Iglesia en sevilla
Manuel Palma: «Estamos llamados a darle profundidad y racionalidad a la piedad popular»
El delegado diocesano de Cultura y presidente-decano de la Facultad de Teología San Isidoro considera que la formación tiene que ayudar a ver la racionalidad de la fe
Sevilla
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Iniciar sesiónEstá a punto de marcharse para un seminario teológico en Nuevo México (EE. UU.) y a primeros de mes participó en la cumbre mundial por la tolerancia religiosa en el Alcázar. Son compromisos derivadas de su cargo como presidente-decano (el gran canciller es el ... arzobispo) de la Facultad de Teología San Isidoro de Sevilla. Manuel Palma, doctor en Filosofía por la Gregoriana de Roma, repasa la actualidad en torno a los estudios teológicos.
—Cabría encuadrar la Teología entre los «saberes inútiles» de los que hablaba Nuccio Ordine, ¿es tan inútil como parece la Teología?
—Es un calificativo un poco provocador pero que tiene una parte de certeza. Inútil es lo que no sirve para nada y efectivamente la Teología no es sierva de nada, ni de ninguna otra ciencia ni ningún otro interés y por eso es muy libre por cuanto se debe solo a un Dios que se revela (que es su auténtico sujeto) y al ser humano que por medio de la fe que acoge este dato de la revelación. No hay otros intereses intermedios. Pero también es inútil en otro sentido, el diccionario define inútil como lo que no produce fruto, interés, provecho o comodidad. A los ojos de nuestro mundo, también podríamos decir que la Teología no produce interés (tan vinculado a lo monetario) y va contra corriente. Abre una perspectiva que es la de la gratuidad, que supone estar a la espera de un don, de algo que viene de fuera y se nos entrega gratuitamente. Estudiar Teología supone abrirse a una dinámica de gracia.
—¿Quién puede estudiar Teología?, ¿a quién se dirigen estos estudios?
—La Teología abre a una eclesiología integral. Y se funda en el conocimiento que todo el pueblo de Dios puede tener del misterio de nuestra fe. En la 'Veritatis gaudium' que rige los estudios, se dice que las facultades están llamadas a ser como laboratorios providenciales de cultura en medio de nuestro mundo. En una facultad de Teología tendría que ensayarse el modo de una inspiración cristiana de nuestra sociedad. Y eso es un reto.
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—¿Cómo de alejadas están cultura y fe? O de otra manera, ¿de qué manera los estudios de Teología puede disminuir la brecha que se observa?
—Nuestro mundo hunde sus raíces en la tradición judeocristiana. No entenderíamos el origen de la ciencia moderna ni por qué se desarrolla en Occidente y no en otro lugar, por qué es posible una Ilustración. Incluso ámbitos que nos parecen alejados como la ciencia, la tecnología o el pensamiento ilustrado no se entenderían sin esa referencia. El punto de partida es que no son compartimentos estancos sin comunicación sino que hay una interrelación. Nuestra facultad puede contribuir a ese entendimiento haciendo ver la racionalidad de la fe. Benedicto XVI decía que había una urgencia educativa que pasa por hacer ver cómo la Teología es un saber racional.
—Está muy extendida la idea de que la fe es irracional, que quien cree no tiene fundamento en el raciocinio…
—Esta problemática es muy interesante. Ya Kant, en el centro del pensamiento moderno, ve la necesidad de sacar el dato de fe, incluso a Dios, del horizonte del pensamiento. Lo que trajo consigo que, si Dios no es un objeto del pensamiento, queda relegado al sentimiento, como sostuvo Schleiermacher en el siglo XIX. De ahí a decir que Dios es una proyección del sentimiento, del afecto humano, sólo hay un paso; y denigrar esa proyección y expulsar a Dios de la vida y de la realidad del sujeto es el paso siguiente. De Dios fuera de la razón al ateísmo sólo hay un pasito muy pequeño.
—¿Qué puede aportar la facultad al mundo de las hermandades en puertas de un congreso académico como el de diciembre?
—Estamos llamados a darle contenido de profundidad y de racionalidad a la piedad popular. Es un fin muy interesante. En nuestra diócesis, la piedad popular necesita de una formación y la facultad responde a esa necesidad. Ojalá muchos cofrades pudieran cursar el título de 'Nueva evangelización y formación para el liderazgo' porque encontrarían un vínculo con el principio de la conversión que hace posible el anuncio del Evangelio. Y, por otro lado, 'Liturgia y piedad popular' donde se aborda explícitamente la historia y la realidad esencial de esa piedad popular. De cara al congreso, hemos colaborado en el ámbito científico y teológico para el desarrollo del programa de ponencias, hemos estado en primera fila en esa colaboración y es muy bonito, porque frente a una tentación iconoclasta de denigrar la piedad popular, la respuesta tiene que ser la contraria: valorar el papel de la imagen como modo de encuentro con la realidad que confesamos por medio de la fe y dotar de contenido y formación esa piedad.
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