entrevista
El arzobispo de Sevilla, sobre la banalización de la Semana Santa: «Una procesión no se puede convertir en un desfile»
José Ángel Saiz Meneses afronta su cuarta Semana Santa al frente de la Archidiócesis de Sevilla e insiste en el sentido religioso: «La de Sevilla tiene muchos elementos exuberantes pero no todos tienen la misma importancia y hay que saber priorizar»
«A veces se llama salida extraordinaria a cualquier cosa»
Sobre los Panaderos: «Todos los cargos, desde el Papa al monaguillo, deben ejercerse con actitud de servicio, no de dominio»
«Mi relación con las hermandades de Sevilla es muy natural y directa y que conste que de joven jamás asistí a una procesión»
La Madrugada de Sevilla, en directo

La de este año será la cuarta Semana Santa de José Ángel Saiz Meneses al frente de la Archidiócesis de Sevilla. Si el tiempo lo permite, será la más multitudinaria, la de más hermandades (71 con la incorporación de la del Polígono Sur) y la ... que pondrá en la calle el mayor número de nazarenos de la historia. El arzobispo de Sevilla habla de todo esto y del sentido religioso de esta celebración durante una entrevista de cincuenta minutos que tuvo lugar la tarde del pasado miércoles en el Palacio Arzobispal de Sevilla. «La Semana Santa de Sevilla está rodeada de muchos elementos, pero no todos tienen la misma importancia. De nosotros depende el saber priorizar, el saber lo armonizar todo y el vivirlo con con toda la intensidad que se merece el momento».
-¿Cómo se presenta esta Semana Santa?
-Con mucha expectación y con mucha esperanza. La Semana Santa es la celebración del misterio pascual del Señor, la pasión, muerte y resurrección del Señor. Y desde el Domingo de Ramos hasta la Vigilia Pascual y la Pascua de Resurrección, vamos contemplando los misterios de su vida desde la entrada triunfal y su camino de la cruz y su muerte para celebrar luego su victoria sobre la muerte y su resurrección gloriosa. Esto es la esencia de la Semana Santa, el misterio pascual del Señor que celebramos fundamentalmente en la Catedral y en las iglesias, en los oficios litúrgicos, y también lo celebramos en los actos externos, en las procesiones a lo largo de la Semana Santa. Se trata de preparar la vivencia de de esos misterios, de esas celebraciones para recibir toda la gracia, todo el amor que el Señor nos quiere conceder y que dependen de una buena preparación y una buena vivencia.
-¿Tiene algún recuerdo o momento especial que se le haya quedado grabado en la memoria de las tres Semanas Santas que ha vivido en Sevilla?
-La primera fue más la novedad, pero la sustancia de las celebraciones es la misma aquí y en Nigeria, o en Tailandia o en Argentina, es decir, los oficios. La oración es es la misma, los elementos externos no. La exuberancia de procesiones y de manifestaciones externas que hay aquí en Sevilla la hacen única en el mundo. La de 2022 fue la primera, la novedad, y participé en todo, en todo lo que pude viviendo esos días,. En la de 2023 ya tenía un año de experiencia y la viví también con mucha intensidad, como no hay otro modo de vivirla aquí en Sevilla. Recuerdo que no llovió ningún día y que estuve toda la Madrugada entera viendo pasar las las hermandades y las imágenes. El pasado año la lluvia nos enturbió buena parte de las procesiones y se intensificó más la celebración de los oficios en las iglesias. Y este año pido a Dios que, como ya ha llovido bastante, si es posible que no llueva ningún día. Pero pero eso no está en nuestras manos.
-¿No hay ningún momento en los tres años anteriores que le haya conmovido de una manera diferente?
