De la misa la media
Precepto dominical: aquí hay tomate
Iglesia en Sevilla
La parroquia de los ángeles y Santa Ángela acoge una comunidad viva y comprometida, en la que destaca una mezcla admirable de edades, estratos sociales y grupos que tanto se echa de menos en otros templos
Sevilla
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Iniciar sesiónMisa en la parroquia de los ángeles y Santa Ángela
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Templo: Parroquia de los ángeles y Santa Ángela (Sevilla Este)
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Fecha: 2 de marzo
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Hora: 12.30 horas
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Asistencia: lleno sin apreturas, unas 200 personas
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Preside: Adrián Sanabria Mejido
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Ornato: ramo de claveles rojos a los pies del altar
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Música: grabada en la comunión
Por fas o por nefas, este cronista llevaba demasiado tiempo sin comentar una misa de precepto dominical, enredado en funciones principales, retiros, festividades y otras fechas en rojo del calendario litúrgico. Pero no podía haber elegido mejor lugar para reaparecer que celebrando en una ... parroquia con mayúsculas. Está en lo que originariamente fue el polígono Aeropuerto, pero el paseo es fructuoso; en este caso, Sevilla Este bien vale una misa.
Porque lo que descubrió allí es una comunidad parroquial viva y comprometida. ¿Cómo se puede llegar a saber? No hay más que fijarse en los detalles: en que los lectores están elegidos y saben proclamar la Palabra; en que la gente se saluda cuando llega y cuando se va; en que la colecta está organizada desde el principio de la misa y no se queda al albur quién pasa el cepillo; en que hay comunión de gestos (todos menos cinco se levantaron al unísono para orar sobre las ofrendas) antes de la comunión propiamente dicha; en que la procesión para comulgar está perfectamente dispuesta (celebrante y un ministro extraordinario se bastaron) sin que surjan 'fitipaldis' buscando atajos.
Y porque hay una mezcla admirable de edades, estratos sociales y grupos que tanto se echa de menos en otras parroquias. ¡Hasta se escuchaban grititos de bebés y los padres los llevaban en brazos para comulgar! La de los ángeles y Santa Ángela pertenece al selecto club de Parroquias Mil: esto es, las que reparten por encima de esa cifra en las comuniones de cada fin de semana. Como en aquel eslogan publicitario de los años 80, 'cuate, aquí hay tomate'. Sólo eché en falta animación musical en vez de una grabación ramplona, pero no se puede tener todo, qué le vamos a hacer.
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Es una parroquia joven, orgullosa de su reciente historia levantada a pulso de la nada precisamente en la época del anuncio televisivo. Eso hace mucho. Detrás de cada gran parroquia siempre hay un buen sacerdote, un santo y abnegado párroco que sirve a su feligresía con entusiasmo. Adrián Sanabria -con su inconfundible y divertida indistinción de consonantes sibilantes- lo es. Y predica muy bien, con un lenguaje corporal que subraya lo que dice para que todo el mundo lo capte. Es maestro en el dominio de unos silencios preñados que invitan a reflexionar: cuánto bien hace al pueblo de Dios callarse y aguardar en vez de esos curas que hacen todas las oraciones a la carrera.
En ocho minutos construyó una homilía que pasó por las tres lecturas del día, avanzó la Cuaresma y recalcó el mensaje central que quería transmitir: «Este mundo secularizado necesita que los cristianos estén dando el fruto de haberse encontrado con Cristo, camino, verdad y vida». Esto es, los frutos del amor, tan alejados del que definió como «deporte nacional», en el que somos «especialistas en criticar, en fijarnos en las minucias de los demás pero justificamos nuestros propios errores».
El padre Adrián Sanabria celebra con mucha unción (cualquiera lo puede percibir) pero a la vez añade moniciones que resaltan las oraciones de la asamblea. Dejó silencio en la oración de los fieles para las intenciones particulares de cada cual e introdujo el padrenuestro en línea con el pensamiento de la homilía de que las palabras cálidas para el prójimo brotarán «si Cristo vive en nuestro corazón».
Y a la hora de la despedida, antes de un avemaría a la Virgen, remachó por si alguien no se había enterado: «Cuando faltó el vino en aquella boda -refiriéndose a Caná de Galilea-, María no se puso a criticar: eso es lo que hubiéramos hecho nosotros. Pidámosle que nunca caigamos en la miseria de la crítica». Mensaje sencillo, directo, fácil de recordar, con su punto de humorada…
No me extraña que el miércoles de Ceniza tuvieran programadas cinco misas, como recordó el párroco. Lo único que me descuadró fue que el ambón estuviera desnudo y el atril se revistiera con el paño verde del octavo domingo del tiempo ordinario, metidos ya en el triduo de carnaval. Seguro que tiene una explicación…
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