Videoanálisis
Javier Macías: «No existe ningún proyecto de ampliación de Santa Justa»
El redactor jefe de la sección de Sevilla de ABC analiza la situación de colapso que vive Santa Justa

Las imágenes de los viajeros hacinados en Santa Justa son tercermundistas. Las hemos visto tres veces en apenas dos semanas: durante el gran apagón, cuando se produjo el robo de cobre que el ministro calificó de sabotaje para eludir responsabilidades y el pasado domingo por ... una nueva incidencia a causa de una avería en un tren.
Los miles de viajeros atrapados en el vestíbulo de la estación de trenes de Sevilla han observado que ha llegado al límite de su capacidad, algo que la propia Adif preveía hace escasamente tres años. Entonces, se anunciaba la necesidad de un rediseño de la terminal ferroviaria para evitar su colapso una vez se alcanzaran los 40.000 pasajeros diarios, una cifra que ya se está rozando, a lo que se le suman los constantes retrasos en la Alta Velocidad que forman el cuello de botella en el hall de la estación.
La empresa estatal responsable de la infraestructura considera que el nuevo control de acceso, con los escáneres, garantiza el confort y agiliza el flujo de viajeros. Sin embargo, lo que ha conseguido en los momentos en los que se producen incidencias es que haya aún menos espacio en el vestíbulo.
Por otro lado, no existe ningún proyecto de ampliación de Santa Justa, más allá de la reordenación de espacios de la que Adif presume y sobre la que decía garantizar que pudiera albergar los 15 millones de pasajeros en 2030. Hoy, con 12,7 millones de viajeros anuales, nadie garantiza la calidad del servicio ni el confort. Todo lo contrario, por lo que todo puede ir a peor si no se resuelven de una vez las continuas incidencias con los trenes y sigue aumentando el tráfico ferroviario con la llegada de nuevas compañías como Iryo o Ouigo.
A Santa Justa le está pasando ya como el aeropuerto, que está llegando al límite de su capacidad. Lo mismo que le pasó a la SE-30 hace décadas. Y al resto de infraestructuras de transportes que, o bien se quedaron a medias, o bien piden a gritos una ampliación para evitar que se colapsen, como el propio puente del Centenario.
Al final, la pela es la pela. Y aquí, al menos desde el Gobierno de España, la pela no termina de llegar.
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