Inauguración de la Exposición Iberoamericana de 1929: bajo la mirada de Absalón

Era jueves y relucía el sol. Es decir: se celebraba la fiesta de la Ascensión del Señor, que la Conferencia Episcopal Española hubo de sacrificar en los años 80 para mantener el feriado de la Inmaculada. Si no fuera por ese detalle, hoy estaríamos celebrando la misma solemnidad litúrgica que hace 95 años en la misma fecha, además.

Era innegable el valor propagandístico que la dictadura de Primo de Rivera quería imprimir a ambos certámenes, que buscaban devolver España a la escena internacional, una vez superado el trauma del 98. Alfonso XIII presidió el acto solemne en la Plaza de España con asistencia de la Familia Real al completo, el Gobierno y las autoridades civiles y militares. El cardenal Ilundáin, revestido de pontifical, bendijo las instalaciones y los fotógrafos de ABC tiraron «más de ochenta placas», número tan desorbitado para la época que se emplazaba a los lectores a un suplemento especial de la revista hermana Blanco y Negro con amplia cobertura gráfica.

La fotografía era todavía un arte incipiente. La casa Agfa había sacado al mercado una película especial bautizada como Film 1929 con «nueva emulsión y doble sensibilidad», según la publicidad de la época, que podía adquirirse en «todas las buenas casas del ramo».

Pero la escenografía todavía conservaba el gusto por las formas suntuarias y las grandes obras de arte que han desaparecido de las tribunas minimalistas y desnudas que se alzan hoy para acontecimientos similares. Así que el estrado principal estaba adornado con alfombra roja y tres espectaculares tapices neoclásicos del patrimonio regio.

En el centro, un fastuoso tapiz de 5,34 por 6,85 metros de tiempos de Carlos III titulado 'Muerte de Absalón'. Y en efecto, allí está el tercer hijo del rey bíblico David alzado en armas contra el padre. En su huida, se le enredó la melena en una encina y quedó colgado para que Joab, lugarteniente que incumplió la orden de preservar la vida del muchacho, lo alanceara con tres picas.

Toda esa escena puede contemplarse en el tapiz diseñado por Corrado Giaquinto y José del Castillo y tejido por Jacobo Vandergoten, primer maestro de la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara que se exhibe en la Galería de las Colecciones Reales contigua al Palacio Real de Madrid.

Por qué se eligió precisamente ese tapiz de una historia bíblica tan truculenta bajo cuya mirada se inauguró la Exposición Iberoamericana de 1929 pertenece al secreto de los tiempos todavía sin desvelar.