José Luis Aragón: «En Sevilla el arte está en todas partes»

Quizás por ese constante itinerario, vital y creativo, que ha vivido Aragón, que ha residido en diferentes periodos de su vida en Barcelona y París, este artista ha titulado su discurso de recepción 'Un viaje a través de la cerámica', a la que ha dedicado sus esfuerzos desde que llegó a la Ciudad Condal para estudiar en la escuela Massana a mediados de los años 60.

Allí comenzaría a trabajar la cerámica de la mano de uno de sus profesores más reconocidos, Josep Llorens i Artigas. «Llegué allí en un momento muy importante en España para el arte para conocer la cultura catalana, el arte y la obra de Gaudí. Conocí a Artigas, a Francesc Català Roca, Joan Miró (con el que llega a colaborar para una serie de platos), Antoni Tàpies... Por suerte, mi carrera fue fulminante«.

En Barcelona expone en diversos ámbitos y solicita una beca para continuar sus estudios en la parisina escuela 'Métier d' Art', «donde era muy difícil acceder, pero con el curriculum que traía de Barcelona me admitieron». En ese centro, donde se formaban los futuros ingenieros de las famosas fábricas de Sèvres y Limôges, profundizará en sus conocimientos en cerámica industrial, artística y artesanal, reforzando los que ya tenía en porcelana y gres.

En la capital francesa comenzaría su investigación sobre colores de las dinastías orientales de China y Japón, como el sangre de toro y el celadones, además de decicarse a la docencia. En esa época viajará bastante, tanto por sus investigaciones en colores como el rojo de hierro, «un color mítico» y por su deseo de difundir el arte de la cerámica entre el gran público. Para esto último, se recorrió toda Francias, en una iniciativa del Ministerio de Cultura francés y una empresa privada, «para reunir a docentes de universidades e institutos y hacíamos debates sobre la cerámica, lo que me llevó también a la televisión. Todo ello enriqueció mucho mi trabajo».

En los años 80 regresó a su tierra y se instaló en el campo, en el municipio costero de Conil, aunque estuvo contemplando vivir en Sevilla. «Estoy enamorado de Sevilla, como ciudades, para mí son Sevilla y París. Pero al final me fui al campo y allí instalé el taller, pero también me gusta mucho la agricultura«.

La equitación es otra de sus pasiones, lo que lo llevó no solo a «pintar y modelar piezas de tema ecuestre», sino también fundar la Asociación del Caballo de Conil, algo que «no era fácil en 1983, aunque ya tenemos trescientos socios». Ese fomento del tejido asociativo, llevó también a Aragón a crear una de vecinos del campo de Conil, con el objetivo de «electrificar zonas, que llegara correos, que hubiera médicos... el arte tiene que servir también para mejorar la vida de los ciudadanos».

La Academia de Santa Isabel de Hungría recibe ahora a este ceramista, institución que no duda en calificar de «templo de la cultura y el arte. Es algo muy importante, no solo por entrar sino, sobre todo, por compartir puntos de vista con los académicos sobre el arte«.

Un arte que debe llegar a la gente. «El ceramista no debe quedarse solo en la alfarería, sino crear obras contemporáneas inspiradas en la naturaleza, como antes se creo una Plaza de España, que es una maravilla». En su opinión, el arte es algo cotidiano en la capital andaluza, donde hay una rica tradición de cerámica en Triana. «Yo le doy mucho valor. En Sevilla el arte está en todas partes, en las rejas, en las ventanas... los artistas que hacían esos espacios estaban creando algo«.

Tras la lectura del discurso de recepción, se entregó a José Luis Aragón el título académico y se le impuso la medalla corporativa. Además, esta real academia han inaugurado una exposición de cerámicas de este artista.