Patrimonio
El pasado, presente y futuro del cementerio de San Jorge de Sevilla
La asociación Ángeles de la Ciudad lleva trabajando desde finales del año pasado en la recuperación de este camposanto donde hay hasta personajes ligados a la Segunda Guerra Mundial
Cementerio de los Ingleses de Sevilla, un pequeño tesoro expoliado y olvidado
Bajo la atenta mirada de la torre del monasterio de San Jerónimo y sólo separado por una calle de albero del antiguo cenobio, se encuentra el cementerio de San Jorge o más conocido como el de los Ingleses. Se trata de un remanso de paz ... que, poco a poco, va recuperándose de los actos vandálicos y de los rituales de espiritismo gracias a la actividad que desarrolla la asociación Ángeles de la Ciudad.
Los voluntarios de esta entidad, muchos de ellos del propio barrio de San Jerónimo, están desbrozando y reparando las malas hierbas que se han multiplicado en los últimos años en torno a las lápidas de personas que se hallan en un camposanto con «marineros, niños y hombres de negocios, sobre todo», según Francisco Ortiz, el guardián de este espacio.
El mismo, junto con Rocío Rivero y Noelia Ortiz atendieron a ABC de Sevilla señalando los principales problemas a los que se han enfrentado en los últimos tiempos como destrozos en los muros, vándalos que entran y destrozan el cementerio e incluso, botellona. Sin embargo, apuntaron que el lugar ya está siendo tratado y ayer domingo 25 de junio y coincidiendo con el fin de semana de la festividad de San Juan, realizaron una oración y comenzaron los trabajos en el muro que da hacia el oeste.
Paseando por las lápidas y entre el ombú y los cipreses, los voluntarios siguen descubriendo historias o curiosidades de las sepulturas en este cementerio que recibió a su último habitante en 1996. Contó Francisco Ortiz a este periódico que «existe una asociación denominada San Jorge, la cual es de familiares de las personas enterradas y que aproximadamente sólo quedan 10 o 12». Por otro lado, está la asociación Ángeles de la Ciudad, que cuidan precisamente de la urbe hispalense, limpiándola porque «nos conocen hasta en Lipasam ya que colaboramos en el mantenimiento de parques o calles».
Espacio cultural o jardín histórico
Esta entidad se ha puesto manos a la obra para la recuperación como espacio cultural o jardín histórico de este cementerio surgido a mediados del siglo XIX, situado al norte de la ciudad y al lado de la huerta de 'La Papachina', de la cual queda un testimonio en una plaza del barrio.
Las hipótesis surgen porque hay muy poco espacio entre la desamortización de 1837 cuando los terrenos del monasterio de San Jerónimo se comenzaron a vender y los primeros enterramientos acontecidos se realizaron entre 1850 y 1852, «aunque antes hubo algunos entierros en el Jardín de San Telmo, en lo que hoy es el Casino de la Exposición y el Teatro Lope de Vega porque los anglicanos intentaron promover un camposanto en aquella zona de Sevilla».

El cementerio está dividido en dos espacios:uno al principio con las tumbas del siglo XIX y con un templete que, según Noelia Ortiz, «es una delicia porque tiene forja que nos recuerda a la Lonja del Barranco y posee unas tejas planas alicantinas que todavía guardan el nombre de la empresa que las realizó como es 'Manuela Martínez Triana'. Precisamente, son tejas que se pueden encontrar en el poblado de las Minas de Riotinto.
Intrahistorias
Otro de los capítulos asombrosos de este cementerio que se está recuperando poco a poco son las intrahistorias de las personas enterradas. Hay numerosos marineros repartidos por el camposanto porque las compañías navieras tenían recogido en los contratos o seguros que si fallecían o se ahogaban, serían inhumados en San Jorge. En algunas tumbas, llega a haber hasta tres marinos.
Luego, hay hasta dos soldados de la Segunda Guerra Mundial en el camposanto. Uno de ellos es Henry Peuleuve, el cual fue paracaidista en la contienda, realizó dos misiones especiales en Francia, sobrevivió a las mismas, fue capturado por los nazis y enviado a un campo de concentración. Acabó librándose de la muerte y se convirtió en un hombre de negocios, Nasser lo llegó a expulsar de Egipto y en 1963, con 47 años, estando en la calle Betis, falleció de forma fulminante.

El otro es W. J. Gilbert, el cual murió con sólo 24 año el 21 de julio de 1941 tras haber enfermado en Gibraltar y ser trasladado a la capital hispalense. Estas son sólo algunas historias de un cementerio que, aunque sea una paradoja, está volviendo a la vida gracias a la labor de la asociación Ángeles de la Ciudad y sus voluntarios. Todo aquel que quiera conocer este espacio casi desconocido de la urbe y conocer a sus cuidadores, el lugar abre los domingos por la mañana para recibir a los visitantes.
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