La pesadilla de querer pagar en Sevilla una licencia para hacer obras en tu casa
Los contribuyentes se enfrentan a una carrera de obstáculos para pagar un impuesto en ventanilla. Primero no funciona el registro y luego todo va con cita previa, pero cuesta conseguirla
Un mes después del hackeo sigue caída parte de la oficina virtual
Carlos García
Sevilla
Hay una pesadilla peor que meter obreros en casa y es tener que afrontar la reforma con el sistema informático del Ayuntamiento de Sevilla saboteado. Hace falta una brújula para guiarse en medio del océano de burocracia con que se topa un ciudadano para ... realizar cualquier gestión administrativa. Y todo para hacer algo –al parecer tan insólito hoy– como pagar el Impuesto de Construcciones, Instalaciones y Obras, el ICIO. Es el tributo que grava las pequeñas reformas para hacer de tu hogar «La casa de tus sueños», sin la ayuda de los gemelos canadienses que se han hecho de oro en la tele tirando vigas y descubriendo vicios ocultos en las viviendas.
La realidad suele ser más penosa e insoportable que la ficción. Este contribuyente lo ha podido comprobar en sus propias carnes. Con el programa electrónico de la Gerencia Municipal de Urbanismo (GMU) caído y sin visos de que la situación cambie antes de iniciar la obra, el 14 de septiembre me presento en la oficina de la Cartuja para solicitar la carta de pago.
Craso error. El vigilante de seguridad que franquea la puerta me invita amablemente a marcharme. La web del organismo no funciona, pero es que el registro de entrada, tampoco. Sin cita previa, los usuarios no son bienvenidos y los funcionarios no están para atender a nadie. Convertido en la única voz autorizada, le preguntamos cuándo se restablecerá el servicio. Se encoge de hombros mientras enuncia un «ni idea». A los muy pesados, como es mi caso, nos remite a Correos para que enviemos una carta certificada con nuestra solicitud.
En la estafeta del barrio, un atribulado funcionario está indignado con el «chorreillo» de personas que llegan rebotados de Urbanismo durante la mañana por motivos parecidos al nuestro. «Les están diciendo que el envío certificado es gratis y no es así, hay que pagarlo», se sincera.
La alternativa postal no nos convence. Sin el registro de documentos activo, pensamos que es como arrojar una botella con un mensaje al mar.
Se restablece el registro de la Gerencia
La situación cambia el lunes 18 de septiembre. Los funcionarios reciben una circular de la GMU que indica que queda habilitado el registro, es decir, que podrán presentarse documentos. Algo es algo. Hay un pero y es que tenemos que pedir cita a través de la web y no hay fecha disponible. Tras varios intentos en horas distintas, nos hacemos con una cita días después. Cuando acudimos a la oficina nos percatamos de que ha sido como conseguir el santo grial porque otros usuarios que han hecho acto de presencia sin cita tienen que darse la vuelta. Pasamos el primer corte del vigilante de seguridad, y luego el de otro empleado en una garita que tacha nuestro nombre con un rotulador. Las puertas de la Gerencia se abren para nosotros. Aleluya.
Tantas ansias tenemos por pasar por caja que nos presentamos con antelación. La funcionaria, que percibe nuestras ganas, las refrena enseguida: «Se tiene usted que esperar; se ha presentado cinco minutos antes». Detectamos que no hay ningún usuario que nos preceda en el turno. De hecho, no hay nadie en la oficina salvo los empleados. Algunos se arremolinan en torno a la máquina de café, pero los tiempos son sagrados y en la GMU se cumplen a rajatabla. Al contrario sí se penaliza. Si uno llega tarde, una circular informativa avisa de que la cita queda «automáticamente cancelada».
Para pagar el impuesto de obras hay que pedir cita en la Gerencia dos veces y no hay fechas disponibles
Entregamos la solicitud y el presupuesto de la reforma y nos invitan a pedir la carta de pago mediante correo electrónico. Una vez abonado en el banco, habrá que volver a pedir cita para aportarla al registro. En las próximas dos semanas, en la web no hay fecha disponible. He pagado el tributo, pero el Ayuntamiento me dice que vuelva mañana... o nunca.
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