-Son muchos momentos. La Madrugada, por ejemplo, Pero cuando voy a las salidas de procesiones de hermandades cuya sede está en los barrios, también es muy especial. Las hermandades más pequeñas en los barrios periféricos que también viven con mucha intensidad la Semana Santa. Este año se estrena una en Jesús Obrero y tienen también un atractivo especial para mí. Y después, el Santo Entierro Magno, por ejemplo, o la celebración de la Vigilia Pascual aquí en la Catedral, que es siempre también muy esplendorosa . Todo en Sevilla es conjunto muy brillante y muy intenso desde un punto de vista espiritual y de acercamiento a Dios. En la Madrugada hay hermandades que traen 4.000 nazarenos o 3.800, eso es un pueblo entero, un pueblo que camina, que peregrina, que hace estación de penitencia, que expresa su fe también de esa manera. Todo eso sumado es fuerte y poderoso y no es extraño que sacuda el corazón de la persona creyente e incluso de la persona que a lo mejor no es tan creyente o viene más por curiosidad, pero que también recibe ese impacto de lo sagrado en el corazón.
-Los sevillanos miramos mucho al cielo en estos días. Si usted fuera hermano mayor de cualquier hermandad y tuviera que decidir si salir o no con previsión de lluvia para algún momento del recorrido. ¿Decidiría salir o quedarse?
-Yo no quisiera estar en la piel de ninguno de ellos estos días. En general, yo soy una persona prudente, prudente de carácter, pero también me gusta arriesgar. Hay que ser comprensivos con cualquier decisión porque no es fácil decidir. Siempre habrá gente que critique si no se sale y luego no llueve. Y si el hermano mayor decide salir y al final llueve, que se prepare también.
-Ha hablado antes de hermandades que tienen más de 4.000 nazarenos, casi la población de un pueblo. Desde el fin de la pandemia, ha crecido mucho el número de personas que salen con su hermandad y se estima que ha aumentado casi un 20 por ciento ese número respecto a hace cinco años. ¿Esta masificación se va a poder gestionar?
-Mi opinión es aquella máxima de Aristóteles en su Ética a Nicómaco y que después San Agustín y Santo Tomás: en el término medio está está la virtud. No es sencillo pero hemos de vigilar tanto la penuria y la escasez, que es mala, como el exceso, que también es malo. Aquí hay que ir encontrando el punto medio, el punto clave, y buscar siempre lo que es mejor para las personas concretas, para la hermandad concreta, para la Iglesia y también para la sociedad. Todo eso hay que armonizarlo y hay que ir ajustando. Hay quien dice que numerus clausus y que se adjudique a cada hermandad un número y punto. Otros dicen que deben salir todos los que quieran porque es una expresión de su fe. O que tiene que poder salir quien quiera porque es una expresión de su fe.
-Si se mantiene esta tendencia, casi cualquier hermandad tardará una hora y media en pasar...
-Claro, es que hemos de jugar con el espacio y el tiempo. Y es que no hay horas. En la Madrugada, por ejemplo. Hemos de ser razonables y sacrificarnos todos.
-¿Podría hacerse inevitable un «numerus clausus» en la Madrugada?
-En la Madrugada, todo es a golpe de cronómetro y está todo medido. Una cosa son los deseos y la comprensión, que pueden ser infinitos, y otra el espacio y el tiempo, que son limitados y hay que combinar. En este punto yo creo que hay que dar un voto de confianza siempre al Consejo de Hermandades, que tiene mucha experiencia y mucho conocimiento.
-¿El futuro Observatorio de la Piedad Popular tomará cartas en el asunto?
-Hoy precisamente hemos tenido la primera reunión, ya tenemos un borrador de Estatutos y esperamos poder presentarlo antes de que acabe este curso, con las actas del Congreso Internacional de Hermandades del pasado mes de diciembre. Este observatorio, que fue una de las siete conclusiones prácticas que se redactaron de ese congreso, será muy importante y tratará de las salidas extraordinarias, si son o no demasiadas, y del número de hermanos de las hermandades. El observatorio nos ayudará a ir estudiando todas estas cosas y a ir regulando y a ir anticipándonos. Estudiará todo lo que afecte a la vida de las hermandades y de la piedad popular para reflexionar, regular y mantener viva la llama del Congreso y ayudar a evitar problemas.
-¿Ve en riesgo con esta creciente masificación el sentido religioso de la Semana Santa del que ha hablado antes?
