entrevista
El misionero sevillano que estuvo 45 años con los masáis: «Hoy ven porno y telenovelas venezolanas»
Pepe Aguilar, de la Congregación del Espíritu Santo, asegura que «la globalización ha hecho un gran destrozo en muchas culturas africanas» y creado «una percepción errónea de lo que ocurre en Europa o América»
«Lo más importante que aprendí de los masáis es vivir el presente y aprovechar cada día con ilusión»
«Hoy veo más volunturismo, voluntarios turísticos que quieren arreglar el mundo en tres meses»
Sevilla
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Iniciar sesiónEl misionero sevillano Pepe Aguilar ha estado 45 años en Tanzania con los masáis y los hadzabe, dos de las tribus africanas con las que la Congregación del Espíritu Santo, a la que Aguilar pertenece, han establecido misiones de ayuda y cooperación. «Me siento ... muy andaluz, a pesar de que haber estado tanto tiempo fuera de mi tierra», dice este sacerdote al que una grave enfermedad obligó a regresar a España. La necesidad de hacer revisiones médicas periódicos y una dolencia sobrevenida en la columna vertebral le impidieron regresar, como era su deseo «Echo de menos aquello todos los días. África y su gente te enganchan», confiesa.
-Cuenta que los masáis lo compartían todo y que si un día alguno cazaba un animal grande daban la voz de alarma en toda la tribu para que todos comieran. En España y toda Europa hemos avanzado más hacia el individualismo.
-Sí, cuando he vuelto, lo he notado. El individualismo ha crecido mucho en España pero también ha crecido en África. Ya no es lo que era cuando yo llegué en 1975 a Tanzania. La globalización ha hecho un gran destrozo de culturas, especialmente en África. También de maneras de entender la vida y de vivirla.
-¿Los masáis ya no siguen viviendo como lo hacían cuando usted llegó allí?
-Mantienen aún su cultura pero el destrozo ha sido grande, especialmente en los guerreros. Antes tenían que guerrear con los vecinos pero hoy eso ya no existe. Los guerreros se han convertido en vagabundos o en guardias de seguridad y todo eso les ha hecho perder sus raíces y el sentido de la vida. Han perdido su lugar en el mundo y se dan mucho a la bebida.
-¿La mortalidad infantil sigue siendo alta en esa zona de Tanzania?
-Sí. Cuando llegamos en 1975, morían muchos niños de sarampión. Logramos con la ayuda de Unicef que se vacunaran y ya se ponen allí prácticamente las mismas vacunas que en España. Pero al cabo de unos años, empezaron a aparecer en las zonas donde habitaban estas tribus personas del Gobierno que querían limitar los nacimientos. Como antes se morían muchos niños, estas personas no se preocupaban por eso pero con las mejoras sanitarias morían menos y ya comenzaron a preocuparse.
-¿Qué les decían los masáis a estas personas?
-Les agradecieron las medicinas que les trajeron pero les pidieron que no se metieran en su vida.
-¿Y lo lograron?
-No. La economía los ha limitado mucho. La población ha crecido mucho en Tanzania en las últimas décadas y les han quitado muchas tierras a los masáis. Y eso también está acabando con su nomadismo. Antes iban con frecuencia de un sitio para otro en función de la sequía o del tiempo.
-¿Siguen siendo polígamos los masáis?
-Sí. Un masái podía tener 15, 20, 40 o incluso 80 hijos, dependiendo de la cantidad de mujeres que tuviera. Pero la economía está haciendo que se tienda a la monogamia porque ya no pueden mantener la poligamia.
-¿Sigue muriendo mucha gente de malaria en Tanzania?
-Sí, en algunos casos quizá por dejadez, por no tomarse la medicación. Y en otros por no tener acceso a ella. La malaria no es una enfermedad tan grave como nos hacen creer aquí. Yo mismo me infecté de malaria pero con la medicación logré curarme.
-¿Internet y las redes sociales han llegado también a toda Tanzania?
-Hace ya diez años, por lo menos, que las torres de comunicaciones proliferan por todo el país. Hacen muchas campañas sobre la necesidad de estar comunicados, con lo cual todo el mundo tiene un teléfono. La pornografía también se ha convertido en lo más demandado allí a través de Internet.
-¿También entre los masáis?
-Sí. Ellos son muy primitivos en lo que se refiere a las relaciones sexuales. Y ver esas cosas a través de un teléfono les llama la atención. Es curioso porque nos dicen que son «nuestras asquerosidades» pero no dejan de verlo.
-¿La migración es un problema en Tanzania?
-Sí. Tanzania es un país agrícola y la agricultura está fatal allí y no da para vivir. Los jóvenes, que son los que podrían sacar al país adelante, se van del campo a la ciudad pero no hay trabajo tampoco y entonces deciden emigrar. No a España concretamente. Hay muchos que van hacia Sudáfrica.
-¿Hay alguna otra solución que invertir en esos países para evitar que sigan creciendo esos flujos migratorios?
-No veo otra que invertir muchísimo dinero allí. Hemos esquilmado los recursos naturales de muchos de esos países y no hemos invertido lo suficiente. De alguna manera, ellos tienen que vivir. Y la globalización les hace ver lo que pasa en el resto del mundo, aunque la visión que se da en Internet de lo que pasa en Europa o Estados Unidos es errónea. En Tanzania se veían las telenovelas venezolanas en español sin saber una sola palabra del idioma. No entendían nada pero veían esas mansiones y pensaban que todo el mundo vivía así en esos países. Y eso, en cierto modo, les animaba a emigrar.
-¿Qué es lo que le ha dado más satisfacción en estos 45 años?
-Bueno, en uno de mis últimos viajes allí, ya de vacaciones, llamó un hombre al que reconocí cuando era uno de los niños de nuestra escuela. Se había hecho médico y era el director médico del único hospital psiquiátrico que hay en Tanzania. A ese niño lo sacamos de una choza y eso me hizo sentirme muy orgulloso. También a pilotos y azafatas. Todo esto te ata y te engancha.
-Cuando regresó a España, se encontraría aquí con muchos supuestos problemas propios de países avanzados que a usted no le parecerían problemas...
-Muchos. Cuando has estado en ciertas zonas de África, relativizas todo, pero poco a poco te vas adaptando y vas entendiendo estas preocupaciones propias de los países europeos.
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