El incendio en el barrio sevillano de Bellavista que ocultaba el crimen pasional de un capellán castrense
CRÓNICA NEGRA EN SEVILLA
Lo que parecía una nueva víctima por un incendio en el invierno de 1983, esta vez en un piso de Bellavista, resultó ser el asesinato de un sacerdote a manos de un soldado que hacía el servicio militar en Sevilla
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Sevilla
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Iniciar sesiónEl invierno de 1983 estaba siendo muy duro en Sevilla en cuanto a fallecidos por incendios domésticos provocados por los braseros en las mesas de camilla. El 21 de febrero se registraba otro fuego en un piso de Bellavista con otra víctima, un ... capellán castrense. Todo apuntaba a que el fuego se había originado en el dormitorio de la vivienda, quizás por un cigarrillo que prendió el colchón. Sin embargo, una vez sofocadas las llamas, se descubrió que Jesús Fernández Soto había sido víctima de un crimen, con tintes pasionales.
Eran las cuatro de la madrugada del 21 de febrero. En el número 39 de la calla Ambrosio de la Cuesta de este barrio sevillano volvían a escucharse ruidos y golpes. Salían del primero D. Allí vivía Fernández Soto. Tenía 47 años. Era sacerdote, capitán del Ejército y capellán castrense del Regimiento de Caballería Sagunto 7, así como ayudante en el antiguo hospital militar.
La vecindad estaba un poco harta de estos episodios ruidosos. Era una noche más si no fuese por el incendio. Uno de los vecinos de la primera planta salió al rellano y se tropezó con un joven hombre, cojeando, al tiempo que gritaba «¡fuego!». Ya había humo en el descansillo. Los bomberos lograron sofocar el fuego. La zona de la casa más afectada era el dormitorio. Sobre la cama yacía el cadáver de Fernández Soto, boca arriba y parcialmente quemado.
Aunque la primera información publicada en ABC señalaba la muerte del cura en un incendio, algo hacía sospechar que no era víctima de las llamas. Había piezas del escenario que desencajaban con el incendio. El cadáver estaba en la cama atravesado. Sobre el colchón se extendía una mancha oscura.
Heridas de arma blanca
La ecuación quedaría resuelta cuando los forenses descubrieron que el cuerpo presentaba varias heridas de arma blanca. Hasta cinco. Una de ellas le había llegado al corazón. Ahora quedaban por delante varias interrogantes. ¿Quién y por qué había matado al sacerdote? En la casa del capellán la Policía Judicial localizó varias publicaciones pornográficas. También había fotografías de jóvenes desnudos.
Los vecinos de la víctima trasladaron a los investigadores que era habitual que el sacerdote recibiese en su casa a jóvenes y añadía que muchos de ellos eran soldados. Entonces, el foco se puso en el joven que salió apresuradamente minutos antes de que un vecino se alertara del fuego.
La investigación aún depararía más sorpresas. En el cuarto de baño se encontró un papel con sangre. Quedaba desvelar a quién pertenecía. A los policías se les abría otra vía. El coche del capellán, un Ford Fiesta amarillo, había sido robado. Localizarlo podía llevar al asesino.
El mismo día 21 por la tarde fue visto el coche circulando por la avenida Ramón y Cajal. El conductor era Ignacio de Loyola Gómez Raimínguez. Tenía 20 años. Y lo más revelador para el caso, era un soldado destinado a Parque y Talleres de Artillería. El joven fue detenido por su presunta relación con el crimen de Jesús Fernández Soto.
Intento de fuga
El joven soldado admitió los hechos. Dio su versión de lo ocurrido a los policías durante la discusión que tuvo con la víctima en su piso, a la que había conocido en el club 'Yambo', frecuentado por homosexuales. Acabó en la vivienda del capellán porque éste le había prometido mediar para que le dieran permisos de salida.
Terminaron en el dormitorio, donde la víctima quiso que se desnudara. El soldado cogió un abrecartas y lo asesinó. Él también resultó herido en una pierna. Se hizo un torniquete en la herida y salió huyendo, prendiendo fuego al piso para borrar sus huellas. Lo que no logró.
Durante su estancia en la Prisión Provincial a la espera del juicio, protagonizó un intento de fuga. Fue condenado a 22 años de cárcel y a una indemnización de tres millones de pesetas. Le aplicaron la eximente incompleta de trastorno mental transitorio.
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