-Ese riesgo existe siempre, incluso sin masificación. El ser humano, si se descuida, se instala en en lo más externo y superficial. Es una tentación que tenemos, por eso debemos apuntar a lo esencial, ser personas profundas, reflexivas. El mundo moderno, tan acelerado, consumista y materialista, nos va tirando hacia lo externo, hacia lo superficial. Por eso hay que vigilar mucho. Y en la Semana Santa, pues hay que procurar participar en los oficios, dedicar los ratos de oración a leer la Palabra de Dios, los relatos de la pasión, muerte y resurrección, y a participar en las procesiones, que también nos ayudan. Pero hay que tener cuidado y no darle más relevancia a los elementos externos y olvidarse de lo más esencial.
-Hay voces que denuncian la banalización de la Semana Santa. ¿Cuál es su opinión?
-Ese es un riesgo que tenemos los seres humanos en todos los órdenes de la vida y que tenemos también los cristianos católicos en nuestras celebraciones y más aún en las externas. Pero eso puede pasar también en la celebración de la misa dentro de la Catedral. Es decir, es una tentación que tiene siempre el ser humano. Es un peligro que tenemos y cuanta más gente venga a ver las procesiones, mayor riesgo hay. De nosotros depende. Cuando me toca presidir una procesión, siempre digo que esto es un acto de oración y de esa forma debemos vivirlo. Pero a veces hay gente que te saluda amablemente y no vas a hacerte el estirado y no saludar, pero no hay que perder esa actitud profunda de oración y ese clima de adoración y de ayudar a la gente a vivirlo. Esa es la forma de vivir las procesiones. Si nosotros lo vivimos así, seguro que ayudaremos a que la gente que está más como espectadora contemplándolo, lo viva también como un momento de oración. Yo estuve en la Misión del Gran Poder en los Pajaritos y en los traslados de la imagen entre las parroquias, vi a personas mayores, personas incluso imposibilitadas en sillas de ruedas, adultos, jóvenes, niños, mamás con niños en brazos, gente de todo tipo y condición. Y vi las miradas de fervor, de cariño, de esperanza al Gran Poder. Fue una experiencia fuerte porque allí no había miradas de reproche ni de rabia, ni de indiferencia. Así deben vivir la procesión los fieles que están en las aceras, en los en los márgenes del recorrido y yo creo que así lo vive la mayoría de la gente.
-Se ha desatado una gran afición por las marchas de Semana Santa, hasta el punto de que se ha llegado a abuchear a una procesión en algún tramo que se ha hecho solo a golpe de tambor. ¿Nos estamos acercando a lo teatral, a lo espectacular, incluso a lo carnavalesco en algunos momentos?
-Hombre, carnavalesco sería mucho decir, sería ya como mucha degeneración, ¿no? Pero yo a veces recuerdo la distinción entre una procesión y un desfile. Con todo respeto y con todo cariño hacia los desfiles, un desfile es una cosa distinta y una procesión no se puede convertir en un desfile. Es un acto de culto externo, un acto de oración y para eso hemos de vivirlo con actitud y oración y crear un clima de oración. La música tiene que ser un elemento que nos ayude, no que nos distraiga. Todo eso hay que armonizarlo con esa finalidad y con ese objetivo.
-No sé si ha escuchado hablar de las cofradías «piratas».
-Alguna vez he oído esa expresión.
-El sábado de la semana pasada salió una organizada por una «asociación cultural cofrade» que reunió a bastante gente en la zona de la Alfalfa. ¿Qué opina sobre ellas?
-Supongo que las personas que componen estas hermandades -o estas asociaciones o entidades- son creyentes y de fe cristiana y de cultura cristiana. Por lo tanto, yo creo que en ese sentido lo lógico es que hagan un proceso de acercamiento a la institución y que acaben siendo hermandades canónicas, porque no tiene sentido celebrar algunas procesiones, que son actos de de oración, como si fueran simplemente desfiles de imágenes.
-¿Le gustaría, pues, que se integraran en la Semana Santa oficial?
-Claro, todas tienen las puertas abiertas. Sí que hay unos procedimientos, pero yo no conozco a personas concretas de estas cofradías, por lo tanto hablo con mucha libertad, pero si ellos son creyentes y son cristianos y quieren entrar en esta dinámica de cultos externos, serán recibidos con los brazos abiertos, cumpliendo los requisitos y los procedimientos canónicos pertinentes.
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