cáritas. Ahora pasa por todas las faenas del campo con la esperanza de abrirse paso con sus propias habilidades cuando en septiembre se le acabe el contrato de inserción.

El gerente de Bioalverde, Fernando Rodríguez, insiste en que a cada persona se le busca «un itinerario personalizado» para que se inserte en el mercado laboral: «No miramos el pasado de esa persona, sino el maravilloso presente que trae y el no menos esplendoroso futuro que le aguarda». Para conseguirlo, Cáritas se apoya en todos los pilares de la cadena económica: la producción sostenible, el comercio justo y la compra responsable.
Ana Heras, coordinadora del equipo de Economía Solidaria de Cáritas España, insiste en que su actividad en la economía social, donde cuenta con 68 iniciativas con 267 líneas de negocio, es un «testimonio de que hay otra forma de hacer las cosas» incorporando «valores en el mundo empresarial» en línea con la economía de Francisco que promueve el cuidado de la vida en una doble vertiente: de las personas y de la Creación.
El director de Cáritas Sevilla, Miguel Carbajo, por su parte, incide en los perfiles más acostumbrados entre los demandantes de acompañamiento, como son familias migrantes en algunos casos con ultracualificación pero dificultades para homologar sus competencias y manejarse en el idioma y las costumbres locales, y familias con baja cualificación laboral insertas en una «exclusión cronificada».
En 2024, 687 personas (un 42% de mujeres extranjeras) pasaron por alguno de los 257 cursos formativos que puso en marcha Cáritas Sevilla con una inversión de un millón de euros. Bioalverde supone un desembolso a la organización católica hispalense de 2,2 millones de euros con beneficio 0 porque todo se reinvierte.
Entre los planes de futuro, «queremos abrir más tiendas y ampliar el reparto a domicilio» de productos cultivados en Montequinto. En definitiva, trabajar en una «economía profética» que supone «mirar la economía desde los ojos de los pobres».
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